Lecturas del Miércoles 9 de agosto. 18ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro de los Números 13,1-2.25–14,1.26-30.34-35
En la primera lectura sobresalen cuatro momentos: el envío de representantes de las doce tribus de Israel, por parte de Moisés para que exploren la tierra prometida y la realización del mandato; la vuelta de los exploradores que traen los frutos de la tierra prometida y el relato de los mismos, el miedo del pueblo a causa de los aspectos negativos y exagerados relacionados con los habitantes de la tierra de Canaán y sus ciudades, tendrán que enfrentarse con hombres fuertes y con ciudades fortificadas, elementos que desaniman al pueblo a seguir su marcha hacía adelante; el lamento del pueblo y las nuevas nostalgias de la tierra de Egipto, con la falta de confianza en Dios y en sus promesas.
En medio de las contradicciones, Moisés mantiene su fidelidad al Señor; señala al pueblo la tierra prometida y sus frutos y pronuncia la palabra clave de este relato, unas palabras que suponen una exhortación a la confianza basada en la fidelidad de Dios: " El Señor está de nuestra parte; el nos hará entrar en ella y nos la dará; es una tierra que mana leche y miel. No os rebeléis contra el Señor ni temáis a los habitantes de esa tierra, pues serán para nosotros pan comido. Ellos se han quedado sin defensa y con nosotros está el Señor; no los temáis"( Nm 14,8ss).
En estas palabras se manifiesta toda la confianza de Moisés en la fidelidad de Dios, capaz de vencer todo temor ante el oscuro panorama descrito por los exploradores, a pesar de la apetecible conquista de aquel territorio por los magníficos frutos que produce; un territorio presentado como una " tierra que mana leche y miel", es la forma clásica de describir la tierra prometida.
El Evangelio narra que Jesús sale de su país Israel a un país extranjero para los judíos: Tiro y Sidón. Es un retiro deliberado de Cristo, Él quiere disponer de cierta tranquilidad y paz para dedicarse a instruir mejor a sus discípulos. Por allí nadie lo conocerá. En Palestina en cualquier sitio donde esté será rodeado por las multitudes. Aquí en cambio se verá libre de la peligrosa popularidad de aquella gente que tanto lo acosa.
Jesús pasa la frontera de su país. Pronto su religión pasará todas las fronteras y se extenderá por todos los países. Este fue el primer paso para el gran encuentro de Cristo con todos los israelitas del mundo.
La mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: ten compasión de mí, Señor: Mi hija tiene un demonio muy malo.
Una plegaria, un grito, hermoso, silencio, emocionante. La mujer cananea no abandona su plegaria. Es cualidad formidable de las mujeres necesidades: no cansarse de pedir ayuda, aunque recibas humillaciones negativas, repulsiones, etc.
Jesús le dijo algo tremendo a la mujer. la comparó con perros sucios y sarnoso, que pululaban hambrientos por las calles. El tono de voz del Jesús y su bondad y la sonrisa en su rostro siempre amable, quitó la amargura y el sabor de insultos a estas palabras.
La mujer era de cultura griega, por lo tanto, muy vivaz y ágil en sus respuestas y así le responde con una frase verdaderamente brillante: " También los perritos reciben el mendrugo que sobra de la mesa de sus señores". A Jesús le brillaron los ojos de emoción ante semejante respuesta, llena de humildad y esperanza.
Jesús le respondió: " Mujer, qué grande es tu fe. Que se cumpla lo que desea. En aquel momento quedó curada su hija. Es impresionante que el Hijo de Dios se admire por la fe de esta sencilla mujer. Era una fe que nacía de una profunda humildad y de una confianza sin límite en el poder y en la bondad de Cristo.
La mujer cananea obtuvo lo que pedía, porque pidió con las tres condiciones que le agradan a Dios: humildad, confianza y perseverancia.
Humildad: reconociéndose totalmente necesitada
Confianza: Sabiendo que Jesús no se fija en la indignidad de quien pide, sino que se deja llevar por los impulsos de su corazón de redentor y salvador.
Perseverancia: Es el arma de los pobres, no cansarse jamás de pedir.
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: «Envía gente a explorar el país de Canaán, que yo voy a entregar a los israelitas: envía uno de cada tribu, y que todos sean jefes.»
Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país.
Y les contaron: «Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas (hemos visto allí hijos de Anac). Amalec vive en la región del desierto, los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán.»
Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo: «Tenemos que subir y apoderarnos de esa tierra, porque podemos con ella.»
Pero los que habían subido con él replicaron: «No podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros.»
Y desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas: «La tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos.»
Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche.
El Señor dijo a Moisés y Aarón: «¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí? He oído a los israelitas protestar de mí. Pues diles: "Por mi vida –oráculo del Señor–, que os haré lo que me habéis dicho en la cara; en este desierto caerán vuestros cadáveres, y de todo vuestro censo, contando de veinte años para arriba, los que protestasteis contra mí no entraréis en la tierra donde juré que os establecería. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné. Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme. Yo, el Señor, juro que trataré así a esa comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en este desierto se consumirán y en él morirán.»
Palabra de Dios
Sal 105,6-7a.13-14.21-22.23
R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas. R/.
Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 15,21-28
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor
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En medio de las contradicciones, Moisés mantiene su fidelidad al Señor; señala al pueblo la tierra prometida y sus frutos y pronuncia la palabra clave de este relato, unas palabras que suponen una exhortación a la confianza basada en la fidelidad de Dios: " El Señor está de nuestra parte; el nos hará entrar en ella y nos la dará; es una tierra que mana leche y miel. No os rebeléis contra el Señor ni temáis a los habitantes de esa tierra, pues serán para nosotros pan comido. Ellos se han quedado sin defensa y con nosotros está el Señor; no los temáis"( Nm 14,8ss).
En estas palabras se manifiesta toda la confianza de Moisés en la fidelidad de Dios, capaz de vencer todo temor ante el oscuro panorama descrito por los exploradores, a pesar de la apetecible conquista de aquel territorio por los magníficos frutos que produce; un territorio presentado como una " tierra que mana leche y miel", es la forma clásica de describir la tierra prometida.
El Evangelio narra que Jesús sale de su país Israel a un país extranjero para los judíos: Tiro y Sidón. Es un retiro deliberado de Cristo, Él quiere disponer de cierta tranquilidad y paz para dedicarse a instruir mejor a sus discípulos. Por allí nadie lo conocerá. En Palestina en cualquier sitio donde esté será rodeado por las multitudes. Aquí en cambio se verá libre de la peligrosa popularidad de aquella gente que tanto lo acosa.
Jesús pasa la frontera de su país. Pronto su religión pasará todas las fronteras y se extenderá por todos los países. Este fue el primer paso para el gran encuentro de Cristo con todos los israelitas del mundo.
La mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: ten compasión de mí, Señor: Mi hija tiene un demonio muy malo.
Una plegaria, un grito, hermoso, silencio, emocionante. La mujer cananea no abandona su plegaria. Es cualidad formidable de las mujeres necesidades: no cansarse de pedir ayuda, aunque recibas humillaciones negativas, repulsiones, etc.
Jesús le dijo algo tremendo a la mujer. la comparó con perros sucios y sarnoso, que pululaban hambrientos por las calles. El tono de voz del Jesús y su bondad y la sonrisa en su rostro siempre amable, quitó la amargura y el sabor de insultos a estas palabras.
La mujer era de cultura griega, por lo tanto, muy vivaz y ágil en sus respuestas y así le responde con una frase verdaderamente brillante: " También los perritos reciben el mendrugo que sobra de la mesa de sus señores". A Jesús le brillaron los ojos de emoción ante semejante respuesta, llena de humildad y esperanza.
Jesús le respondió: " Mujer, qué grande es tu fe. Que se cumpla lo que desea. En aquel momento quedó curada su hija. Es impresionante que el Hijo de Dios se admire por la fe de esta sencilla mujer. Era una fe que nacía de una profunda humildad y de una confianza sin límite en el poder y en la bondad de Cristo.
La mujer cananea obtuvo lo que pedía, porque pidió con las tres condiciones que le agradan a Dios: humildad, confianza y perseverancia.
Humildad: reconociéndose totalmente necesitada
Confianza: Sabiendo que Jesús no se fija en la indignidad de quien pide, sino que se deja llevar por los impulsos de su corazón de redentor y salvador.
Perseverancia: Es el arma de los pobres, no cansarse jamás de pedir.
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