Lecturas del Lunes 18 de septiembre. 24ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2,1-8


Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones. 



Palabra de Dios



Sal 27


R/. Salva, Señor, a tu pueblo

Escucha, Señor, mi súplica 
cuando te pido ayuda 
y levanto las manos hacia tu santuario. R/.

El Señor es mi fuerza y mi escudo, 
en él confía mi corazón; 
él me socorrió y mi corazón se alegra 
y le canta agradecido. R/.

El Señor es la fuerza de su pueblo, 
el apoyo y la salvación de su Mesías. 
Salva, Señor, a tu pueblo 
y bendícelo porque es tuyo; 
apaciéntalo y condúcelo para siempre. R/.



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Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7,1-10


En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. 
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» 
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "ve", y va; al otro: "ven", y viene; y a mi criado: "haz esto", y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor

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Pablo había dejado a Timoteo a la cabeza de la comunidad de Éfeso, donde había evangelizado desde el año 54 al 57 y había predicho la insurrección de hombres que enseñaban para que los discípulos los siguieran. En la primera carta a Timoteo, tras animarlo para que participara en el combate contra los herejes, le recomienda que ore por todos los hombres, reyes y todos los que tienen autoridad, porque Dios no excluye a nadie de su plan de salvación.

El carácter universal de la oración, está motivada por la voluntad salvífica universal de Dios, único creador del universo y único  mediador  entre Dios y los hombres. La voluntad de Dios no es absoluta ni predeterminada, esta condicionada al libre albedrío de la persona, ella es libre de aceptar o rechazar   el don de Dios y el plan de salvación que Él tiene para esa persona.

La oración litúrgica es importante en la comunidad cristiana, porque conlleva a la unidad y al crecimiento de la fe.

El Evangelio muestra al Centurión como alguien temeroso a Dios, es un extranjero que profesa su fe a Jesús, de manera abierta y clara, como expresión de su  profunda conversión, porque deja la idolatría para adherirse a la misericordia que brota del Señor. Este militar romano no pide nada para sí, porque mediante una oración de intersección pide por la salud de uno de sus empleados. El relato nos instruye que el centurión romano es consciente de la prescripción de la Ley, por eso no quiere generarle ningún problema a Jesús y le dice que no es digno que entre en su casa, como lo prohíbe la Ley, pero Jesús tiene el sentido pleno de la Ley, valora la actitud del centurión, porque descubre en él, una fe autentica, esto significa que Jesús es el salvador de toda la humanidad, sin importar, la raza, el color, etc. 

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