Lecturas del Viernes 22 de junio. 11ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del segundo libro de los Reyes 11,1-4.9-18.20
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Desde el reino del norte nos trasladamos al reino del sur, aquí Atalía, descendiente de Jezabel y mujer del rey Jorán, ambos muertos por Jehú a causa de sus perversiones, muerto su hijo Ocozías, heredero legítimo al trono, se apodera del Reino de Judá, Josebá, hija del rey Jorán y esposa del sumo sacerdote Yoyadá, cogió furtivamente a Joás, hijo de Ocozías y lo escondió en el templo, de suerte que siete años después y gracias a una estudiada conjura, omitidos por la liturgia, éste fue proclamado rey e instalado en el trono.
La oposición a Atalía se debió a la línea baalista mantenida por la reina, en flagrante contradicción con la alianza yahvista, mientras que la iniciativa de la casta sacerdotal desbarata el peligro, destruye el templo de Baal levantando en el corazón de Jerusalén, elimina la escena Atalía y permite la renovación de la alianza. Se trata de un acontecimiento que se repetirá en los momentos cruciales de la historia de Israel.
La totalidad de la enseñanza de Cristo, "no es otra cosa que la explicación del modo en que el hombre podría encender en él el divino mundo que la luz de Dios brille en el espíritu de las almas, todo el cuerpo posee la luz"( J. Bohme).
El principio de la recompensa evoca el tesoro en el cielo, la mejor parte que se asegura María, las cosas de arriba y las riquezas mejores y más duraderas, de que hablan los escritos paulinos y brinda una regla infalible para el discernimiento; pregunta a tu corazón para saber cuál es tu tesoro. La continuidad del discurso es interrumpido por el dicho del Señor sobre la lámpara.
La lámpara es el símbolo del ojo interior o espiritual del que se transparenta la luz de la fe que esclarese la mente y suscita el impulso del amor en la voluntad. La lámpara es el símbolo del alma que irradia su luz a través del cuerpo. La antítesis se produce entre el ojo sano y el enfermo. Por último, para la antítesis luz -tinieblas y la contraposición entre hijos de la luz e hijo de las tinieblas, era uno de los aspectos cualitativos de la enseñanza en la comunidad del Qumrán.
En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: «¡Viva el rey!»
Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición, traición!»
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: «Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis.» Pues no quería que la matasen en el templo.
La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron. Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra de Dios
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Desde el reino del norte nos trasladamos al reino del sur, aquí Atalía, descendiente de Jezabel y mujer del rey Jorán, ambos muertos por Jehú a causa de sus perversiones, muerto su hijo Ocozías, heredero legítimo al trono, se apodera del Reino de Judá, Josebá, hija del rey Jorán y esposa del sumo sacerdote Yoyadá, cogió furtivamente a Joás, hijo de Ocozías y lo escondió en el templo, de suerte que siete años después y gracias a una estudiada conjura, omitidos por la liturgia, éste fue proclamado rey e instalado en el trono.
La oposición a Atalía se debió a la línea baalista mantenida por la reina, en flagrante contradicción con la alianza yahvista, mientras que la iniciativa de la casta sacerdotal desbarata el peligro, destruye el templo de Baal levantando en el corazón de Jerusalén, elimina la escena Atalía y permite la renovación de la alianza. Se trata de un acontecimiento que se repetirá en los momentos cruciales de la historia de Israel.
Sal 131,11.12.13-14.17-18
R/. El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.» R/.
«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.» R/.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré porque la deseo.» R/.
«Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,19-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»
Palabra del Señor
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El principio de la recompensa evoca el tesoro en el cielo, la mejor parte que se asegura María, las cosas de arriba y las riquezas mejores y más duraderas, de que hablan los escritos paulinos y brinda una regla infalible para el discernimiento; pregunta a tu corazón para saber cuál es tu tesoro. La continuidad del discurso es interrumpido por el dicho del Señor sobre la lámpara.
La lámpara es el símbolo del ojo interior o espiritual del que se transparenta la luz de la fe que esclarese la mente y suscita el impulso del amor en la voluntad. La lámpara es el símbolo del alma que irradia su luz a través del cuerpo. La antítesis se produce entre el ojo sano y el enfermo. Por último, para la antítesis luz -tinieblas y la contraposición entre hijos de la luz e hijo de las tinieblas, era uno de los aspectos cualitativos de la enseñanza en la comunidad del Qumrán.
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