Lecturas del Lunes 13 de agosto. 19ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la profecia de Ezequíel 1,2-5.24–2,1a


El año quinto de la deportación del rey Joaquín, el día cinco del mes cuarto, vino la palabra del Señor a Ezequíel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos, a orillas del río Quebar.
Entonces se apoyó sobre mí la mano del Señor, y vi que venia del norte un viento huracanado, una gran nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube nimbada de resplandor, y, entre el relampagueo, como el brillo del electro. En medio de éstos aparecia la figura de cuatro seres vivientes; tenían forma humana. Y oí el rumor de sus alas, como estruendo de aguas caudalosas, como la voz del Todopoderoso, cuando caminaban; griterío de multitudes, como estruendo de tropas; cuando se detenían, abatían las alas. También se oyó un estruendo sobre la plataforma que estaba encima de sus cabezas; cuando se detenían, abatían las alas. Y por encima de la plataforma, que estaba sobre sus cabezas, había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecia un hombre. Y vi un brillo como de electro (algo así como fuego lo enmarcaba) de lo que parecía su cintura para arriba, y de lo que parecía su cintura para abajo vi algo así como fuego. Estaba nimbado de resplandor. El resplandor que lo nimbaba era como el arco que aparece en las nubes cuando llueve. Era la apariencia visible de la gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra. 



Palabra de Dios



Sal 148,1-2.11-12.13.14


R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R/.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,22-27


En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

Palabra del Señor

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El libro de Ezequiel se abre con una teofanía, el incognoscible Dios se revela a sí mismo, su gloria. Ezequiel por medio de imágenes remotas a nuestro modo de decir y de pensar, nos comunica su experiencia de Dios. El profeta ve la gloria que se desplaza  desde el templo al lugar donde se encuentran los deportados, Dios no es propiedad de ningún pueblo, no está atado para siempre ni al templo ni a la tierra prometida, como pensaba el pueblo de Israel. Dios se manifiesta como fuerza, como luz. Los seres animados que el profeta distingue en el centro de la nube rodeada de resplandores, que recuerda ciertas representaciones mesopotámicas, pretenden significar algunas prerrogativas divinas, la inteligencia, la fuerza, la potencia, la rapidez. Estos símbolos, recogidos del Apocalipsis serán identificados por la tradición cristiana medieval con los cuatro evangelistas.

Dios se manifiesta en el lugar de la deportación, es el que se revela allí donde los hombres se encuentran exiliados, allí donde el pueblo se encuentra sumergido en males. Se manifiesta uan figura de aspecto humano, como para significar que es cercano a los hombres, tiene un rostro y un corazón.

Ezequiel nos invita a ver la presencia y la acción de Dios en los acontecimientos de la historia, donde todo parece ruina, allí trabaja Él para salvar, para liberar al hombre hasta el fondo. Ezequiel cae rostro en tierra cuando aparece la gloria de Dios, con este gesto da a entender el profeta que se encuentra en presencia de Dios. Un Dios cognoscible e incognoscible, trascendente y sin embargo cercano, comprometedor, un Dios que hemos de adorar allí donde nos salga al encuentro.

El Evangelio está formado por dos partes: la primera es el segundo anuncio de su pasión, que es proyecto amoroso y salvífico de dios, va a ser entregado en mano de los hombres y resucitará, esto expresa la esperanza de Jesús en la acción del Padre.

La enseñanza global de la primera parte es que Jesús sabe a donde va, habla de sí mismo como el Hijo del Hombre, el representante del pueblo de los santos que recibirán, después de la persecución, todo poder. El Jesús resucitado afirmará que ha recibido autoridad plena sobre cielo y tierra. La pasión, que es la historia de una entrega en manos de todos los hombres, se convierte en entrega en mano del Padre, en manifestación de su glorificación, en historia de salvación.

La segunda parte es el problema de los impuestos que debían pagar los judíos a los ocupantes paganos era una situación que agitaba a los judíos de aquel tiempo y había sido objeto de debate en el interior de la primitiva comunidad cristiana. Aquí lo que está en discusión es el impuesto del templo. dado que Jesús es más importante que el templo y como lo ha dicho Pedro, el Hijo de Dios Vivo, es lógico que no está obligado a pagar impuesto al templo. Si lo hace es para no escandalizar, para no irritar, su hora aún no ha llegado.


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