Lecturas del Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo A
Lectura del libro del Éxodo 17,3-7
Palabra de Dios
Sal 94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan 4,5-42
El hombre se ha llenado del ruido y las exigencias materiales que ofrece el mundo, pero interiormente se encuentra vacío del amor de Dios, aunque este rodeado de lujos, vanidades y cosas superfluas no es feliz, porque en su corazón le falta Dios.
Para hallar la felicidad escogemos caminos equivocados y se desea la plenitud de la vida, y que tenga un verdadero sentido. El hombre actual tiene sed de amor, tiene sed paz, tiene sed de justicia, que solo será saciada si se tiene un encuentro personal con la persona de Jesús, dialogar con El estar en constante comunión por medio de la oración confiada y perseverante.
En el proceso conversión se liberan muchas esclavitudes, pero este caminar es doloroso, porque hay que dejar las comodidades, seguridades, apegos, salir de si mismo para comenzar una nueva vida.
En la primera lectura el pueblo de Israel va en camino hacía la tierra prometida, es el camino de la servidumbre a la liberación, pero en este caminar se encuentra dificultades, porque está en el desierto y allí se experimenta fatiga por el calor y sed por falta de agua, ellos murmuran contra Dios y Moisés y la murmuración es el eterno acompañante de toda liberación, porque se ama más la seguridad de la esclavitud que los riesgos que se deben tomar para una verdadera liberación.
El pueblo de Dios al salir de Egipto pasa por otras esclavitudes antes de llegar a la tierra prometida, pasan por el desierto, el desarraigo, el desamparo, carecen de las necesidades primarias y fundamentales como el hambre y la sed, por eso dudan y pasan por Massá y Meriba, que es el lugar de la tentación y la crisis.
En el pasaje de la Samaritana contemplamos a Jesús no como Dios sino como hombre, que se cansa, se fatiga y tiene sed y pide de beber a una mujer no judía considerada una lacra de la sociedad, porque lleva una vida irregular, Él supera todo perjuicio y entabla una conversación sencilla y profunda ella, lee y toca su corazón, ella reacciona con humildad y escucha atentamente su palabra, le cree y le pide agua que le quite la sed para siempre. Aunque ella no conocía el don de Dios, en ese momento lo experimenta el amor de Dios que sacia toda sed espiritual.
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»
Clamó Moisés al Señor y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
Respondió el Señor a Moisés. «Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»Palabra de Dios
Sal 94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan 4,5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Para hallar la felicidad escogemos caminos equivocados y se desea la plenitud de la vida, y que tenga un verdadero sentido. El hombre actual tiene sed de amor, tiene sed paz, tiene sed de justicia, que solo será saciada si se tiene un encuentro personal con la persona de Jesús, dialogar con El estar en constante comunión por medio de la oración confiada y perseverante.
En el proceso conversión se liberan muchas esclavitudes, pero este caminar es doloroso, porque hay que dejar las comodidades, seguridades, apegos, salir de si mismo para comenzar una nueva vida.
En la primera lectura el pueblo de Israel va en camino hacía la tierra prometida, es el camino de la servidumbre a la liberación, pero en este caminar se encuentra dificultades, porque está en el desierto y allí se experimenta fatiga por el calor y sed por falta de agua, ellos murmuran contra Dios y Moisés y la murmuración es el eterno acompañante de toda liberación, porque se ama más la seguridad de la esclavitud que los riesgos que se deben tomar para una verdadera liberación.
El pueblo de Dios al salir de Egipto pasa por otras esclavitudes antes de llegar a la tierra prometida, pasan por el desierto, el desarraigo, el desamparo, carecen de las necesidades primarias y fundamentales como el hambre y la sed, por eso dudan y pasan por Massá y Meriba, que es el lugar de la tentación y la crisis.
En el pasaje de la Samaritana contemplamos a Jesús no como Dios sino como hombre, que se cansa, se fatiga y tiene sed y pide de beber a una mujer no judía considerada una lacra de la sociedad, porque lleva una vida irregular, Él supera todo perjuicio y entabla una conversación sencilla y profunda ella, lee y toca su corazón, ella reacciona con humildad y escucha atentamente su palabra, le cree y le pide agua que le quite la sed para siempre. Aunque ella no conocía el don de Dios, en ese momento lo experimenta el amor de Dios que sacia toda sed espiritual.
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