Lectura del sábado 1 de julio. 12 tiempo ordinario
Primera lectura: Génesis 18:1-15
Abraham habitaba en la región de Bersabé, en límite del desierto meridional, pero en este relato nos menciona que estaba en Mambré, algunos kilómetros al norte de Hebrón. Aquí recibe una misteriosa visita, en la que el patriarca se muestra como un jeque nómada, rico y generoso, que sabe cumplir las leyes de la hospitalidad. En aquel tiempo a los futuros huéspedes, le salían al encuentro, le ofrecían comida y las sobras se la regalaban a las tribus pobres. La hospitalidad de Abraham fue pagada con el anuncio del nacimiento de un nuevo hijo. Los huéspedes eran tres varones a quienes el patriarca tarta en la forma acostumbrada como huéspedes de honor. Este misterio comienza a develarse cuando preguntan por Sara y dicen, que dentro de un año, cuando vuelvan, ella será madre.
Hasta entonces Abraham no sabe que son seres sobrehumanos. Los huéspedes conocen los problemas íntimos, sin que se haya dado cuenta de quienes tiene ante sí. Ellos preguntan por Sara y anuncia que dentro de un año tendrá un hijo. Sara llevada por la curiosidad femenina, se había quedado detrás de la puerta para expiar la conversación y cuando oyó el anuncio de que iba a ser madre, no pudo aguantar la risa. Sara estaba vieja y menopausica, por lo tanto, no podía ser madre. la risa de Sara se relata para explicar el nombre de Isaac, que significa hijo de la risa.
La conclusión de este texto es que Dios visita al hombre y es portador de vida en un lugar estéril, por lo tanto, hay que estar abiertos espontáneamente a los dones que Dios quiere concedernos. Este relato termina haciendo oír un año después la risa de un niño, Isaac, para recordar que Dios es generoso y mantiene su palabra, sonriendo ante la incredulidad del hombre.
El anuncio del reino de los cielos que presenta Jesús, genera confianza y fe en todos aquellos que se disponen a recibir con sinceridad a Dios en su corazón. En el Evangelio un extranjero se acerca a Jesús y le manifiesta en su hablar y actuar una profunda conversión, al dejar el paganismo, es decir, la adoración a muchos dioses, para adherirse a la misericordia que brota de Jesús.
El militar romano no pide nada para él y mediante una oración de intercesión suplica por la delicada salud de uno de sus empleados, este hombre busca al Señor a pesar de la prescripción de la Ley, por eso no quiere generarle a Jesús una dificultad de pureza, por eso le dice que no es digno de entrar en su casa, no como un gesto de displicencia, sino lo contrario, al entrar bajo su techo, Jesús debería cumplir con los ritos de la purificación, debido a que la Ley no permite tales acciones, Pero el Señor tiene el sentido pleno de la ley y valora la actitud del centurión, porque descubre que es un gesto auténtico de fe. El Evangelio nos presenta a Cristo como el salvador de la humanidad.
1 Apareciósele Yahveh en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día.
2 Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a sur vera. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra,
3 y dijo: «Señor mío, si te he caído en gracia, ea, no pases de largo cerca de tu servidor.
4 Ea, que traigan un poco de agua y lavaos los pies y recostaos bajo este árbol,
5 que yo iré a traer un bocado de pan, y repondréis fuerzas. Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro.» Dijeron ellos: «Hazlo como has dicho.»
6 Abraham se dirigió presuroso a la tienda, a donde Sara, y le dijo: «Apresta tres arrobas de harina de sémola, amasa y haz unas tortas.»
7 Abraham, por su parte, acudió a la vacada y apartó un becerro tierno y hermoso, y se lo entregó al mozo, el cual se apresuró a aderezarlo.
8 Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido
9 dijéronle: «¿Dónde está tu mujer Sara?» - «Ahí, en la tienda», contestó.
10 Dijo entonces aquél: «Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo.» Sara lo estaba oyendo a la entrada de la tienda, a sus espaldas.
11 Abraham y Sara eran viejos, entrados en años, y a Sara se le había retirado la regla de las mujeres.
12 Así que Sara rió para sus adentros y dijo: «Ahora que estoy pasada, ¿sentiré el placer, y además con mi marido viejo?».
13 Dijo Yahveh a Abraham. «¿Cómo así se ha reído Sara, diciendo: "¡Seguro que voy a parir ahora de vieja!"?
14 ¿Es que hay nada milagroso para Yahveh? En el plazo fijado volveré, al término de un embarazo, y Sara tendrá un hijo.»
15 Sara negó: «No me he reído», y es que tuvo miedo. Pero aquél dijo: «No digas eso, que sí te has reído.»
Palabra de Dios
Salmo responsorial:
Lucas 1:46-50, 53-55
46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
Evangelio: Mateo 8:5-17
5 Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó
6 diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.»
7 Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»
8 Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.»
10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.
11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,
12 mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
13 Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el criado.
14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.
15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.
16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos,
17 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades.
Palabra del Señor
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Hasta entonces Abraham no sabe que son seres sobrehumanos. Los huéspedes conocen los problemas íntimos, sin que se haya dado cuenta de quienes tiene ante sí. Ellos preguntan por Sara y anuncia que dentro de un año tendrá un hijo. Sara llevada por la curiosidad femenina, se había quedado detrás de la puerta para expiar la conversación y cuando oyó el anuncio de que iba a ser madre, no pudo aguantar la risa. Sara estaba vieja y menopausica, por lo tanto, no podía ser madre. la risa de Sara se relata para explicar el nombre de Isaac, que significa hijo de la risa.
La conclusión de este texto es que Dios visita al hombre y es portador de vida en un lugar estéril, por lo tanto, hay que estar abiertos espontáneamente a los dones que Dios quiere concedernos. Este relato termina haciendo oír un año después la risa de un niño, Isaac, para recordar que Dios es generoso y mantiene su palabra, sonriendo ante la incredulidad del hombre.
El anuncio del reino de los cielos que presenta Jesús, genera confianza y fe en todos aquellos que se disponen a recibir con sinceridad a Dios en su corazón. En el Evangelio un extranjero se acerca a Jesús y le manifiesta en su hablar y actuar una profunda conversión, al dejar el paganismo, es decir, la adoración a muchos dioses, para adherirse a la misericordia que brota de Jesús.
El militar romano no pide nada para él y mediante una oración de intercesión suplica por la delicada salud de uno de sus empleados, este hombre busca al Señor a pesar de la prescripción de la Ley, por eso no quiere generarle a Jesús una dificultad de pureza, por eso le dice que no es digno de entrar en su casa, no como un gesto de displicencia, sino lo contrario, al entrar bajo su techo, Jesús debería cumplir con los ritos de la purificación, debido a que la Ley no permite tales acciones, Pero el Señor tiene el sentido pleno de la ley y valora la actitud del centurión, porque descubre que es un gesto auténtico de fe. El Evangelio nos presenta a Cristo como el salvador de la humanidad.
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