Lecturas del Domingo 14º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Lectura de la profecía de Zacarías 9,9-10
En el libro de Zacarías nos invita a la alegría y al grito triunfal para celebrar la realeza del Señor y la llegada de la era mesiánica. La figura central en este texto es el Mesías, que liberará a Judá, gobernará sobre toda la tierra y traerá paz verdadera.
Este rey no cumpliría con las expectativas de muchos personajes del pueblo, porque Él sería humilde y manso de corazón y no orgulloso y soberbio como los gobernantes. Dios liberaría al pueblo que aún se encuentra en el exilio, porque tenía un pacto con ellos. El guerrero divino pisotearía a sus enemigos. Dios salvará a su pueblo porque ellos eran su joya preciosa.
Esta palabra nos debe llenar de alegría y gozo, por el Rey de Reyes y Señor de Señores, el más humilde de todos, entró a Jerusalén en un pollino para cumplir la promesa y darle plenitud a la Ley.
Jesús siendo Dios se hizo hombre y se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz (Flp 2, 6 -8). Jesús con su pasión, muerte y resurrección nos dio la salvación, nos liberó del pecado, nos conduce a una vida nueva y nos da un remanso de paz que el mundo no la puede dar.
Los cristianos que viven su bautismo están unidos a Cristo, aunque la naturaleza humana es frágil por la debilidad de la carne, pero el Espíritu de Jesús es garantía de la resurrección, es un nacer de nuevo en todas las áreas de la vida, porque donde está el espíritu de Dios hay libertad. La libertad verdadera consiste en renunciar a sí mismo, a los deseos de la carne, para configurarnos con Cristo.
El Espíritu ilumina las tinieblas de nuestra vida y concede la fuerza para recorrer el camino hacía la verdadera libertad, un camino que a través de la mortificación y las renuncias, nos conduce a la vida plena.
La oración de Jesús se convierte en un llamado a todos los débiles, oprimidos y los últimos de la tierra, para que se pongan en camino hacía Cristo. La imagen del yugo se usaba en la tradición judía para indicar la Ley y sus exigencias, impuestas por el Señor a Israel. Jesús reprograma este símbolo pero lo despoja del peso, de imposición, de triunfo y lo humaniza, es decir, lo hace menos exigente.
La relación con Dios ya no está regulada por un frío deber o por el terror del juicio, sino que se fundamenta en el amor filial y espontáneo, por eso es más exigente y total. La comunidad de los pequeños han descubierto los misterios del Reino de los cielos y deciden seguir el camino de la luz, que al recorrerlo encontraremos la paz para el alma.
Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»
Palabra de Dios
Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,9.11-13
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
COMENTARIOS
Este rey no cumpliría con las expectativas de muchos personajes del pueblo, porque Él sería humilde y manso de corazón y no orgulloso y soberbio como los gobernantes. Dios liberaría al pueblo que aún se encuentra en el exilio, porque tenía un pacto con ellos. El guerrero divino pisotearía a sus enemigos. Dios salvará a su pueblo porque ellos eran su joya preciosa.
Esta palabra nos debe llenar de alegría y gozo, por el Rey de Reyes y Señor de Señores, el más humilde de todos, entró a Jerusalén en un pollino para cumplir la promesa y darle plenitud a la Ley.
Jesús siendo Dios se hizo hombre y se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz (Flp 2, 6 -8). Jesús con su pasión, muerte y resurrección nos dio la salvación, nos liberó del pecado, nos conduce a una vida nueva y nos da un remanso de paz que el mundo no la puede dar.
Los cristianos que viven su bautismo están unidos a Cristo, aunque la naturaleza humana es frágil por la debilidad de la carne, pero el Espíritu de Jesús es garantía de la resurrección, es un nacer de nuevo en todas las áreas de la vida, porque donde está el espíritu de Dios hay libertad. La libertad verdadera consiste en renunciar a sí mismo, a los deseos de la carne, para configurarnos con Cristo.
El Espíritu ilumina las tinieblas de nuestra vida y concede la fuerza para recorrer el camino hacía la verdadera libertad, un camino que a través de la mortificación y las renuncias, nos conduce a la vida plena.
La oración de Jesús se convierte en un llamado a todos los débiles, oprimidos y los últimos de la tierra, para que se pongan en camino hacía Cristo. La imagen del yugo se usaba en la tradición judía para indicar la Ley y sus exigencias, impuestas por el Señor a Israel. Jesús reprograma este símbolo pero lo despoja del peso, de imposición, de triunfo y lo humaniza, es decir, lo hace menos exigente.
La relación con Dios ya no está regulada por un frío deber o por el terror del juicio, sino que se fundamenta en el amor filial y espontáneo, por eso es más exigente y total. La comunidad de los pequeños han descubierto los misterios del Reino de los cielos y deciden seguir el camino de la luz, que al recorrerlo encontraremos la paz para el alma.
Comentarios
Publicar un comentario