Lecturas del Jueves 27 de julio de 2017. 16ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro del Éxodo 19,1-2.9-11.16-20b
La primera lectura nos describe la preparación para la gran Teofanía en la que se establece la alianza de Dios con su pueblo, Israel. Esta escena y este acontecimiento son fundamentales para la teología bíblica: se trata un pacto de confianza recíproca entre Dios e Israel, es un pacto que tiene un vínculo particular, con obligaciones entre ambas partes y caracterizan al pueblo de Israel y a su fe.
Dios se manifiesta al pueblo, pero sigue siendo Dios que infunde temor; el pueblo tiene que mantenerse alejado de él, no es posible ver su rostro, está envuelto en rayos, relámpagos y fuego. Son imágenes que hablan de la trascendencia de Dios, de un Ser que está siempre más allá y por encima de nosotros, de nuestras concepciones, de nuestras imaginaciones, de nuestras demandas. Sólo Moisés fue capaz de resistir la presencia divina, alejado de todos, en la cima del monte, en un ayuno ininterrumpido de 40 días y cuarenta noches. Dios es el totalmente otro, que demanda nuestra adoración y nuestra sumisión.
Esta escena caracteriza a dios en el Antiguo testamento, en contraste con la revelación que tiene lugar en el Nuevo Testamento, que mostrará otro aspecto de Dios, en la cual predomina la bondad, la gracia, el perdón, la paternidad divina realizada en al persona de Jesús.
Los discípulos de Jesús, lo siguen, le escuchan siempre y reciben explicaciones detalladas de su doctrina. El pueblo se encuentra en un estado de iniciación en el camino del Señor y tiene la necesidad que lo catequicen profundamente.
Jesús prueba esta realidad con una cita del profeta Isaias, que ha constituido desde siempre una seria dificultad en su verdadera interpretación, porque, parece querer decir que Dios endurece el corazón del pueblo, cierra sus ojos y obtura sus oídos para que no se salven. El verdadero sentido de esta cita es, que tuvo que hacer frente a la dureza de corazón de Israel, que no le escuchaba. El mismo Jesús y más tarde los apóstoles y san Pablo tuvieron una experiencia semejante a su misión.
Lo que el Evangelio quiere decirnos es que la Palabra de Dios debe encontrar unos corazones bien dispuestos para acogerla, ojos, oídos abiertos para recibir y asimilar todo lo que dice. La Palabra no suprime la libertad humana, por eso el hombre tiene la capacidad para oponerse o dejarla infructuosa. Cuando el que la recibe tiene un corazón abierto, entonces el fruto es abundante y se perciben los primeros signos del triunfo del Reino, como la santificación, la vida nueva, la verdadera fe y la adpracióna Dios.
Aquel día, a los tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí: saliendo de Rafidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente al monte.
El Señor dijo a Moisés: «Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo, y te crea en adelante.»
Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho. Y el Señor le dijo: «Vuelve a tu pueblo, purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y estén preparados para pasado mañana; pues el Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo.»
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios y se detuvieron al pie del monte. Todo el Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Subía humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno. El Señor bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte, y llamó a Moisés a la cima de la montaña.
Palabra de Dios
Dn 3,52.53.54.55.56
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre, santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»
Palabra del Señor
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Dios se manifiesta al pueblo, pero sigue siendo Dios que infunde temor; el pueblo tiene que mantenerse alejado de él, no es posible ver su rostro, está envuelto en rayos, relámpagos y fuego. Son imágenes que hablan de la trascendencia de Dios, de un Ser que está siempre más allá y por encima de nosotros, de nuestras concepciones, de nuestras imaginaciones, de nuestras demandas. Sólo Moisés fue capaz de resistir la presencia divina, alejado de todos, en la cima del monte, en un ayuno ininterrumpido de 40 días y cuarenta noches. Dios es el totalmente otro, que demanda nuestra adoración y nuestra sumisión.
Esta escena caracteriza a dios en el Antiguo testamento, en contraste con la revelación que tiene lugar en el Nuevo Testamento, que mostrará otro aspecto de Dios, en la cual predomina la bondad, la gracia, el perdón, la paternidad divina realizada en al persona de Jesús.
Los discípulos de Jesús, lo siguen, le escuchan siempre y reciben explicaciones detalladas de su doctrina. El pueblo se encuentra en un estado de iniciación en el camino del Señor y tiene la necesidad que lo catequicen profundamente.
Jesús prueba esta realidad con una cita del profeta Isaias, que ha constituido desde siempre una seria dificultad en su verdadera interpretación, porque, parece querer decir que Dios endurece el corazón del pueblo, cierra sus ojos y obtura sus oídos para que no se salven. El verdadero sentido de esta cita es, que tuvo que hacer frente a la dureza de corazón de Israel, que no le escuchaba. El mismo Jesús y más tarde los apóstoles y san Pablo tuvieron una experiencia semejante a su misión.
Lo que el Evangelio quiere decirnos es que la Palabra de Dios debe encontrar unos corazones bien dispuestos para acogerla, ojos, oídos abiertos para recibir y asimilar todo lo que dice. La Palabra no suprime la libertad humana, por eso el hombre tiene la capacidad para oponerse o dejarla infructuosa. Cuando el que la recibe tiene un corazón abierto, entonces el fruto es abundante y se perciben los primeros signos del triunfo del Reino, como la santificación, la vida nueva, la verdadera fe y la adpracióna Dios.
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