Lecturas del Lunes 17 de julio. 15ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro del Éxodo 1,8-14.22
La lectura del libro del Éxodo nos recuerda que los buenos tiempos para el pueblo de Israel habían pasado, José el gran valedor de sus hermanos había muerto y su recuerdo se había desvanecido entre los egipcios. Además, la situación política de Egipto era otra, había otro faraón que no conoció a José.
En aquellas épocas entraron muchos asiáticos a Egipto que encontraron protección en ese país, pero esta situación cambio a sobrevenir una nueva dinastía de gobernantes, los cuales persiguieron a los asiáticos y a partir de este hecho, el odio a los asiáticos también recaería al pueblo de Israel. La Biblia no menciona al rey que proclamó ésta política de odio a los israelitas.
La opresión cruel a que fueron sometidos los hebreos se grabó en su conciencia nacional, por eso lejos de disminuir, fueron creciendo en un grupo más compacto, hasta hacerse temibles a los mismos egipcios. Los trabajos a que fueron sometidos son los habituales en la región del Nilo, fabricación de adobe para la construcción y faenas agrícolas.
La palabra que nos trae el Señor, es una palabra de decisión, de opción de vida, que muchas veces generará controversia en el círculo más íntimo, pero igualmente en el más fundamental del hombre, la familia. La razón de ser de la familia, desde el proyecto de Dios, es ser vehículo que nos direccione a Dios, pero cuando quedamos en las posturas sociales y económicas de la familia desvirtuamos el mensaje del Señor. El camino de fidelidad lo presenta el Señor, desde el significado y valor de la cruz, desde la perspectiva de Dios, mide la total entrega, libre y consciente al cumplimiento de la voluntad de Dios, a ejemplo de Jesús, empezando por las acciones más sencillas, pero igualmente las fundamentales para la relacionalidad de los seres humanos al interior de la sociedad y el cumplimiento de las obras de misericordia.
En aquellos días, subió al trono en Egipto un Faraón nuevo, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo: «Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra.»
Así, pues, nombraron capataces que los oprimieron con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían, ellos crecían y se propagaban más. Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud: el trabajo del barro, de los ladrillos, y toda clase de trabajos del campo; les imponían trabajos crueles.
Entonces el Faraón ordenó a toda su gente: «Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida.»
Palabra de Dios
Sal 123,1-3.4-6.7-8
R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes. R/.
Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador;
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,34–11,1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor
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En aquellas épocas entraron muchos asiáticos a Egipto que encontraron protección en ese país, pero esta situación cambio a sobrevenir una nueva dinastía de gobernantes, los cuales persiguieron a los asiáticos y a partir de este hecho, el odio a los asiáticos también recaería al pueblo de Israel. La Biblia no menciona al rey que proclamó ésta política de odio a los israelitas.
La opresión cruel a que fueron sometidos los hebreos se grabó en su conciencia nacional, por eso lejos de disminuir, fueron creciendo en un grupo más compacto, hasta hacerse temibles a los mismos egipcios. Los trabajos a que fueron sometidos son los habituales en la región del Nilo, fabricación de adobe para la construcción y faenas agrícolas.
La palabra que nos trae el Señor, es una palabra de decisión, de opción de vida, que muchas veces generará controversia en el círculo más íntimo, pero igualmente en el más fundamental del hombre, la familia. La razón de ser de la familia, desde el proyecto de Dios, es ser vehículo que nos direccione a Dios, pero cuando quedamos en las posturas sociales y económicas de la familia desvirtuamos el mensaje del Señor. El camino de fidelidad lo presenta el Señor, desde el significado y valor de la cruz, desde la perspectiva de Dios, mide la total entrega, libre y consciente al cumplimiento de la voluntad de Dios, a ejemplo de Jesús, empezando por las acciones más sencillas, pero igualmente las fundamentales para la relacionalidad de los seres humanos al interior de la sociedad y el cumplimiento de las obras de misericordia.
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