Lecturas del Martes 8 de agosto. 18ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro de los Números 12,1-13
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La lectura del libro de los Números, introduce a tres hermanos que son personajes clave para el Éxodo: Moisés, Aarón y María. En medio de ellos está presente Dios como juez, amigo y protector de Moisés. Toda persona que pone su confianza en Dios encuentra piedras de tropiezos especialmente en la familia, envidias y murmuraciones. En este caso María y Aarón son incapaces de ver en Moisés sus cualidades, grandeza ni reconocer que es un elegido por Dios, para liberar al pueblo de la esclavitud, su desconfianza hacía ocurre porque desposó a una mujer etíope. Ellos quieren ser como él o superior a él, quieren tener el mismo poder profético de Moisés.
Pero Dios viene en ayuda de su siervo, le defiende y realiza un juicio solemne. El lugar de esta teofanía de Yahvé es la tienda del encuentro, lugar de la presencia de Dios, donde está presente con su gloria, simbolizada por la columna de nube y por la nube misma, que marca la presencia y el ausentarse de Dios.
Allí tiene lugar un juicio tan severo como sincero. Dios toma la defensa de Moisés. Entre la multitud de profetas presentes en el pueblo, es Moisés el profeta por excelencia; más aún, es el amigo y confidente de Dios. Las palabras con las que Yahvé toma defensa de Moisés son emotivas y ponen de manifiesto su singular elección como amigo y confidente: " A él le hablo cara a cara, a las claras y sin enigmas. Moisés contempla el semblante del Señor". El texto transmite la convicción del pueblo sobre la grandeza de Moisés, el amigo de Dios.
Fue María la que instó a su hermano Aarón para enfrentarse con Moisés y que fue ella la que tomó la palabra y la que llevó el peso de dicho enfrentamiento. El enfrentamiento entre los hermanos se saldó con la expulsión temporal del campamento y el castigo divino de la lepra para María por la deslealtad hacia su hermano. Al cabo de siete días, y al parecer por intercesión del Moisés, María fue perdonada y regresó al campamento, no obstante, el don de la profecía la había abandonado definitivamente.
El castigo de María es un signo, debido a que la oración confiada de Moisés, la audacia que muestra al pedir a dios la curación, manifiesta de verdad que habla a dios con la audacia confiada de un amigo.
El mensaje del Evangelio son los momentos de la oración y la soledad de Jesús, donde tiene intimidad con Dios padre a través de la oración. La semejanza entre la lectura de los números y el Evangelio es que Moisés es orante y amigo de Dios y Jesús no es el amigo sino el Hijo de Dios que ora constantemente para poder hacer la voluntad de Dios Padre, esta oración es intensa, dura toda la noche.
La relación íntima de Jesús con Dios Padre a través de la oración pone de manifiesto su trascendencia divina y humana, cuando camina sobre las aguas. Las palabras del maestro tranquiliza a los discípulos, que están lleno de miedo.
Pedro pescador y acostumbrado a las vicisitudes del mar de Galilea quiere caminar sobre las aguas como Jesús. Prueba hacerlo, pero está punto de hundirse, el miedo a la muerte hace brotar de él una oración sentida y profunda, una oración donde implora la salvación. Jesús le reprocha por sus miedos y denuncia su falta de fe, se presenta a nuestros ojos como Salvador; a la luz de la revelación de su superioridad divina.
Las dos lecturas ponen de manifiesto la presencia y la intervención de Dios en la vida cotidiana, es una presencia fuerte, majestuosa, que demuestra que Él se encuentra situado en el centro de nuestras vidas.
En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés, a causa la mujer cusita que había tomado por esposa.
Dijeron: «¿Ha hablado el Señor sólo a Moisés? ¿No nos ha hablado también a nosotros?»
El Señor lo oyó. Moisés era el hombre más sufrido del mundo.
El Señor habló de repente a Moisés, Aarón y María: «Salid los tres hacia la tienda del encuentro.»
Y los tres salieron. El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la tienda, y llamó a Aarón y María.
Ellos se adelantaron, y el Señor dijo: «Escuchad mis palabras: Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos. A él le hablo cara a cara; en presencia y no adivinando, contempla la figura del Señor. ¿Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?»
La ira del Señor se encendió contra ellos, y el Señor se marchó. Al apartarse la nube de la tienda, María tenía toda la piel descolorida, como nieve. Aarón se volvió y la vio con toda la piel descolorida.
Entonces Aarón dijo a Moisés: «Perdón, señor; no nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente. No la dejes a María como un aborto que sale del vientre, con la mitad de la carne comida.»
Moisés suplicó al Señor: «Por favor, cúrala.»
Palabra de Dios
Sal 50,3-4.5-6.12-13
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-36
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor
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La lectura del libro de los Números, introduce a tres hermanos que son personajes clave para el Éxodo: Moisés, Aarón y María. En medio de ellos está presente Dios como juez, amigo y protector de Moisés. Toda persona que pone su confianza en Dios encuentra piedras de tropiezos especialmente en la familia, envidias y murmuraciones. En este caso María y Aarón son incapaces de ver en Moisés sus cualidades, grandeza ni reconocer que es un elegido por Dios, para liberar al pueblo de la esclavitud, su desconfianza hacía ocurre porque desposó a una mujer etíope. Ellos quieren ser como él o superior a él, quieren tener el mismo poder profético de Moisés.
Pero Dios viene en ayuda de su siervo, le defiende y realiza un juicio solemne. El lugar de esta teofanía de Yahvé es la tienda del encuentro, lugar de la presencia de Dios, donde está presente con su gloria, simbolizada por la columna de nube y por la nube misma, que marca la presencia y el ausentarse de Dios.
Allí tiene lugar un juicio tan severo como sincero. Dios toma la defensa de Moisés. Entre la multitud de profetas presentes en el pueblo, es Moisés el profeta por excelencia; más aún, es el amigo y confidente de Dios. Las palabras con las que Yahvé toma defensa de Moisés son emotivas y ponen de manifiesto su singular elección como amigo y confidente: " A él le hablo cara a cara, a las claras y sin enigmas. Moisés contempla el semblante del Señor". El texto transmite la convicción del pueblo sobre la grandeza de Moisés, el amigo de Dios.
Fue María la que instó a su hermano Aarón para enfrentarse con Moisés y que fue ella la que tomó la palabra y la que llevó el peso de dicho enfrentamiento. El enfrentamiento entre los hermanos se saldó con la expulsión temporal del campamento y el castigo divino de la lepra para María por la deslealtad hacia su hermano. Al cabo de siete días, y al parecer por intercesión del Moisés, María fue perdonada y regresó al campamento, no obstante, el don de la profecía la había abandonado definitivamente.
El castigo de María es un signo, debido a que la oración confiada de Moisés, la audacia que muestra al pedir a dios la curación, manifiesta de verdad que habla a dios con la audacia confiada de un amigo.
El mensaje del Evangelio son los momentos de la oración y la soledad de Jesús, donde tiene intimidad con Dios padre a través de la oración. La semejanza entre la lectura de los números y el Evangelio es que Moisés es orante y amigo de Dios y Jesús no es el amigo sino el Hijo de Dios que ora constantemente para poder hacer la voluntad de Dios Padre, esta oración es intensa, dura toda la noche.
La relación íntima de Jesús con Dios Padre a través de la oración pone de manifiesto su trascendencia divina y humana, cuando camina sobre las aguas. Las palabras del maestro tranquiliza a los discípulos, que están lleno de miedo.
Pedro pescador y acostumbrado a las vicisitudes del mar de Galilea quiere caminar sobre las aguas como Jesús. Prueba hacerlo, pero está punto de hundirse, el miedo a la muerte hace brotar de él una oración sentida y profunda, una oración donde implora la salvación. Jesús le reprocha por sus miedos y denuncia su falta de fe, se presenta a nuestros ojos como Salvador; a la luz de la revelación de su superioridad divina.
Las dos lecturas ponen de manifiesto la presencia y la intervención de Dios en la vida cotidiana, es una presencia fuerte, majestuosa, que demuestra que Él se encuentra situado en el centro de nuestras vidas.
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