Lecturas del Miércoles 19 de julio. 15ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Éxodo 3,1-6.9-12

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.»
Respondió él: «Aquí estoy.»
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.»
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo: «El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora marcha, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas.»
Moisés replicó a Dios: «¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?»
Respondió Dios: «Yo estoy contigo; y ésta es la señal de que yo te envío: cuando saques al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en esta montaña.»



Palabra de Dios



Sal 102,1-2.3-4.6-7


R/. El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa 
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia 
y defiende a todos los oprimidos; 
enseñó sus caminos a Moisés 
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.




Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-27


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En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»

Palabra del Señor

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El libro del Éxodo nos relata la vocación y misión del liberador del pueblo de Israel. Moisés pastorea y conduce sus rebaños hacía el monte de Dios, Horeb, esta montaña también recibe el nombre de Sinaí. El nombre de Horeb parece aludir al carácter seco y rocoso de la montaña.

Dios se le manifiesta a Moisés en forma de llama de fuego, que es símbolo de la santidad  divina, porque implica la idea de purificación y apartamiento de todo lo sensible, por cuanto todo lo consume. La expresión ángel de Yahvé ha de entenderse como sinónimo de Yahvé mismo, de tal modo que Yahvé interviene en la historia solo por medio de sus enviados o ángeles.

Moisés repara la zarza de la que sale llama de fuego que no se consume y se acercó a contemplar tan inaudito prodigio, él oye una voz que le dice que no se acerque, porque el lugar en que está, es tierra santa. La declaración solemne de Dios indica que el hombre no debe acercarse sin purificarse a la zona de la santidad de Dios. Para los antiguos hebreos, lo característico de la divinidad es la santidad y para los griegos era la inmortalidad.

La idea de santidad en el A.T implica pureza, separación y trascendencia. Yahvé habita en una zona inaccesible, rodeado de una misteriosa atmósfera aislante, que es la santidad, de forma que está sobre todas las criaturas. Este texto es de trascendencia divina, Moisés no debe acercarse sin descalzarse los pies, porque el calzado era impuro, porque ha estado en contacto con muchas cosas impuras. Dios previene a Moisés la posibilidad de acercarse impuro ante su presencia, le reanima confiadamente, recordándoles las  antiguas promesas que Él dio a los descendientes de los grandes patriarcas, que consiste en darle la tierra de Canaán. Moisés antes estas declaraciones solemnes se cubrió el rostro, porque temía mirar a Yahvé.

Dios le comunica al aturdido Moisés, la finalidad de su aparición; Dios conoce la opresión de los israelita en mano de los egipcios y ha llegado la hora de liberarlos.     

El Evangelio nos transmite una de las pocas oraciones explícitas de Jesús recogidas en los Evangelios. Esta oración es una breve bendición dirigida a dios. el motivo es haberle revelado el Reino de Dios a los pequeños, antes que los sabios del mundo. 

Jesús después de la oración, hace unas afirmaciones impresionantes sobre sí mismo: dice, en primer lugar, todo le ha sido entregado. Jesús era consciente del gran poder que tenía, que era un don del Padre. En segundo lugar; Jesús afirma que nadie conoce al Hijo, sino el Padre, indicando de este modo su realidad divina y mesiánica, cosa que se escapaba a toda deducción humana.  

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