Lecturas del Sábado 12 de agosto. 18ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro del Deuteronomio 6,4-13
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El texto de la primera lectura es el más sagrado y más conocido del Antiguo Testamento, la confesión de fe que Moisés enseña de los mismos labios de Dios al pueblo elegido. Son unas frases que todo judío piadoso debe decir tres veces al día, vuelto hacía Jerusalén. Unas palabras sagradas que acompañan la vida cotidiana del pueblo de la Alianza y que fueron repetidas por millones de judíos en su triste peregrinación hacía la muerte en los hornos crematorios.
La primera afirmación: invitación a la confesión de fe en Dios, nuestro Dios, "Uno". Por lo tanto, se debe poner a Dios en primer lugar, amándolo con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
La importancia de Dios en la vida del israelita piadoso, la fuerza educativa y ética de sus preceptos, se ponen aún más de relieve en los versículos siguientes. Estos dibujan algo así como el hábitat de su vida: definen la atmósfera vital en la que está inmerso, el tema sagrado del que tiene que hablar siempre, la conciencia que debe mantener día y noche, en casa y en el trabajo.
Es un precepto que se convierte en proyecto educativo para los hijos, para que no se le olvide lo materializan. La exhortación de Moisés escribiendo los sagrados preceptos en las jambas de la puerte de casa, esta severa amonestación procede del uso de llevar escritos en una cajita, sobre la frente y sobre los brazos, junto al corazón los preceptos del Señor.
Como fondo una promesa no realizada todavía que se convierte en motor de esperanza para transformarse, a continuación, en memoria perenne de los dones de la tierra prometida y en signo de fidelidad: el temor de Dios, su servicio, la proclamación de la Alianza en su nombre.
Jesús en el Evangelio continúa con su actividad milagrosa y curadora, aspecto que produjo un fuerte impacto en las primeras comunidades cristianas. Éstas inmersa en el ambiente judío y pagano, exaltaron la figura de Cristo como médico. Aquí se trata de un caso especial. La enfermedad reviste forma patológicas de carácter psíquico, achacables a las fuerzas malignas y superiores que no es difícil atribuir en este contexto religiosos a la acción de Satanás, el enemigo de Dios, por tanto, enemigo del hombre.
Los síntomas descritos por el padre de su hijo, presentan las características de una crisis de epilepsia. Jesús aparece una vez más, como sucede con frecuencia en estas primicias de su evangelización, en contraste implacable con el demonio, origen del mal y de todos los males.
La indicación que los discípulos no han conseguido curar al muchacho sirve para dejar bien claro que Jesús cuenta con una evidente superioridad sobre ellos. Para estar a la altura de Jesús, para realizar sus mismo milagros, es preciso contar con una fe auténtica, fuerte, que permite a los discípulos identificarse con Él, con su persona, misión y su fuerza. Sin embargo, su fe es todavía débil e insuficiente. Jesús con una palabra, les invita a mostrarse atrevidos a la hora de pedir, a creer en su poder, hasta el absurdo. Les pide una fe capaz de trasladar montañas y en primer lugar, las de sus propios corazones.
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales. Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que juró a tus padres –a Abrahán, Isaac y Jacob– que te había de dar, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, comerás hasta hartarte. Pero, cuidado: no olvides al Señor que te sacó de Egipto, de la esclavitud. Al Señor, tu Dios, temerás, a él sólo servirás, sólo en su nombre jurarás.»
Palabra de Dios
Sal 17,2-3a.3bc-4.47.51ab
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza
Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca,
mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía,
refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,14-20
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»
Palabra del Señor
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El texto de la primera lectura es el más sagrado y más conocido del Antiguo Testamento, la confesión de fe que Moisés enseña de los mismos labios de Dios al pueblo elegido. Son unas frases que todo judío piadoso debe decir tres veces al día, vuelto hacía Jerusalén. Unas palabras sagradas que acompañan la vida cotidiana del pueblo de la Alianza y que fueron repetidas por millones de judíos en su triste peregrinación hacía la muerte en los hornos crematorios.
La primera afirmación: invitación a la confesión de fe en Dios, nuestro Dios, "Uno". Por lo tanto, se debe poner a Dios en primer lugar, amándolo con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
La importancia de Dios en la vida del israelita piadoso, la fuerza educativa y ética de sus preceptos, se ponen aún más de relieve en los versículos siguientes. Estos dibujan algo así como el hábitat de su vida: definen la atmósfera vital en la que está inmerso, el tema sagrado del que tiene que hablar siempre, la conciencia que debe mantener día y noche, en casa y en el trabajo.
Es un precepto que se convierte en proyecto educativo para los hijos, para que no se le olvide lo materializan. La exhortación de Moisés escribiendo los sagrados preceptos en las jambas de la puerte de casa, esta severa amonestación procede del uso de llevar escritos en una cajita, sobre la frente y sobre los brazos, junto al corazón los preceptos del Señor.
Como fondo una promesa no realizada todavía que se convierte en motor de esperanza para transformarse, a continuación, en memoria perenne de los dones de la tierra prometida y en signo de fidelidad: el temor de Dios, su servicio, la proclamación de la Alianza en su nombre.
Jesús en el Evangelio continúa con su actividad milagrosa y curadora, aspecto que produjo un fuerte impacto en las primeras comunidades cristianas. Éstas inmersa en el ambiente judío y pagano, exaltaron la figura de Cristo como médico. Aquí se trata de un caso especial. La enfermedad reviste forma patológicas de carácter psíquico, achacables a las fuerzas malignas y superiores que no es difícil atribuir en este contexto religiosos a la acción de Satanás, el enemigo de Dios, por tanto, enemigo del hombre.
Los síntomas descritos por el padre de su hijo, presentan las características de una crisis de epilepsia. Jesús aparece una vez más, como sucede con frecuencia en estas primicias de su evangelización, en contraste implacable con el demonio, origen del mal y de todos los males.
La indicación que los discípulos no han conseguido curar al muchacho sirve para dejar bien claro que Jesús cuenta con una evidente superioridad sobre ellos. Para estar a la altura de Jesús, para realizar sus mismo milagros, es preciso contar con una fe auténtica, fuerte, que permite a los discípulos identificarse con Él, con su persona, misión y su fuerza. Sin embargo, su fe es todavía débil e insuficiente. Jesús con una palabra, les invita a mostrarse atrevidos a la hora de pedir, a creer en su poder, hasta el absurdo. Les pide una fe capaz de trasladar montañas y en primer lugar, las de sus propios corazones.
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