Lecturas del Sábado 8 de julio. 13ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro del Génesis 27,1-5.15-29
La principal herencia que había de dejar un padre a sus hijos, no son los bienes materiales, sino la promesa de Dios, cuya atribución se había reservado Yahvé. La bendición paterna era algo sagrado, prenda de la prosperidad futura. Ahora llega el momento de la bendición de Isaac, ya viejo y ciego se le acercaba la muerte. Se dice que Isaac tenía preferencia por u hijo mayor Esaú, porque le gustaba cazar, en cambio Rebeca prefería a Jacob.
El patriarca le pide a Esaú que vaya a cazar para que le prepare un guiso, para después darle la bendición, él será su sucesor, quien competirá la autoridad sobre la familia y su representación entre los hombres y ante Dios, pues la primogenitura va ligado al sacerdocio familiar.
Rebeca quiere que la bendición recaiga sobre Jacob, así que manda a Jacob que traiga un cabrito para prepararlo según el gusto de Isaac, presentándole como si fuera el propio Esaú. Jacob es consciente que al pretender anticiparse a su hermano, es un engaño, que puede acarrearle una maldición paterna en vez de la bendición.
Rebeca viste a Jacob con la mejor ropa de Esaú, pues la solemnidad e importancia del momento de la bendición exige atuendo de fiesta. Para engañar a Isaac, reviste sus manos de pieles velludas, que dieran la impresión de ser manos de Esaú. Isaac reconoce a Jacob por la voz, pero al tocarlo piensa que es Esaú. El anciano padre desconfía y se admira de que haya encontrado rápidamente caza. Isaac le pide a Jacob que lo bese en señal y garantía de lo dicho, al acercarse siente el olor de Esaú, por el vestido de cazador, a punto de darle la bendición dice: Es el olor de mi hijo como el olor del campo. Es el perfume de la mies madura, como un fruto de un copioso rocío de los cielos, bendición de Dios.
El Evangelio de Mateo tiene el propósito de invitar a los judíos para que se adhieran a Jesús. Por eso el texto es una tradición de la cultura judía: el ayuno. Los discípulos de Juan predican la conversión y la austeridad y los fariseos fieles custodios de la Torah, coinciden con la practica del ayuno en el plan de Dios e interpelan el comportamiento de los discípulos de Jesús. Pero el Señor está mirando la realidad no desde la practica, sino desde la finalidad del plan divino. En presencia de Jesús se vive la alegría de la boda, es decir, la fidelidad de la Alianza, pro para comprenderla hay que tener un cambio de mentalidad, de lo contrario perdemos las primicias de la salvación que nos ofrece el Señor.
Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la vista, llamó a su hijo mayor: «Hijo mío.»
Contestó: «Aquí estoy.»
Él le dijo: «Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré. Toma tus aparejos, arco y aljaba, y sal al campo a buscarme caza; después me guisas un buen plato, como sabes que me gusta, y me lo traes para que coma; pues quiero darte mi bendición antes de morir.»
Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo. Salió Esaú al campo a cazar para su padre. Rebeca tomó un traje de su hijo mayor, Esaú, el traje de fiesta, que tenía en el arcón, y vistió con él a Jacob, su hijo menor; con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del cuello. Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había preparado y el pan.
Él entró en la habitación de su padre y dijo: «Padre.»
Respondió Isaac: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?»
Respondió Jacob a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste; incorpórate, siéntate y come lo que he cazado; después me bendecirás tú.»
Isaac dijo a su hijo: «¡Qué prisa te has dado para encontrarla!»
Él respondió: «El Señor, tu Dios, me la puso al alcance.»
Isaac dijo a Jacob: «Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo Esaú o no.»
Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo: «La voz es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú.»
Y no lo reconoció, porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo.
Le volvió a preguntar: «¿Eres tú mi hijo Esaú»
Respondió Jacob: «Yo soy.»
Isaac dijo: «Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré yo.»
Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió.
Isaac le dijo: «Acércate y bésame, hijo mío.»
Se acercó y lo besó.
Y, al oler el aroma del traje, lo bendijo, diciendo: «Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga.»
Palabra de Dios
Sal 134
R/. Alabad al Señor porque es bueno
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios. R/.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya. R/.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,14-17
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»
Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.»
Palabra del Señor
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El patriarca le pide a Esaú que vaya a cazar para que le prepare un guiso, para después darle la bendición, él será su sucesor, quien competirá la autoridad sobre la familia y su representación entre los hombres y ante Dios, pues la primogenitura va ligado al sacerdocio familiar.
Rebeca quiere que la bendición recaiga sobre Jacob, así que manda a Jacob que traiga un cabrito para prepararlo según el gusto de Isaac, presentándole como si fuera el propio Esaú. Jacob es consciente que al pretender anticiparse a su hermano, es un engaño, que puede acarrearle una maldición paterna en vez de la bendición.
Rebeca viste a Jacob con la mejor ropa de Esaú, pues la solemnidad e importancia del momento de la bendición exige atuendo de fiesta. Para engañar a Isaac, reviste sus manos de pieles velludas, que dieran la impresión de ser manos de Esaú. Isaac reconoce a Jacob por la voz, pero al tocarlo piensa que es Esaú. El anciano padre desconfía y se admira de que haya encontrado rápidamente caza. Isaac le pide a Jacob que lo bese en señal y garantía de lo dicho, al acercarse siente el olor de Esaú, por el vestido de cazador, a punto de darle la bendición dice: Es el olor de mi hijo como el olor del campo. Es el perfume de la mies madura, como un fruto de un copioso rocío de los cielos, bendición de Dios.
El Evangelio de Mateo tiene el propósito de invitar a los judíos para que se adhieran a Jesús. Por eso el texto es una tradición de la cultura judía: el ayuno. Los discípulos de Juan predican la conversión y la austeridad y los fariseos fieles custodios de la Torah, coinciden con la practica del ayuno en el plan de Dios e interpelan el comportamiento de los discípulos de Jesús. Pero el Señor está mirando la realidad no desde la practica, sino desde la finalidad del plan divino. En presencia de Jesús se vive la alegría de la boda, es decir, la fidelidad de la Alianza, pro para comprenderla hay que tener un cambio de mentalidad, de lo contrario perdemos las primicias de la salvación que nos ofrece el Señor.
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