Lecturas del Lunes 4 de septiembre. 22ª semana de Tiempo Ordinario
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18
La primera carta a los Colosenses está llena de cuestiones escatólogicas y describe el retorno del Señor, el día del advenimiento glorioso de Jesús al final de los tiempos. El lenguaje apocalíptico: la voz del arcángel Miguel, que asistirá a Dios en su juicio, el toque de trompeta, la bajada del cielo y la ascensión entre nubes, en el aire, con el cortejo formado por los bienaventurados. La orden celestial indica que el tiempo de la venida de Cristo es un tiempo fijado, un kairos que tendrá lugar en la historia según un designio preciso. Ese proyecto puede ser intuido, se puede entrever por inspiración divina, pero en última instancia, permanece escondido en las profundidades de Dios, Jesús mismo deberá esperar la señal celestial para iniciar su retorno entre los hombres.
La vida eterna está descrita en relación con el tiempo, en relación con Cristo: "Estaremos siempre con el Señor"
El Evangelio contiene el discurso del programa de Jesús y su misión, el texto nos narra una puerta de entrada o comienzo de su ministerio. El cumplimiento de las escrituras, proclamación del Evangelio a los pobres, Jesús como profeta escatológico es comparado con Elías y Eliseo, el anuncio del reino de Dios a las naciones.
En el centro se encuentra la Palabra de Jesús en función interpretativa. " Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura": la de Isaías en la que el profeta es enviado a proclamar el año de gracia del Señor. El tiempo de gracia es el hoy de Jesús, su existencia histórica, que realiza el proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad: los pobres, los prisioneros, los ciegos y los oprimidos son en primer lugar, los que no conocen al Señor, su rostro de gracia y de misericordia, que Jesús va a revelar. Ellos son las ovejas pérdidas de la casa de Israel, pero también los paganos, los extranjeros, a quienes está destinado el mensaje rechazado por los paisanos de Jesús, como atestigua la reacción de los habitantes de Nazaret.
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios
Salmo responsorial Sal 95,1.3.4-5.11-12a.12b-13
R/. El Señor llega a regir la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar
y cuanto lo llena; vitoreen los campos
y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega, ya llega
a regir la tierra: regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo" y' "haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún".»
Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor
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La vida eterna está descrita en relación con el tiempo, en relación con Cristo: "Estaremos siempre con el Señor"
El Evangelio contiene el discurso del programa de Jesús y su misión, el texto nos narra una puerta de entrada o comienzo de su ministerio. El cumplimiento de las escrituras, proclamación del Evangelio a los pobres, Jesús como profeta escatológico es comparado con Elías y Eliseo, el anuncio del reino de Dios a las naciones.
En el centro se encuentra la Palabra de Jesús en función interpretativa. " Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura": la de Isaías en la que el profeta es enviado a proclamar el año de gracia del Señor. El tiempo de gracia es el hoy de Jesús, su existencia histórica, que realiza el proyecto salvífico de Dios para toda la humanidad: los pobres, los prisioneros, los ciegos y los oprimidos son en primer lugar, los que no conocen al Señor, su rostro de gracia y de misericordia, que Jesús va a revelar. Ellos son las ovejas pérdidas de la casa de Israel, pero también los paganos, los extranjeros, a quienes está destinado el mensaje rechazado por los paisanos de Jesús, como atestigua la reacción de los habitantes de Nazaret.
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