Lecturas del Miércoles 23 de agosto. 20ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro de los Jueces 9,6-15

En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén. 
En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello: «¡Oídme, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero dijo el olivo: "¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la higuera: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la higuera: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la vid: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la vid: "¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la zarza: "Ven a ser nuestro rey." Y les dijo la zarza: "Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano."»



Palabra de Dios



Sal 20,2-3.4-5.6-7


R/. Señor, el rey se alegra por tu fuerza

Señor, el rey se alegra por tu fuerza, 
¡y cuánto goza con tu victoria! 
Le has concedido el deseo de su corazón, 
no le has negado lo que pedían sus labios. R/. 

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, 
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. 
Te pidió vida, y se la has concedido, 
años que se prolongan sin término. R/. 

Tu victoria ha engrandecido su fama, 
lo has vestido de honor y majestad. 
Le concedes bendiciones incesantes, 
lo colmas de gozo en tu presencia. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 20,1-16a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra del Señor

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El deseo de seguridad de un guia fuerte    impulsa a los israelitas a pedir a Gedeón que se convierta en rey. La respuesta de Gedeón remite a los israelitas a la verdad de su ser como pueblo cuyo único rey es Dios, pero, a pesar de ello, la presión psicológica ejercida por las poblaciones presentes impulsa a Israel a querer un rey. De ahí surge una dolorosa experiencia: Abimélec, hijo de Gedeón, nacido de una mujer cananea, se hace proclamar rey después de haber matado,  sobre una misma piedra a sus hermanos. Sólo se salvó el hijo pequeño, Yotán, porque se había escondido.

Yotán intenta convencerles de la inutilidad de un rey. Para ello echa mano de una fábula tomada de la sabiduría popular. La negativa del olivo, de la higuera y de la vid y la aceptación de la zarza pretenden demostrar la peligrosidad del tirano y la ruina a la que conduce su dominio. Pero nadie le escuchó. La realeza de Abimélec resultará destructora para la gente de Siquen y será ruinosa para el mismo Abimélec, muerto por la mano de una mujer y por la espada de un joven. La narración recuerda el Señorío de Dios, en el que solo el pueblo goza de plena dignidad y ve atendidos sus propios deseos de paz y de libertad.

En el Evangelio, se narra la misión de Jesús, siguiendo el mandato recibido del Padre. Él como peregrino, está realizando su santo viaje hacía Jerusalén, donde tendrá lugar su hora. El maestro partiendo de una experiencia que está a la vista de todos, quiere revelar el verdadero rostro de Dios, rico en misericordia y bondad. La experiencia es la del dueño que se acerca a los pobres, que esperan que alguien le de un trabajo  y Él los contrata para su viña. En función de su necesidad, los llama a diferentes horas, desde la mañana hasta la tarde. Ya había convenido el salario con los primeros obreros, pero al último le paga lo mismo. El comportamiento del dueño suscita una reacción de queja, ese comportamiento no es aceptable, es injusto.

El diálogo pone de manifiesto el verdadero problema, en el fondo no es la cuestión del salario lo que irrita a los obreros, sino el verse equiparados a los últimos. se quejan por envidia, de la bondad del dueño. Ese es el verdadero problema del conflicto.

Los primeros invitados para trabajar en la viña, no se quedan, se sienten superiores, se quejan, se niegan por envidia y celos. Es el misterio del corazón endurecido. Con esta parábola Jesús quiere preparar a sus discípulos para entrar en la visión del Padre y para que hagan suya la lógica del amor universal.

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