Lecturas Martes 22 de agosto. 20ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro de los Jueces 6,11-24a
Los israelitas ofendieron al Señor con su conducta y el Señor los entregó en poder de Madián durante siete años. Los acontecimientos relacionados con Gedeón que se narra en la lectura de los jueces, sacan de nuevo a la luz los criterio de lectura de la historia del pueblo de Israel: pecado- castigo, invocación-salvación, a lo que sigue un período de paz. El pecado de los israelitas es la infidelidad a la alianza: no escuchaban la voz del Señor y veneran a los dioses de los amorreos.
El pecado está difundido y habita incluso en la casa de Joás, padre de Gedeón, donde había construido un altar a Baal y plantado un árbol sagrado. Las incursiones de los madianitas son leídas como castigos de Dios. Son cada vez más duras y despiadadas, hasta el punto de que, por miedo a ellos, los israelitas tuvieron que refugiarse en las cuevas, cavernas y refugios que hay en los montes, a fin de poder defenderse, utilizaban lugares escondidos, para desgranar el trigo y protegerse de los robos.
En este clima de degradación moral y religiosa, de gran pobreza y miedo, había crecido Gedeón. Sin embargo, también él había vibrado ante las palabras del profeta enviado por Dios para despertar a su pueblo y había invocado a gritos la salvación.
El encuentro de Gedeón con el ángel del Señor, tiene lugar en este contexto de dolor y esperanza. El diálogo en el que se teje esta narración de su vocación nos ofrece un ejemplo de la relación de amor de Dios con su pueblo y de confianza, como educador, respeto a la persona que ha elegido para la misión de juez, es decir, para salvar a su pueblo. Invita a Gedeón a derribar el altar construido por su padre, a cortar el árbol sagrado y a construir un nuevo altar al Señor, su Dios, en la cima de la roca, donde ofrece un cabrito en holocausto, consumido con el fuego de la leña del árbol sagrado.
El temor qued vencido por la certeza interior de la presencia del Señor, Yo te envío, Yo estaré contigo. Su relación con Dios era fortalecida en los momentos significativos: el sacrificio ofrecido bajo el terebinto, el fuego que devora la carne y los panes sin levadura, el altar testigo del encuentro con el ángel del Señor, los signos del vellón de lana y del rocío, la prueba de fe en el poder de Dios, que le pedía que hiciera frente con trescientos hombres al poder de los madianitas.
Los israelitas gozaron del bien de la paz durante la vida de Gedeón, pero, después de su muerte, volvieron a dar culto a los ídolos y eligieron como dios a Baal Berit.
El Evangelio de hoy nos proporciona la respuesta de la pregunta que hace el joven al encontrarse con Jesús: ¿ Qué he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?. La respuesta de Jesús muestra un realismo descorcentante imposible para la mente humana, y nos revela el poder de Dios.
Esta narración nos pone de manifiesto el obstáculo que constituyen las riquezas, cuando se convierte en nuestro amo e ídolo, para entrar al Reino de Dios. El obstáculo es la idolatría al dios dinero, que sel puede rendir culto, hasta con sacrificios humanos, el prójimo.
Con la respuesta de Jesús, los discípulos quedan consternados y se preguntan: ¿ Quién podrá salvarse? , porque, recuerdan la debilidad humana, los apegos a las riquezas y ven difícil cumplir con las exigencias radicales propias del Reino de los cielos.
La salvación es un don amoroso por parte de Dios, ningún hombre, por rico que sea, no puede salvarse a sí mismo. El compromiso personal, incluido el dejarlo todo, no puede ser el precio que tiene la conquista de la salvación, sino expresión de acogida del don. No hay lugar en el Reino para una mentalidad fiscal que se preocupa por la recompensa. Los discípulos llevan todavía sobre sí signos de esta mentalidad. " Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿ Qué nos espera?. ¿ Cuál es nuestra recompensa?
El maestro lleva a los Doce al interior del designio de Dios: el don de la salvación para ellos es la participación en la misma gloria del Hijo del hombre, cuando haya llegado a su plenitud la regeneración del mundo, se sentarán con él a juzgar al pueblo de Israel, porque han compartido su misión con él.
En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.
El ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente.»
Gedeón respondió: «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó el Señor." La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»
El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»
Gedeón replicó: «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»
El Señor contestó: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»
Gedeón insistió: «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»
El Señor dijo: «Aquí me quedaré hasta que vuelvas.» Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.
El ángel del Señor le dijo: «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.» Así lo hizo.
Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.
Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó: «¡Ay, Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»
Pero el Señor le dijo: «¡Paz, no temas, no morirás!»
Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»
Palabra de Dios
Sal 84,9.11-12.13-14
R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.» R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. <R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,23-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»
Palabra del Señor
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El pecado está difundido y habita incluso en la casa de Joás, padre de Gedeón, donde había construido un altar a Baal y plantado un árbol sagrado. Las incursiones de los madianitas son leídas como castigos de Dios. Son cada vez más duras y despiadadas, hasta el punto de que, por miedo a ellos, los israelitas tuvieron que refugiarse en las cuevas, cavernas y refugios que hay en los montes, a fin de poder defenderse, utilizaban lugares escondidos, para desgranar el trigo y protegerse de los robos.
En este clima de degradación moral y religiosa, de gran pobreza y miedo, había crecido Gedeón. Sin embargo, también él había vibrado ante las palabras del profeta enviado por Dios para despertar a su pueblo y había invocado a gritos la salvación.
El encuentro de Gedeón con el ángel del Señor, tiene lugar en este contexto de dolor y esperanza. El diálogo en el que se teje esta narración de su vocación nos ofrece un ejemplo de la relación de amor de Dios con su pueblo y de confianza, como educador, respeto a la persona que ha elegido para la misión de juez, es decir, para salvar a su pueblo. Invita a Gedeón a derribar el altar construido por su padre, a cortar el árbol sagrado y a construir un nuevo altar al Señor, su Dios, en la cima de la roca, donde ofrece un cabrito en holocausto, consumido con el fuego de la leña del árbol sagrado.
El temor qued vencido por la certeza interior de la presencia del Señor, Yo te envío, Yo estaré contigo. Su relación con Dios era fortalecida en los momentos significativos: el sacrificio ofrecido bajo el terebinto, el fuego que devora la carne y los panes sin levadura, el altar testigo del encuentro con el ángel del Señor, los signos del vellón de lana y del rocío, la prueba de fe en el poder de Dios, que le pedía que hiciera frente con trescientos hombres al poder de los madianitas.
Los israelitas gozaron del bien de la paz durante la vida de Gedeón, pero, después de su muerte, volvieron a dar culto a los ídolos y eligieron como dios a Baal Berit.
El Evangelio de hoy nos proporciona la respuesta de la pregunta que hace el joven al encontrarse con Jesús: ¿ Qué he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?. La respuesta de Jesús muestra un realismo descorcentante imposible para la mente humana, y nos revela el poder de Dios.
Esta narración nos pone de manifiesto el obstáculo que constituyen las riquezas, cuando se convierte en nuestro amo e ídolo, para entrar al Reino de Dios. El obstáculo es la idolatría al dios dinero, que sel puede rendir culto, hasta con sacrificios humanos, el prójimo.
Con la respuesta de Jesús, los discípulos quedan consternados y se preguntan: ¿ Quién podrá salvarse? , porque, recuerdan la debilidad humana, los apegos a las riquezas y ven difícil cumplir con las exigencias radicales propias del Reino de los cielos.
La salvación es un don amoroso por parte de Dios, ningún hombre, por rico que sea, no puede salvarse a sí mismo. El compromiso personal, incluido el dejarlo todo, no puede ser el precio que tiene la conquista de la salvación, sino expresión de acogida del don. No hay lugar en el Reino para una mentalidad fiscal que se preocupa por la recompensa. Los discípulos llevan todavía sobre sí signos de esta mentalidad. " Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿ Qué nos espera?. ¿ Cuál es nuestra recompensa?
El maestro lleva a los Doce al interior del designio de Dios: el don de la salvación para ellos es la participación en la misma gloria del Hijo del hombre, cuando haya llegado a su plenitud la regeneración del mundo, se sentarán con él a juzgar al pueblo de Israel, porque han compartido su misión con él.
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