Lecturas del Miércoles 20 de septiembre. 24ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3,14-16
Pablo esperaba ir cuanto antes a Éfeso, decide escribir a Timoteo, porque si tardaba en llegar, no le faltaran los consejos aptos que le sirvieran de guía en la tarea de presidencia de la iglesia. Pablo llama a la iglesia casa de Dios, tanto en el sentido espiritual como en sentido de familia, porque todos los cristianos son familia de Dios. Al ser casa del Dios vivo y no de una divinidad vana y muerte ( ídolos), se comprende que la iglesia pueda ser la columna y fundamento de la verdad, sostenida por un apoyo de base más sólido.
La iglesia es guardiana no de una determinada verdad, sino del misterio de la fe, revelada por el mismo Dios a sus santos. Un misterio que se concentra y realiza en la persona de Cristo, el cual, después de su vida mortal, fue elevado por Dios gloriosamente y convertido en espíritu que da vida, que alimenta desde el interior, cimienta y compagina a su iglesia. Sólo a través de la iglesia se llega a Cristo.
El Evangelio exalta la figura de Juan el Bautista y la asocia a la de Jesús, frente a la generación que rechazaban a ambos. La parábola de los muchachos caprichosos nos ilustra la actitud del pueblo y los publicanos que reconocieron el valor del bautismo de Juan y los fariseos y maestros de la Ley que rechazaron este bautismo y no entraron a los designios de Dios. Con la actitud negativa de la generación de Juan de Jesús, no impedirá la realización del plan de Dios, porque la sabiduría ha quedado acreditada por todos lo que son sabios. Esta sabiduría es el sabio designio de Dios. Los sabios que lo justifican son aquellos que entran en este designio reconociendo a Juan y a Jesús como enviados de Dios, venidos a anunciar un nuevo plan de salvación para el mundo.
Quien tiene miedo de verse implicado en el plan de Dios su comportamiento es ambiguo, en cambio los pequeños, los pobres, los pecadores, los excluidos, que no tienen que defender sus esquemas y prejuicios intuyen el obrar de Dios en la historia humana.
Aunque espero ir a verte pronto, te escribo esto por si me retraso; quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la asamblea de Dios vivo, columna y base de la verdad. Sin discusión, grande es el misterio que veneramos: Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria.
Palabra de Dios
Sal 110,1-2.3-4.5-6
R/. Grandes son las obras del Señor
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.
Él da alimento, a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,31-35
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»
Palabra del Señor
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La iglesia es guardiana no de una determinada verdad, sino del misterio de la fe, revelada por el mismo Dios a sus santos. Un misterio que se concentra y realiza en la persona de Cristo, el cual, después de su vida mortal, fue elevado por Dios gloriosamente y convertido en espíritu que da vida, que alimenta desde el interior, cimienta y compagina a su iglesia. Sólo a través de la iglesia se llega a Cristo.
El Evangelio exalta la figura de Juan el Bautista y la asocia a la de Jesús, frente a la generación que rechazaban a ambos. La parábola de los muchachos caprichosos nos ilustra la actitud del pueblo y los publicanos que reconocieron el valor del bautismo de Juan y los fariseos y maestros de la Ley que rechazaron este bautismo y no entraron a los designios de Dios. Con la actitud negativa de la generación de Juan de Jesús, no impedirá la realización del plan de Dios, porque la sabiduría ha quedado acreditada por todos lo que son sabios. Esta sabiduría es el sabio designio de Dios. Los sabios que lo justifican son aquellos que entran en este designio reconociendo a Juan y a Jesús como enviados de Dios, venidos a anunciar un nuevo plan de salvación para el mundo.
Quien tiene miedo de verse implicado en el plan de Dios su comportamiento es ambiguo, en cambio los pequeños, los pobres, los pecadores, los excluidos, que no tienen que defender sus esquemas y prejuicios intuyen el obrar de Dios en la historia humana.
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