Lecturas del Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo
Lectura del libro del Éxodo 22,20-26
En el Antiguo Testamento era un deber moral y un modo de practicar la justicia en una sociedad sin estructuras jurídicas adecuadas; sin embargo y con frecuencia, degenerada y resultaba incontrolable. A pesar de los prejuicios, incluso la ley del talión, expresa el espíritu del código de la alianza, que es una ley de misericordia.
El texto de la primera lectura es una prueba de esta afirmación. Su lectura muestra que la Ley debe ser entendida como signo de la presencia de Dios, que es misericordioso con su pueblo y lo cuida con esmero y amor, de aquellos miembros más desasistidos e indigentes, desprovistos de defensor, vindicador o redentor de quienes carecen y están falto de clan, los extranjeros, de un padre o marido, el huérfano o la viuda, de un abogado, el pobre. De estas personas Dios se presenta como el defensor, o sea como abogado, marido, padre y familia.
Las relaciones entre los hombres, no deberían impregnarse ni de criterios egoístas ni de intereses económicos personales o grupales, sino de espíritu de solidaridad, compasión y comprensión, como Israel ha podido experimentar con Dios. La lectura inicia con el recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto y continua con unas enseñanzas que transpiran este espíritu de misericordia. No son simples normas de filantropía interracial e interclasista, sino expresiones de una exigencia teológica, quien ha conocido a Dios debe actuar conforme a la verdad de este Dios misericordioso y cariñoso que sale a su encuentro como liberador.
La comunidad de tesalónica es una iglesia muy joven. Hace poco tiempo ha recibido el mensaje del Evangelio y vive la frescura y la novedad de la vida de Cristo resucitado. Pablo se siente orgulloso y ve revivida su propia experiencia en la de esta comunidad.
Bajo la acción del único Espíritu, Jesús y los apóstoles, Pablo y sus comunidades, están embarcados en el mismo destino y se encuentran unidos por la misma vocación; son solidarios en el camino de la cruz y copartícipes de la alegría de los frutos de la resurrección. Por esta razón, como Pablo, la iglesia Tesalónica, ha llegado hacer modelo, punto referencia y foco de irradiación del Evangelio. Es una iglesia que imita de Pablo la alegría de vivir según el Evangelio; la alegría es un don del Espíritu Santo, que ha guiado a Jesús hasta la entrega de sí mismo y que ahora conduce a Pablo en medio de la pruebas y tribulaciones. La comunidad imita la entereza con la que Pablo acoge la persecución y los contratiempos por causa del Evangelio. Por esto los tesalonicenses se han convertido en un ejemplo a imitar para los cristianos de Grecia: " De esta manera habéis llegado a ser modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya".
La iglesia Tesalónica ha seguido de Pablo el ejemplo de la misma acogida entusiasta del Evangelio y se ha encargado de evangelizar al resto de Grecia con palabras y hechos, con la propia vida: " Y no sólo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la palabra del Señor". Cuanto ha sucedido en la conversión de los tesalonicenses es un poco de paradigma del Kerygma cristiano a los paganos; pasar del politeísmo idolátrico al monoteísmo confiado, " abandonar los ídolos para servir a Dios vivo y verdadero y adherirse a la revelación cristológica, que espera su pleno cumplimiento en la parusía, es decir, el regreso glorioso de Cristo y es tema fundamental de esta carta.
En el Evangelio la pregunta del escriba, experto en la Ley, no es sólo un recuerdo histórico de la confrontación entre Jesús y sus adversarios, siempre dispuestos a acabar con Él, sino un reflejo de las preocupaciones de la comunidad a la que se dirige Mateo. La comunidad quiere saber qué precepto resume todas las enseñanzas de la Ley y los profetas y evitar la confusión que supone el cumplimiento de una miríada de obligaciones y deberes. Los interlocutores de Jesús le preguntan cuál es el mandamiento más grande.
La respuesta de Jesús a la pregunta del escriba se articula en dos momentos: primero, se refiere al Shemá Israel que significa escucha Israel, la oración cotidiana de los judíos; después, la asocia con el precepto del amor al prójimo. Al final añade: "En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los profetas. El amor es la única respuesta verdaderamente adecuada que el creyente puede darle al Dios que lo ha amado primero y que le ofrece su amistad. Un amor, como ya enseñaba el Antiguo Testamento, único e indiviso, aglutinador de todos los componentes del ser, la inteligencia, la voluntad de la dispersión y encontrar la integración, una unidad de vida consciente y libre.
El verdadero amor a Dios, síntesis de la Ley, posee un nexo inseparable con el amor al prójimo: "El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a tí mismo". En caso contrario hay que denunciar el carácter hipócrita, tal como lo han hecho con insistentes avisos los profetas de Israel, de un culto formalista que no practique la justicia y la misericordia con el prójimo. La unidad inherente entre los dos mandamientos es indudablemente el corazón de la predicación profética y de la Torah, como muestra la primera lectura, tomada del antiguo código de la Alianza.
Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
Sal 17,2-3a.3bc-4.47.51ab
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza
Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca,
mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1,5c-10
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Palabra del Señor
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El texto de la primera lectura es una prueba de esta afirmación. Su lectura muestra que la Ley debe ser entendida como signo de la presencia de Dios, que es misericordioso con su pueblo y lo cuida con esmero y amor, de aquellos miembros más desasistidos e indigentes, desprovistos de defensor, vindicador o redentor de quienes carecen y están falto de clan, los extranjeros, de un padre o marido, el huérfano o la viuda, de un abogado, el pobre. De estas personas Dios se presenta como el defensor, o sea como abogado, marido, padre y familia.
Las relaciones entre los hombres, no deberían impregnarse ni de criterios egoístas ni de intereses económicos personales o grupales, sino de espíritu de solidaridad, compasión y comprensión, como Israel ha podido experimentar con Dios. La lectura inicia con el recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto y continua con unas enseñanzas que transpiran este espíritu de misericordia. No son simples normas de filantropía interracial e interclasista, sino expresiones de una exigencia teológica, quien ha conocido a Dios debe actuar conforme a la verdad de este Dios misericordioso y cariñoso que sale a su encuentro como liberador.
La comunidad de tesalónica es una iglesia muy joven. Hace poco tiempo ha recibido el mensaje del Evangelio y vive la frescura y la novedad de la vida de Cristo resucitado. Pablo se siente orgulloso y ve revivida su propia experiencia en la de esta comunidad.
Bajo la acción del único Espíritu, Jesús y los apóstoles, Pablo y sus comunidades, están embarcados en el mismo destino y se encuentran unidos por la misma vocación; son solidarios en el camino de la cruz y copartícipes de la alegría de los frutos de la resurrección. Por esta razón, como Pablo, la iglesia Tesalónica, ha llegado hacer modelo, punto referencia y foco de irradiación del Evangelio. Es una iglesia que imita de Pablo la alegría de vivir según el Evangelio; la alegría es un don del Espíritu Santo, que ha guiado a Jesús hasta la entrega de sí mismo y que ahora conduce a Pablo en medio de la pruebas y tribulaciones. La comunidad imita la entereza con la que Pablo acoge la persecución y los contratiempos por causa del Evangelio. Por esto los tesalonicenses se han convertido en un ejemplo a imitar para los cristianos de Grecia: " De esta manera habéis llegado a ser modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya".
La iglesia Tesalónica ha seguido de Pablo el ejemplo de la misma acogida entusiasta del Evangelio y se ha encargado de evangelizar al resto de Grecia con palabras y hechos, con la propia vida: " Y no sólo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la palabra del Señor". Cuanto ha sucedido en la conversión de los tesalonicenses es un poco de paradigma del Kerygma cristiano a los paganos; pasar del politeísmo idolátrico al monoteísmo confiado, " abandonar los ídolos para servir a Dios vivo y verdadero y adherirse a la revelación cristológica, que espera su pleno cumplimiento en la parusía, es decir, el regreso glorioso de Cristo y es tema fundamental de esta carta.
En el Evangelio la pregunta del escriba, experto en la Ley, no es sólo un recuerdo histórico de la confrontación entre Jesús y sus adversarios, siempre dispuestos a acabar con Él, sino un reflejo de las preocupaciones de la comunidad a la que se dirige Mateo. La comunidad quiere saber qué precepto resume todas las enseñanzas de la Ley y los profetas y evitar la confusión que supone el cumplimiento de una miríada de obligaciones y deberes. Los interlocutores de Jesús le preguntan cuál es el mandamiento más grande.
La respuesta de Jesús a la pregunta del escriba se articula en dos momentos: primero, se refiere al Shemá Israel que significa escucha Israel, la oración cotidiana de los judíos; después, la asocia con el precepto del amor al prójimo. Al final añade: "En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los profetas. El amor es la única respuesta verdaderamente adecuada que el creyente puede darle al Dios que lo ha amado primero y que le ofrece su amistad. Un amor, como ya enseñaba el Antiguo Testamento, único e indiviso, aglutinador de todos los componentes del ser, la inteligencia, la voluntad de la dispersión y encontrar la integración, una unidad de vida consciente y libre.
El verdadero amor a Dios, síntesis de la Ley, posee un nexo inseparable con el amor al prójimo: "El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a tí mismo". En caso contrario hay que denunciar el carácter hipócrita, tal como lo han hecho con insistentes avisos los profetas de Israel, de un culto formalista que no practique la justicia y la misericordia con el prójimo. La unidad inherente entre los dos mandamientos es indudablemente el corazón de la predicación profética y de la Torah, como muestra la primera lectura, tomada del antiguo código de la Alianza.
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