Lecturas del Jueves 26 de octubre. 29ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6,19-23
Pablo sigue reflexionando sobre el gran paso que se realiza en la vida del creyente, tanto por la fe que alimenta como por el bautismo que recibe. Nos encontramos delante de una contraposición entre el pasado y el presente, dos tiempos separados entre sí por el misterio pascual de muerte y de vida, que fue de Jesús y ahora es de sus discípulos. La vida cristiana es asimilable para Pablo, a un viaje, es necesario saber de donde vinimos, pero es así mismo indispensable saber hacía donde nos encaminamos. El camino de todo cristiano se desarrolla entre un pasado marcado por la esclavitud y un presente marcado por la libertad. El trecho camino que nos queda por recorrer está trazado claramente por Dios y su nombre es Jesús: el camino que estamos llamado a conocer y a recorrer.
La vida cristiana para Pablo, es semejante a un servicio marcado por una fuerte y decisiva separación. Antes estábamos en el servicio de la impureza y de la iniquidad y ahora estamos al servicio de la justicia y santidad. El hombre debe reconocer que es siervo de alguien, si no se hace siervo de Dios liberándose del pecado, acabará siendo siervo de satanás, subyugado por el pecado.
Para explicitar el pensamiento de Pablo, que hemos sido justificados o salvados por el amor de Dios mediante la fe, ya somos libres respecto a la justicia, sino que somos siervos de la justicia o de Dios.
El hombre no debe permanecer indiferente ante el Evangelio y sus enseñanzas, que es la propuesta que nos traído Jesús para salvarnos, propuesta que está impregnada de amor. El tono del discurso es autobiográfico: " He venido prender fuego a la tierra", so significa que para poder elegir que hacer y cómo vivir es necesario, antes que nada, resolver el dilema sobre la identidad de Jesús, quien no le reconozca en su verdadera identidad no podrá llevar a cabo decisiones dignas del seguimiento de Jesús. " Un fuego.. un bautismo, no se trata del fuego del Espíritu Santo, ni siquiera el fuego del juicio, sino del vivo deseo que alimenta Jesús de pasar por el fuego purificador de su pasión y muerte. Igualmente, Jesús desea pasar a través de ese bautismo de sangre que será su sacrificio en la cruz. Desde esta perspectiva, las imágenes de fuego y del bautismo nos proyectan hacia el final de la vida terrena de Jesús y hacía la cima de su ministerio, que culminará con al entrega total de sí mismo al Padre por amor a nosotros.
Frente al amor que nos ha atestiguado Jesús, es necesario reaccionar con amor verdadero y es la razón de responder a la llamada evangélica que implica dejar y tomar. Dejar todo lo que es contrario al Evangelio y a sus exigencias radicales para tomar la única cosa necesaria, la única persona necesaria: Jesús, el Hijo de Dios y redentor nuestro.
Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad, propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al servicio de la justicia para vuestra santificación. Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonzáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios
Sal 1,1-2.3.4.6
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Palabra del Señor
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La vida cristiana para Pablo, es semejante a un servicio marcado por una fuerte y decisiva separación. Antes estábamos en el servicio de la impureza y de la iniquidad y ahora estamos al servicio de la justicia y santidad. El hombre debe reconocer que es siervo de alguien, si no se hace siervo de Dios liberándose del pecado, acabará siendo siervo de satanás, subyugado por el pecado.
Para explicitar el pensamiento de Pablo, que hemos sido justificados o salvados por el amor de Dios mediante la fe, ya somos libres respecto a la justicia, sino que somos siervos de la justicia o de Dios.
El hombre no debe permanecer indiferente ante el Evangelio y sus enseñanzas, que es la propuesta que nos traído Jesús para salvarnos, propuesta que está impregnada de amor. El tono del discurso es autobiográfico: " He venido prender fuego a la tierra", so significa que para poder elegir que hacer y cómo vivir es necesario, antes que nada, resolver el dilema sobre la identidad de Jesús, quien no le reconozca en su verdadera identidad no podrá llevar a cabo decisiones dignas del seguimiento de Jesús. " Un fuego.. un bautismo, no se trata del fuego del Espíritu Santo, ni siquiera el fuego del juicio, sino del vivo deseo que alimenta Jesús de pasar por el fuego purificador de su pasión y muerte. Igualmente, Jesús desea pasar a través de ese bautismo de sangre que será su sacrificio en la cruz. Desde esta perspectiva, las imágenes de fuego y del bautismo nos proyectan hacia el final de la vida terrena de Jesús y hacía la cima de su ministerio, que culminará con al entrega total de sí mismo al Padre por amor a nosotros.
Frente al amor que nos ha atestiguado Jesús, es necesario reaccionar con amor verdadero y es la razón de responder a la llamada evangélica que implica dejar y tomar. Dejar todo lo que es contrario al Evangelio y a sus exigencias radicales para tomar la única cosa necesaria, la única persona necesaria: Jesús, el Hijo de Dios y redentor nuestro.
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