Lecturas del Miércoles 11 de octubre. 27ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la profecía de Jonás 4,1-11
Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos: «Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.»
Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?»
Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.»
Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»
Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.»
Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»
Palabra de Dios
Sal 85,3-4.5-6.9-10
R/. Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti. R/.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Palabra del Señor
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El libro termina con una pregunta que supone un desafío para la gente del tiempo del autor y para todos sus lectores: ¿"No voy a tener yo compasión de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que aún distinguen entre el bien y el mal?. ¿ Acaso Dios no es libre? ¿ O debe actuar como piensa Jonás siguiendo las estrechas limitaciones de la justicia humana? ¿ Puede quedarse Dios insensible frente a la suerte del hombre que Él mismo ha creado, aunque viva lejos de Él?
Como cristiano no basta escuchar y leer la Palabra de Dios y prestar un servicio, sino que debemos fortalecernos con la oración, pero orar de una manera justa, a partir de la visión justa de Dios. Jesús al enseñarnos a orar, nos enseña que Dios es nuestro Padre y que da su Reino a quienes se lo piden con confianza. El padrenuestro glorifica al Padre a través de la venida de su Reino en la historia. en él se pide alimento suficiente para cada día y perdón misericordioso de las culpas. Las peticiones son necesarias porque el hombre está expuesto a diario al peligro de la tentación, peligro del fracaso definitivo o escatológico, peligro a perder el gran e insustituible don del Reino.
En la oración del Señor aparece el sentido de Dios y el sentido del hombre, de la bondad infinita del Padre y las limitaciones de la criatura, menesterosa de todo, desde el alimento al perdón: aparece el don del Reino y la dificultad que supone aceptarlo en el orden concreto, el esplendor divino que se inclina sobre la pobre condición humana y las nieblas de la vida cotidiana. Aparece todo el camino del hombre, don y tarea, grandeza y miseria, llamado a ser hijo y hermano de sus semejantes, pero, al mismo tiempo, tentado a responder de manera negativa.
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