Lecturas del Domingo 32º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Lectura del libro de la Sabiduría 6,12-16
En la Biblia, el sabio es quien teme a Dios y se aparta del mal. Nuestro autor quiere suscitar en sus oyentes el movimiento de desear la sabiduría y salir a su encuentro. La sabiduría viene representada con la imagen de una bella joven, radiante, atractiva y anhelada, sentada a la puerta de su casa y dispuestas a entregarse totalmente a los suyos. La sabiduría es comparada con una amiga o una esposa. El hombre justo la ama, la desea, sale a su búsqueda desde muy temprano y la encuentra sentada en su puerta. L mismo ocurre con Dios, Él se deja hallar por quien lo busca, Él sale a su encuentro, como un buen padre con su hijo. Lo importante es hacerse discípulo y aprender las sabías enseñanza de la vida.
El comportamiento de Dios con el hombre es siempre el mismo, se da gratuito y graciosamente, es misterioso y solícito y trata a todos con cariño. Al hombre se le pide la disponibilidad, apertura y espera vigilante. Dios se hace el encontradizo con aquel que lo busca con corazón sincero y manifiesta buena disposición interior para acoger su palabra. Esto ha hecho el Hijo, eterna fuerza de Dios y sabiduría de Dios, que ha venido al encuentro de la humanidad en el misterio de la encarnación. Él siempre ha estado abierto a la Palabra del Padre y a su plan de salvación y ha recorrido los caminos del hombre para buscarlo, atraerlo y ofrecerle un modo de vivir, es decir, la sabiduría.
El discurso de Pablo a los tesalonicense es sencillo y lleno de imágenes, él hace referencia a la convicción de estar vivos en el momento de la parusía y de este modo poder ver y admirar la venida gloriosa de Cristo. El apóstol no quiere que sus hermanos en la fe se aflijan como los que no tienen esperanza.
El cristiano se distingue por la esperanza, el hombre de fe se distingue porque es capaz de esperar. Los tesalonicenses conscientes de la inseguridad del momento presente, siempre estarán expectantes, unidos a Cristo en la fe, en la esperanza y en la caridad y recibirán la salvación que Jesús le ha conseguido con su muerte y resurrección. La esperanza cristiana se fundamenta en la resurrección del señor. La vida para el creyente no termina aquí, tiene un futuro y éste es el gran gozo: " Consolaos, unos a otros con estas palabras". Pablo basa sus palabras en la esperanza, que es la comunión entre los creyentes y el Señor. Jesús los reunirá y vivirán para siempre en común unión con él.
La parábola de las diez vírgenes, forma parte del discurso escatológico y se pretende conseguir un doble propósito: mantener viva la certeza del retorno del Señor e indicar una sana sugerencia sobre cómo comportarse en el tiempo de vigilancia. Los peligros existen y deben ser superados por el cristiano, a saber vivir con vigilante impaciencia, despreocupado de los afanes del mundo, sería una evasión, afanarse por las cosas del mundo, hasta despreocuparse de estar vigilante, sería una mundanización. La parábola ofrece una sabia enseñanza: hay que ser previsores y estar preparados ante cualquier eventualidad, sin desanimarse con facilidad o hacer excesivos cálculos. Olvidarse del Señor o no tener paciencia para esperar su vuelta es un riesgo, igual que relajarse y descuidar la actitud vigilante. No cuenta si la segunda venida de Jesús es inmediata o se demora, sino estar preparados, porque todos los momentos son decisivos para la salvación.
La sabiduría del cristiano está en un planteamiento prudente de la vida y no en teorías especulativas. La seriedad del momento presente exige preparación y compromiso personal. Cuando venga el esposo, solo aquellos que tiene las lámparas con aceite suficiente entrarán con ël a la boda. Los no preparados, no previsores, encontrarán la puerta cerrada, excluidos definitivamente del Reino. Será inútil golpear la puerta, la respuesta es: " Os aseguro que no os conozco"
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
Palabra de Dios
Sal 62,2.3-4.5-6.7-8
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas
canto con júbilo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4,13-17
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
Palabra del Señor
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El comportamiento de Dios con el hombre es siempre el mismo, se da gratuito y graciosamente, es misterioso y solícito y trata a todos con cariño. Al hombre se le pide la disponibilidad, apertura y espera vigilante. Dios se hace el encontradizo con aquel que lo busca con corazón sincero y manifiesta buena disposición interior para acoger su palabra. Esto ha hecho el Hijo, eterna fuerza de Dios y sabiduría de Dios, que ha venido al encuentro de la humanidad en el misterio de la encarnación. Él siempre ha estado abierto a la Palabra del Padre y a su plan de salvación y ha recorrido los caminos del hombre para buscarlo, atraerlo y ofrecerle un modo de vivir, es decir, la sabiduría.
El discurso de Pablo a los tesalonicense es sencillo y lleno de imágenes, él hace referencia a la convicción de estar vivos en el momento de la parusía y de este modo poder ver y admirar la venida gloriosa de Cristo. El apóstol no quiere que sus hermanos en la fe se aflijan como los que no tienen esperanza.
El cristiano se distingue por la esperanza, el hombre de fe se distingue porque es capaz de esperar. Los tesalonicenses conscientes de la inseguridad del momento presente, siempre estarán expectantes, unidos a Cristo en la fe, en la esperanza y en la caridad y recibirán la salvación que Jesús le ha conseguido con su muerte y resurrección. La esperanza cristiana se fundamenta en la resurrección del señor. La vida para el creyente no termina aquí, tiene un futuro y éste es el gran gozo: " Consolaos, unos a otros con estas palabras". Pablo basa sus palabras en la esperanza, que es la comunión entre los creyentes y el Señor. Jesús los reunirá y vivirán para siempre en común unión con él.
La parábola de las diez vírgenes, forma parte del discurso escatológico y se pretende conseguir un doble propósito: mantener viva la certeza del retorno del Señor e indicar una sana sugerencia sobre cómo comportarse en el tiempo de vigilancia. Los peligros existen y deben ser superados por el cristiano, a saber vivir con vigilante impaciencia, despreocupado de los afanes del mundo, sería una evasión, afanarse por las cosas del mundo, hasta despreocuparse de estar vigilante, sería una mundanización. La parábola ofrece una sabia enseñanza: hay que ser previsores y estar preparados ante cualquier eventualidad, sin desanimarse con facilidad o hacer excesivos cálculos. Olvidarse del Señor o no tener paciencia para esperar su vuelta es un riesgo, igual que relajarse y descuidar la actitud vigilante. No cuenta si la segunda venida de Jesús es inmediata o se demora, sino estar preparados, porque todos los momentos son decisivos para la salvación.
La sabiduría del cristiano está en un planteamiento prudente de la vida y no en teorías especulativas. La seriedad del momento presente exige preparación y compromiso personal. Cuando venga el esposo, solo aquellos que tiene las lámparas con aceite suficiente entrarán con ël a la boda. Los no preparados, no previsores, encontrarán la puerta cerrada, excluidos definitivamente del Reino. Será inútil golpear la puerta, la respuesta es: " Os aseguro que no os conozco"
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