Lecturas del Domingo 34º del Tiempo Ordinario - Ciclo A. Jesucristo rey del universo
Lectura de la profecía de Ezequiel 34,11-12.15-17
La lectura del profeta Ezequiel está dirigida a los responsables del pueblo, utiliza la imagen del pastor. Dios reprueba a los reyes y a cuantos estaban investidos de poder, como los sacerdotes y los escribas, porque han faltado a sus deberes y han incumplido las funciones de guiar al pueblo. Todo lo que han hecho con las ovejas de Israel ha sido nefasto, deletéreo y mortal, han pensado siempre en ellos y nunca en el pueblo., han empleado la violencia con sus hermanos y los han entregado en las manos de los pueblos vecinos.
Al rey, Dios le echa en cara su culpa y le anuncia que le quitará el pueblo y el mismo cuidará y apacentará a su rebaño como rey y Mesías. No es cuestión de sustituir unos jefes indignos por otros para que conduzcan al pueblo, ni es cuestión de invertir en el orden,se trata del anuncio de una teocracia la profecía se hizo realidad, a la vuelta del destierro de Babilonia, el resto de Israel, no volvió a tener más un rey, sino la anunciada teocracia. Dios mismo alimentará a su pueblo, proveerá sus necesidades y los deseos de todos.
Ezequiel inauguró a sí la nueva teocracia divina, en la cual Cristo, verdadero pastor del pueblo, puso a sus enemigos como escabel de sus pies. Él, no desperdiga, sino que reúne, conduce a los pastos de la oveja pérdida y venda a la herida. Estos son los rasgos que los Evangelios le aplican a Cristo. El rey Mesías es el rey para los demás, su majestad es servicio, no dominio, es entrega de si mismo y predilección por los pobres y los débiles.
El texto de la carta de San Pablo relaciona la soberanía de Jesús con la resurrección y la victoria sobre el pecado y la muerte. Es una visión grandiosa de la realeza de Cristo. Jesús, aunque ha resucitado, aún está en la lucha contra el pecado del mundo y la muerte. Al final, las potencias del mal y de la muerte serán derrotadas y Cristo podrá entregar su Reino al Padre..
El primogénito de la nueva humanidad, Jesucristo, el resucitado, que se ha liberado de toda esclavitud. Él no ha querido ser único en triunfar sobre la muerte, sino que ha unido consigo a la iglesia, indicándole los medios prácticos para vencer la muerte y el mal.
El primer Adán, arrastró a la humanidad a la muerte, mientras que el segundo Adán, Jesucristo, arrastra a los suyos a la resurrección. E ya he resucitado como primicia, como la primera cédula del mundo nuevo. Después de su venida, resucitarán los que pertenezcan a Cristo. El último enemigo que será destruido será la muerte.
El Evangelio es la visión del juicio final. Jesús no pronunció este discurso con al intención de describirnos los acontecimientos finales relativos al juicio definitivo. Jesús ha querido inculcarnos los medios concretos para salir victoriosos en la prueba final de la vida, cuando toda la humanidad se encuentre frente a Él, como rey universal restaurando su Reino. El texto se encuentra articulado en tres partes: una, la introducción, que presenta la llegada del Hijo del Hombre, la convocación de los pueblos y la separación de los mismos; otra, el diálogo del rey con los de un lado, quienes entrarán y tomarán posesión de su Reino y a continuación, los del otro lado, los excluidos y la última, la concluisón, que reanuda y ejecuta las distintas sentencias.
La parte más importante del texto es la que se fija y con insistencia, en las actitudes de amor o indiferencia, es decir, la acogida amorosa o el rechazo de los pobres y necesitados. Las obras de misericordias y gratuitas son premiadas por Dios.
Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear –oráculo del Señor Dios–. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido. Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrio.»
Palabra de Dios
Sal 22,1-2a.2b-3.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar. R/.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 15,20-26.28
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Palabra del Señor
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Al rey, Dios le echa en cara su culpa y le anuncia que le quitará el pueblo y el mismo cuidará y apacentará a su rebaño como rey y Mesías. No es cuestión de sustituir unos jefes indignos por otros para que conduzcan al pueblo, ni es cuestión de invertir en el orden,se trata del anuncio de una teocracia la profecía se hizo realidad, a la vuelta del destierro de Babilonia, el resto de Israel, no volvió a tener más un rey, sino la anunciada teocracia. Dios mismo alimentará a su pueblo, proveerá sus necesidades y los deseos de todos.
Ezequiel inauguró a sí la nueva teocracia divina, en la cual Cristo, verdadero pastor del pueblo, puso a sus enemigos como escabel de sus pies. Él, no desperdiga, sino que reúne, conduce a los pastos de la oveja pérdida y venda a la herida. Estos son los rasgos que los Evangelios le aplican a Cristo. El rey Mesías es el rey para los demás, su majestad es servicio, no dominio, es entrega de si mismo y predilección por los pobres y los débiles.
El texto de la carta de San Pablo relaciona la soberanía de Jesús con la resurrección y la victoria sobre el pecado y la muerte. Es una visión grandiosa de la realeza de Cristo. Jesús, aunque ha resucitado, aún está en la lucha contra el pecado del mundo y la muerte. Al final, las potencias del mal y de la muerte serán derrotadas y Cristo podrá entregar su Reino al Padre..
El primogénito de la nueva humanidad, Jesucristo, el resucitado, que se ha liberado de toda esclavitud. Él no ha querido ser único en triunfar sobre la muerte, sino que ha unido consigo a la iglesia, indicándole los medios prácticos para vencer la muerte y el mal.
El primer Adán, arrastró a la humanidad a la muerte, mientras que el segundo Adán, Jesucristo, arrastra a los suyos a la resurrección. E ya he resucitado como primicia, como la primera cédula del mundo nuevo. Después de su venida, resucitarán los que pertenezcan a Cristo. El último enemigo que será destruido será la muerte.
El Evangelio es la visión del juicio final. Jesús no pronunció este discurso con al intención de describirnos los acontecimientos finales relativos al juicio definitivo. Jesús ha querido inculcarnos los medios concretos para salir victoriosos en la prueba final de la vida, cuando toda la humanidad se encuentre frente a Él, como rey universal restaurando su Reino. El texto se encuentra articulado en tres partes: una, la introducción, que presenta la llegada del Hijo del Hombre, la convocación de los pueblos y la separación de los mismos; otra, el diálogo del rey con los de un lado, quienes entrarán y tomarán posesión de su Reino y a continuación, los del otro lado, los excluidos y la última, la concluisón, que reanuda y ejecuta las distintas sentencias.
La parte más importante del texto es la que se fija y con insistencia, en las actitudes de amor o indiferencia, es decir, la acogida amorosa o el rechazo de los pobres y necesitados. Las obras de misericordias y gratuitas son premiadas por Dios.
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