Lecturas del Miércoles 8 de noviembre. 31ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 13,8-10
Pablo nos recuerda la existencia de una deuda que nunca puede ser liquidada, no es preciso cansarse de pagar, el amor recíproco. E amor resume los mandamientos y es la plenitud de la Ley.
San Pablo dedica un gran espacio a valorar críticamente la función de la Ley, para que cumpla la justicia de la ley, en última instancia, más que un camino, el amor gratuito de Cristo, ha venido para darle cumplimiento y no para abolirla. Consiste este amor en mostrarse sencillo a la hora de hacer el bien, en no cerrar los ojos a las contiendas y los celos devolviendo mal por mal, que es dejarse vencer por el mal, pues se vence al mal con el bien.
Amor al otro, es un amor que Cristo, que siendo Dios ha querido resumirlo en su pasión, muerte y resurrección y nos ha dado ejemplo para que con Él transformemos nuestras vidas para participar en la plenitud de Dios. Porque si el amor asume y cumple la ley, es Cristo quien resume y realiza de manera cabal nuestra humanidad.
La palabra de Jesús y las maravillas que realizó, le procuraron que le siguiera mucha gente, ahora le vemos insistiendo en las exigencias que implica l seguimiento. En primer lugar, es preciso volver a apostar por la gratuidad y poner en cuestión nuestros propios vínculos afectivos e incluso nuestra propia vida, el texto nos dice que se debe renunciar en vez de odiar. El hombre de la parábola había comprendido bien que estaba justificado no poder corresponder a una invitación a cenar. Es preciso renunciar a todo lo que tiene.
Los urgente es buscar el Reino de Dios, el seguimiento asume la forma de la pobreza de afecto, de bienes materiales, dejarlo todo para ponerse detrás de uno, llevando la propia cruz. No se trata de odiar, sino de la imposibilidad de servir a dos señores, de tener dos absolutos en nuestra propia vida.
La decisión de seguir a Cristo debe ser meditada y es necesario valorar los recursos disponibles para construir una torre y la oportunidad de hacer frente al enemigo declarando la guerra o preparando la paz. Es preciso calcular nuestra propia capacidad y fuerza, pero sabiendo que el Maestro que tuvo la necesidad de consuelo, porque para Dios todo es posible.
A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.
Palabra de Dios
Sal 111,1-2.4-5.9
R/. Dichoso el que se apiada y presta
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.
En las tinieblas brilla
como una luz el que es justo,
clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. R/.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
Palabra del Señor
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San Pablo dedica un gran espacio a valorar críticamente la función de la Ley, para que cumpla la justicia de la ley, en última instancia, más que un camino, el amor gratuito de Cristo, ha venido para darle cumplimiento y no para abolirla. Consiste este amor en mostrarse sencillo a la hora de hacer el bien, en no cerrar los ojos a las contiendas y los celos devolviendo mal por mal, que es dejarse vencer por el mal, pues se vence al mal con el bien.
Amor al otro, es un amor que Cristo, que siendo Dios ha querido resumirlo en su pasión, muerte y resurrección y nos ha dado ejemplo para que con Él transformemos nuestras vidas para participar en la plenitud de Dios. Porque si el amor asume y cumple la ley, es Cristo quien resume y realiza de manera cabal nuestra humanidad.
La palabra de Jesús y las maravillas que realizó, le procuraron que le siguiera mucha gente, ahora le vemos insistiendo en las exigencias que implica l seguimiento. En primer lugar, es preciso volver a apostar por la gratuidad y poner en cuestión nuestros propios vínculos afectivos e incluso nuestra propia vida, el texto nos dice que se debe renunciar en vez de odiar. El hombre de la parábola había comprendido bien que estaba justificado no poder corresponder a una invitación a cenar. Es preciso renunciar a todo lo que tiene.
Los urgente es buscar el Reino de Dios, el seguimiento asume la forma de la pobreza de afecto, de bienes materiales, dejarlo todo para ponerse detrás de uno, llevando la propia cruz. No se trata de odiar, sino de la imposibilidad de servir a dos señores, de tener dos absolutos en nuestra propia vida.
La decisión de seguir a Cristo debe ser meditada y es necesario valorar los recursos disponibles para construir una torre y la oportunidad de hacer frente al enemigo declarando la guerra o preparando la paz. Es preciso calcular nuestra propia capacidad y fuerza, pero sabiendo que el Maestro que tuvo la necesidad de consuelo, porque para Dios todo es posible.
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