Lecturas de Martes 7 de noviembre. 31ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12,5-16a
Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.
Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor, Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.
Palabra de Dios
Sal 130,1.2.3
R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R/.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»
Palabra del Señor
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El anuncio de la gracia, el anuncio de la Buena noticia de que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, la novedad del amor gratuito del Padre, hace que Pablo resalte el código de la nueva humanidad: si Dios es amor gratuito, también los hombres deben concebir su vida como don.
Los cristianos constituyen en Cristo, los muchos y diversos miembros de un único cuerpi. A cada uno de ellos se le da un don, una manifestación diferente de la gracia, un modo específico de vivir la gratuidad. Lo que importa es entender el don como don, no como posesión, como algo dado para la utilidad común para edificar la comunidad en la caridad, para que cada uno camine con los otros hacía la plena humanidad de Cristo.
Es preciso cultivar la humildad y la caridad. La humildad consiste en tener una justa valoración de nosotros mismos, para servir al Señor en la comunidad llevando a cabo lo que nos corresponde con pasión y con sencillez. La caridad es el modo y el fin del servicio, una actitud bendecidora respecto a cada hombre, una compasión que comparte los sentimientos del otro acogiendo sus alegrías y sus dolores, una confianza serena y perseverante en la oración que atraviesa las estaciones de la tribulación y de la esperanza. la caridad concluye la hipocresía para animar de manera auténtica las fibras de nuestra existencia.
En la comida a la que habían invitado en casa del fariseo, Jesús, apoyándose en las palabras de uno de los comensales, se inspira una vez más en el contexto de la comida para contar una parábola que trata del tema de la urgencia de responder a la llamada del Reino. La parábola habla de un hombre que dio una gran cena e invitó a muchos. Todos los invitados se justifican a la hora de asistir al banquete y no asisten. El Señor se irritó y como deseaba que su casa se llenara, mando a llamar a los pobres y lisiados, a los ciegos y a los cojos.
La cena preparada puede referirse a la Pascua preparada para los discípulos antes de la pasión y en definitiva, al banquete del reino, si todo está preparado y la invitación es gratuita, sólo es preciso estar disponible. la hora de la cena es el hoy de la salvación, que pide una pronta respuesta a la llamada del Señor.
Hay muchos sitios en la sala del banquete, pero es fácil encontrar excusas, aducir pretextos. Muchos se dejan tentar por la invitación, pero luego sienten otras voces más fuertes, dan prioridad a otros bienes materiales o afectivos, campos, bueyes, mujer. Sólo el que paga el precio de la renuncia recibirá cien veces más.
Los que no responden a la invitación son reemplazados con facilidad por otros recogidos por las calles, plazas e incluso por las veredas. La bienaventuranza de quien come el pan del Reino , no es un privilegio, sino algo puramente gratuito que sólo espera ser acogido. Ninguno de los que la rechazan podrá saborear la alegría la fiesta y el banquete.
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