Lecturas del Viernes 17 de noviembre. 32ª semana del Tiempo Ordinari
Lectura del libro de la Sabiduría 13,1-9
El texto del libro de la sabiduría reflexiona sobre la grandeza y belleza de la naturaleza, es posible que esta reflexión nazca de la meditación del libro del Génesis, sobre el origen del cosmo, se resalta la grandeza de lo creado y el poder de Dios.
El autor nos invita a remontarnos al señor de todas las criaturas, al que ha formado todo lo que existe, puesto que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas (Rm 1,20) ha dejado en la creación sus huellas para que todos puedan encontrarle. Sin embargo, no siempre los hombres le reconocieron, no le han encontrado, se han equivocado dejándose seducir por las apariencias y por la belleza de las cosas, llegando a considerar en ocasiones como dioses a los elementos de la naturaleza. Su ignorancia no es , en definitiva, excusable, pues lo que se puede conocer de Dios lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se lo ha revelado.
El Evangelio reflexiona sobre los últimos tiempos, Jesús se remite a los acontecimientos de Noé y de Lot con su consorte para caracterizar los días del Hijo del Hombre. Como en tiempo de Noé y Lot, el diluvio y el fuego, respectivamente, sorprendieron a los hombres, ocupados en comer, beber, casarse, trabajar, también es posible que ahora la venida del Señor nos coja sin estar preparados.
Hay que mirar bien, a qué se dirige nuestra atención, comer, beber y darse a la alegría, es el proyecto del rico necio. No son los enseres, las realidades materiales, lo que nos dará la vida, al contrario, tras haber convertido a Dios en el fulcro de nuestra vida, es preciso renunciar a ellas, sin echar la vista atrás, como lo hizo la mujer de Lot. Recogiendo ahora lo que ya había dicho: " El que intente. salvar su vida la perderá, pero al que la pierda la salvará.
Hombres y mujeres tienen que estar preparados, donde cada uno se encuentre, porque allí, donde cada uno desarrolla su vida, allí le visita el Señor
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el ser. Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?
Palabra de Dios
Sal 18,2-3.4-5
R/. El cielo proclama la gloria de Dios
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor
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El autor nos invita a remontarnos al señor de todas las criaturas, al que ha formado todo lo que existe, puesto que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, a través de las cosas creadas (Rm 1,20) ha dejado en la creación sus huellas para que todos puedan encontrarle. Sin embargo, no siempre los hombres le reconocieron, no le han encontrado, se han equivocado dejándose seducir por las apariencias y por la belleza de las cosas, llegando a considerar en ocasiones como dioses a los elementos de la naturaleza. Su ignorancia no es , en definitiva, excusable, pues lo que se puede conocer de Dios lo tienen claro ante sus ojos, por cuanto Dios se lo ha revelado.
El Evangelio reflexiona sobre los últimos tiempos, Jesús se remite a los acontecimientos de Noé y de Lot con su consorte para caracterizar los días del Hijo del Hombre. Como en tiempo de Noé y Lot, el diluvio y el fuego, respectivamente, sorprendieron a los hombres, ocupados en comer, beber, casarse, trabajar, también es posible que ahora la venida del Señor nos coja sin estar preparados.
Hay que mirar bien, a qué se dirige nuestra atención, comer, beber y darse a la alegría, es el proyecto del rico necio. No son los enseres, las realidades materiales, lo que nos dará la vida, al contrario, tras haber convertido a Dios en el fulcro de nuestra vida, es preciso renunciar a ellas, sin echar la vista atrás, como lo hizo la mujer de Lot. Recogiendo ahora lo que ya había dicho: " El que intente. salvar su vida la perderá, pero al que la pierda la salvará.
Hombres y mujeres tienen que estar preparados, donde cada uno se encuentre, porque allí, donde cada uno desarrolla su vida, allí le visita el Señor
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