Lecturas Martes 21 de noviembre. 33ª semana del Tiempo Ordinario


Lectura del segundo libro de los Macabeos 6,18-31

En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida. Los que presidían aquel sacrificio ilegal, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera, haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. 
Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la Ley santa dada por Dios, respondió todo seguido: «iEnviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso seria manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley.»
Dicho esto, se dirigió en seguida al suplicio. Los que lo llevaban, poco antes deferentes con él, se endurecieron, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar.
Él, a punto de morir a fuerza de golpes, dijo entre suspiros: «Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él.»
Así terminó su vida, dejando, no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.

Palabra de Dios



Sal 3,2-3.4-5.6-7

R/. El Señor me sostiene

Señor, cuántos son mis enemigos, 
cuántos se levantan contra mí; 
cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.» R/.

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, 
tú mantienes alta mi cabeza. 
Si grito invocando al Señor, 
él me escucha desde su monte santo. R/.

Puedo acostarme y dormir y despertar: 
el Señor me sostiene. 
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor

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El segundo libro de los Macabeos cuenta, de una manera absolutamente independiente del primero, la insurrección de Judas Macabeo contra Antíoco IV, con diferentes episodios del heroísmo y martirio.

 Eleazar es un anciano que se opone un firme rechazo a las imposiciones del rey pagano. Viene, a continuación, la propuesta de los perseguidores, encargados de hacerle comer las carnes de los sacrificios, le sugiere  alimentarse  de carnes puras, fingiendo comer las prohibidas. Ese comportamiento habrá parecido una traición a  los judíos y por eso lo que Eleazar no puede permitir, se insiste en la figura del anciano y en la conducta irreprensible seguida  por el durante toda la vida. El discurso de Eleazar es límpido, los jóvenes creerían que se ha pasado a los ídolos yv este ejemplo negativo pesaría sobre su conciencia como una traición.

La última palabra del mártir se contrapone al dolor     físico a la alegría del corazón. 

El episodio de Zaqueo, es casi calcado al ciego de Jericó. También aquí se ve interrumpido un movimiento de Jesús, que atravesaba la ciudad, por la iniciativa de un  hombre. Esta vez no se trata de un mendigo, sino de un rico publicano, es también un marginado, ya que era despreciado y golpeado asimismo por ser pequeño de estatura y sobre todo, necesitado de redención. Zaqueo pasa de una curiosidad inicial, ver quien es Jesús, a un movimiento, se subió a una higuera, a la acción febril y alegre con la que recibió a Jesús en su casa y la conversión y al cambio de vida.

Jesús se detiene, pero en esta oración, en vez de una pregunta, dirige a Zaqueo una orden: " Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo no pide ningún milagro, exteriormente no parece que se encuentre en ninguna necesidad, sin embargo, Jesús responde  a su petición implícita, porque la atención y la premura con las que obra muestran ya el comienzo de la fe. La muchedumbre, con la murmuración en contra de Jesús, sirve aquí de  contrapunto, pero no reacciona a la conversión de Zaqueo.

Este episodio valora a la iniciativa humana, el deseo de zaqueo es algo más que una simple curiosidad le impulsa realizar un gesto impropio de un hombre conocido. El poder de Jesús se expresa con su simple presencia y con la palabra de Zaqueo por su nombre y esto basta para suscitar en él la alegría, el arrepentimiento y a la reparación, en pocas palabras, la vida nueva. Con Jesús ha entrado la salvación en casa de Zaqueo y Jesús da testimonio de ello.

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