Lecturas del Bautismo del Señor - Ciclo B
Lectura del libro de Isaías 42,1-4.6-7
El primero de los cuatro cánticos del Siervo doliente es obra de un discípulo del segundo Isaías, cuya descripción nos reporta a los tiempos del exilio o inmediatamente después. Se nos presenta un personaje misterioso, el ungido del Señor, que por sus rasgos encarna al pueblo elegido, o bien a algunos personajes histórico de Israel. El N.T verá en las características de este personaje la historia y los acontecimientos trágicos de Jesús de Nazaret.
El siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, la de restaurar la alianza de Dios y reportar al pueblo del exilio a su patria. Este personaje ha sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu Santo, para llevar a todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios. Se presenta con una actitud llena de humildad y benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien, tendrá coraje en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltaran y sus armas serán la de la paz. Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a proclamar el derecho con firmeza y establecer la justicia, es decir, a realizar la salvación que viene de Dios. Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose alianza del pueblo y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será luz de las naciones.
Su misión animada por el Espíritu Santo, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en tinieblas, recuperan la vista para reemprender el camino justo hasta la vida verdadera. Los prisioneros recobran la libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados.
La segunda lectura es la introducción del discurso de Pedro en Cesarea, en casa de Cornelio, que prepara el bautismo del Centurión, ejemplo de la universalidad del Evangelio. Pedro ha sido enviado por el Espíritu Santo a Cesarea para dar inicio a la conversión de los paganos, comenzando por el romano, piadoso y temeroso de Dios. La palabra de Pedro es introducida por una idea clara: " Dios no hace acepción de personas", ante Dios no existen preferencias de razas, ni posición social, todos son iguales, hijos amados e iguales en dignidad, sean judíos o paganos, porque Jesús los ha unificado a todos en un solo pueblo de Dios, sin exclusión alguna. Cristo ha traído la paz a la tierra por medio de su alegre nueva y cuantos se adhieren a su Palabra y lo reconocen como Hijo de Dios sus pecados son perdonados.
Desde el bautismo Jesús es reconocido como el Hijo predilecto de Dios y confirmado por la Palabra del Padre, hasta el momento de retorno al Padre con su muerte y resurrección, ha sido un anuncio de salvación parta la humanidad entera. Toda la vida de Jesús, marcada por la unción del Espíritu de Dios, ha sido un paso entre los hombres para comunicarles el amor del Padre, hasta el don de su vida, para el perdón de los pecados y para la salvación de todos, incluidos los paganos, sobre los que se manifiesta el Espíritu con poder, como en la casa del centurión Cornelio.
En el Evangelio la figura del Bautista es presentada con algunos rasgos típicos del verdadero profeta, hombre pobre y austero, que proclama la Palabra de Dios, pero también independiente de la mentalidad que lo rodea y del mundo. Jesús se presenta al Bautista, mezclado entre la fila de los penitentes, pero el profeta lo reconoce y lo presenta como superior a sí mismo. Jesús, como un hombre cualquiera, se presenta al bautismo de conversión y comparte con humildad la condición de pecador, incluso se hace pecado. la vos del Padre se dirige directamente a su Hijo, lo proclama inocente y pone de relieve su naturaleza divina: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco".
La humanidad y la divinidad de Jesús se armonizan en una síntesis ideal, el Cristo es verdadero dios y verdadero hombre. El bautismo de Juan es diferente al practicado por Jesús. El del precursor que es realizado con agua y el de Cristo con Espíritu Santo. Jesús recibe el bautismo de Juan, pero, mientras sale del agua, el Espíritu Santo lo enviste de poder y su fuerza, con vista a la misión que le espera. Él es el siervo poseído en su intimidad por el Espíritu Santo, que sale, no como Moisés de las aguas del Nilo, sino como nuevo Moisés del agua del Jordán. El guiará a su pueblo hacía pastos fecundos de paz, de salvación y justicia.
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
Palabra de Dios
Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.
El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
Palabra del Señor
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El siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, la de restaurar la alianza de Dios y reportar al pueblo del exilio a su patria. Este personaje ha sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu Santo, para llevar a todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios. Se presenta con una actitud llena de humildad y benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien, tendrá coraje en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltaran y sus armas serán la de la paz. Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a proclamar el derecho con firmeza y establecer la justicia, es decir, a realizar la salvación que viene de Dios. Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose alianza del pueblo y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será luz de las naciones.
Su misión animada por el Espíritu Santo, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en tinieblas, recuperan la vista para reemprender el camino justo hasta la vida verdadera. Los prisioneros recobran la libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados.
La segunda lectura es la introducción del discurso de Pedro en Cesarea, en casa de Cornelio, que prepara el bautismo del Centurión, ejemplo de la universalidad del Evangelio. Pedro ha sido enviado por el Espíritu Santo a Cesarea para dar inicio a la conversión de los paganos, comenzando por el romano, piadoso y temeroso de Dios. La palabra de Pedro es introducida por una idea clara: " Dios no hace acepción de personas", ante Dios no existen preferencias de razas, ni posición social, todos son iguales, hijos amados e iguales en dignidad, sean judíos o paganos, porque Jesús los ha unificado a todos en un solo pueblo de Dios, sin exclusión alguna. Cristo ha traído la paz a la tierra por medio de su alegre nueva y cuantos se adhieren a su Palabra y lo reconocen como Hijo de Dios sus pecados son perdonados.
Desde el bautismo Jesús es reconocido como el Hijo predilecto de Dios y confirmado por la Palabra del Padre, hasta el momento de retorno al Padre con su muerte y resurrección, ha sido un anuncio de salvación parta la humanidad entera. Toda la vida de Jesús, marcada por la unción del Espíritu de Dios, ha sido un paso entre los hombres para comunicarles el amor del Padre, hasta el don de su vida, para el perdón de los pecados y para la salvación de todos, incluidos los paganos, sobre los que se manifiesta el Espíritu con poder, como en la casa del centurión Cornelio.
En el Evangelio la figura del Bautista es presentada con algunos rasgos típicos del verdadero profeta, hombre pobre y austero, que proclama la Palabra de Dios, pero también independiente de la mentalidad que lo rodea y del mundo. Jesús se presenta al Bautista, mezclado entre la fila de los penitentes, pero el profeta lo reconoce y lo presenta como superior a sí mismo. Jesús, como un hombre cualquiera, se presenta al bautismo de conversión y comparte con humildad la condición de pecador, incluso se hace pecado. la vos del Padre se dirige directamente a su Hijo, lo proclama inocente y pone de relieve su naturaleza divina: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco".
La humanidad y la divinidad de Jesús se armonizan en una síntesis ideal, el Cristo es verdadero dios y verdadero hombre. El bautismo de Juan es diferente al practicado por Jesús. El del precursor que es realizado con agua y el de Cristo con Espíritu Santo. Jesús recibe el bautismo de Juan, pero, mientras sale del agua, el Espíritu Santo lo enviste de poder y su fuerza, con vista a la misión que le espera. Él es el siervo poseído en su intimidad por el Espíritu Santo, que sale, no como Moisés de las aguas del Nilo, sino como nuevo Moisés del agua del Jordán. El guiará a su pueblo hacía pastos fecundos de paz, de salvación y justicia.
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