Lecturas del Lunes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario
Comienzo del primer libro de Samuel 1,1-8
Samuel aparece en un momento critico de la historia de Israel con múltiples papeles; sacerdotes, profeta, juez y líder militar. Él representa y defiende el orden establecido en Israel, para que conserve su identidad como pueblo de la Alianza, al mismo tiempo que prepara el camino para establecer la monarquía de Israel.
La historia de Samuel lo presenta como hijo de Elcaná, de la tribu de Efraín. Su madre ana, en hebreo Hannah, significa bondad, gracia, compasión y bondad está tejida esta historia. Ana era estéril, esposa de Elcaná, quien tenía otra mujer, Peniná, de la cual tuvo varios hijos, quizás por esta razón, Elcaná había aceptado la esterilidad de Ana, quien amaba. Pero ella vivía la humillación que significaba en aquella epoca no tener hijos y lloraba y no comía, aunque su fe era inquebrantable, solo Dios podía darle descendencia y por eso se entrega en las manos de Dios.
En Ana se encuentra la madre de la espiritualidad del pueblo judío. Una mujer que enseña vivir el presente, a orar con el corazón y actuar con honor. Ana sufre a consecuencia de su esterilidad pues ansiaba profundamente un hijo y sufría los desprecios de su rival. Entra al santuario para orar, llorando le implora al Señor un hijo varón y el grito de su corazón es escuchado por el Señor.
Ana conoce por experiencia la dureza de las relaciones humanas. Es una persona, como otras, junto al dolor agudo de su propia pobreza personal, debe experimentar la aflicción de la humillación que le infligen otros y ha esto se añade una nota ulterior de tristeza el hecho de que todo lo produzca una persona implicada en la practica religiosa.
La actitud preciosa y benevolente de Elcaná, que pone todo su empeño en consolar y pacificar a la mujer amada. Se muestra como un hombre que, al encontrar en el templo misericordia y la ternura de Dios, es capaz de reproducirla en el ámbito familiar.
En el Evangelio nos muestra la manera concreta, lo que significa la llamada de Jesús: " Creed en el Evangelio". Muestra la actitud nueva y radical del cristiano. Las do escenas de vocación están estructuradas del mismo modo. El dinamismo de las llamadas de Jesús son: Jesús llama en movimiento, lo que significa un nuevo éxodo, hacía el camino de lo inaudito y nuevo del Evangelio. Todo este dinamismo se desprende de la mirada y de la llamada de Jesús. Jesús siempre toma la iniciativa, que lo llama a caminar a su lado y lo conduce hacía el camino de Dios entre los hombres. La confianza y la entrega a la persona de Jesús hacen posible el seguimiento. Ir con Jesús es una perspectiva que reclama las opciones indicadas aquí de modo vago con el verbo dejar, se trata de un dejar que no empobrece, por lo tanto, si es posible dejar, porque Él nos precede con la mirada penetrante que realiza y devana una identidad, es una mirada de amor y aceptación con la que Jesús nos invita a tener una relación personal. Jesús pasa y ve, dice una palabra cargada con una promesa futura, que se convierte en la estructura de todo abandono y seguimiento. Jesús va al encuentro del hombre en su vida cotidiana para cambiar su destino. Jesús proyecta, mediante su ver y su fijarse, una especie de energía. Se trata de una mirada que elige, que transmite una fuerza, que revela una identidad y la hace posible.
Jesús no ve a pecadores, sino personas que tienen un nombre y desarrollan una profesión, una mirada que los hace despegar de las arenas movedizas en las que habían caído.
Había un hombre sufita, oriundo de Ramá, en la serranía de Efraín, llamado Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Fenina; Fenina tenía hijos, y Ana no los tenía. Aquel hombre solía subir todos los años desde su pueblo, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí, Jofní y Fineés. Llegado el día de ofrecer el sacrificio, repartía raciones a su mujer Fenina para sus hijos e hijas, mientras que a Ana le daba sólo una ración; y eso que la quería, pero el Señor la había hecho estéril. Su rival la insultaba, ensañándose con ella para mortificarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así hacía año tras año; siempre que subían al templo del Señor, solía insultarla así.
Una vez Ana lloraba y no comía. Y Elcaná, su marido, le dijo: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué te afliges? ¿No te valgo yo más que diez hijos?»
Palabra de Dios
Sal 115,12.13.14.17.18.19
R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor
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La historia de Samuel lo presenta como hijo de Elcaná, de la tribu de Efraín. Su madre ana, en hebreo Hannah, significa bondad, gracia, compasión y bondad está tejida esta historia. Ana era estéril, esposa de Elcaná, quien tenía otra mujer, Peniná, de la cual tuvo varios hijos, quizás por esta razón, Elcaná había aceptado la esterilidad de Ana, quien amaba. Pero ella vivía la humillación que significaba en aquella epoca no tener hijos y lloraba y no comía, aunque su fe era inquebrantable, solo Dios podía darle descendencia y por eso se entrega en las manos de Dios.
En Ana se encuentra la madre de la espiritualidad del pueblo judío. Una mujer que enseña vivir el presente, a orar con el corazón y actuar con honor. Ana sufre a consecuencia de su esterilidad pues ansiaba profundamente un hijo y sufría los desprecios de su rival. Entra al santuario para orar, llorando le implora al Señor un hijo varón y el grito de su corazón es escuchado por el Señor.
Ana conoce por experiencia la dureza de las relaciones humanas. Es una persona, como otras, junto al dolor agudo de su propia pobreza personal, debe experimentar la aflicción de la humillación que le infligen otros y ha esto se añade una nota ulterior de tristeza el hecho de que todo lo produzca una persona implicada en la practica religiosa.
La actitud preciosa y benevolente de Elcaná, que pone todo su empeño en consolar y pacificar a la mujer amada. Se muestra como un hombre que, al encontrar en el templo misericordia y la ternura de Dios, es capaz de reproducirla en el ámbito familiar.
En el Evangelio nos muestra la manera concreta, lo que significa la llamada de Jesús: " Creed en el Evangelio". Muestra la actitud nueva y radical del cristiano. Las do escenas de vocación están estructuradas del mismo modo. El dinamismo de las llamadas de Jesús son: Jesús llama en movimiento, lo que significa un nuevo éxodo, hacía el camino de lo inaudito y nuevo del Evangelio. Todo este dinamismo se desprende de la mirada y de la llamada de Jesús. Jesús siempre toma la iniciativa, que lo llama a caminar a su lado y lo conduce hacía el camino de Dios entre los hombres. La confianza y la entrega a la persona de Jesús hacen posible el seguimiento. Ir con Jesús es una perspectiva que reclama las opciones indicadas aquí de modo vago con el verbo dejar, se trata de un dejar que no empobrece, por lo tanto, si es posible dejar, porque Él nos precede con la mirada penetrante que realiza y devana una identidad, es una mirada de amor y aceptación con la que Jesús nos invita a tener una relación personal. Jesús pasa y ve, dice una palabra cargada con una promesa futura, que se convierte en la estructura de todo abandono y seguimiento. Jesús va al encuentro del hombre en su vida cotidiana para cambiar su destino. Jesús proyecta, mediante su ver y su fijarse, una especie de energía. Se trata de una mirada que elige, que transmite una fuerza, que revela una identidad y la hace posible.
Jesús no ve a pecadores, sino personas que tienen un nombre y desarrollan una profesión, una mirada que los hace despegar de las arenas movedizas en las que habían caído.
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