Lecturas del Martes 12 de diciembre. 2ª semana de Adviento
Lectura del libro de Isaías 40,1-11
Durante el destierro de Babilonia la desconfianza y la tristeza oprimen el corazón de los deportados, se preguntan si el Señor se ha olvidado de su pueblo, si es válida todavía su Palabra, subsiste un hilo de esperanza para Jerusalén. Es entonces cuando el Señor suscita un profeta anónimo, cuyos oráculos se añadieron al libro del profeta Isaías, porque de algún modo prolongan el mensaje. Dios le pide al profeta y a sus discípulos que sean portadores de la buena noticia que les confía. La consoladora noticia consiste en una relación renovada con el Señor, en una alianza restaurada y un signo de ésta renovada relación amorosa son el Señor es el regreso a su patria, que se llevará a cabo de un modo triunfal, en medio de una creación festiva, con el Señor que camina a la cabeza del pueblo, como triunfante guerrero y cariñoso.
El papel del profeta y de los que se adhieren a su mensaje, será preparar el camino del Señor. El ánimo del pueblo, podrá acoger la revelación de la gloria de Dios manifestad en el camino del Éxodo. Aunque el hombre sea frágil y sus promesas efímeras, la Palabra del Señor es estable y su compromiso con la humanidad es eterno, el pueblo deportado deberá confiar en esta estabilidad de la promesa del Señor.
La parábola de la oveja pérdida es una exhortación a compartir la alegría del perdón que Dios otorga a los pecadores que se convierten y a la vez disponernos al perdón. La parábola de la oveja pérdida no habla directamente de Dios que se pone a buscar la oveja, sino de la comunidad que debe ser signo del rostro de Dios, de Dios que va a la búsqueda de la oveja pérdida con una solicitud pastoral por el pequeño y más aún por el que se ha extraviado, por el pecador.
Dejar las noventa y nueve para buscar una es una locura, pero así es la locura de Jesús y debe ser la locura de la comunidad. La comunidad no debe dejarse guiar por criterios de eficiencia, sino por el cuidado con el más pequeño, con el insignificante, con el marginado, con el lejano. La comunidad debe buscar la oveja pérdida porque será fuente de gran alegría.
«Consolad, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».
Dice una voz: «Grita».
Respondo: «¿Qué debo gritar?».
«Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
sí, la hierba es el pueblo;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre».
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sión;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».
Palabra de Dios
Sal 95,1-2.3.10ac.11-12.13-14
R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con poder.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
Palabra del Señor
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El papel del profeta y de los que se adhieren a su mensaje, será preparar el camino del Señor. El ánimo del pueblo, podrá acoger la revelación de la gloria de Dios manifestad en el camino del Éxodo. Aunque el hombre sea frágil y sus promesas efímeras, la Palabra del Señor es estable y su compromiso con la humanidad es eterno, el pueblo deportado deberá confiar en esta estabilidad de la promesa del Señor.
La parábola de la oveja pérdida es una exhortación a compartir la alegría del perdón que Dios otorga a los pecadores que se convierten y a la vez disponernos al perdón. La parábola de la oveja pérdida no habla directamente de Dios que se pone a buscar la oveja, sino de la comunidad que debe ser signo del rostro de Dios, de Dios que va a la búsqueda de la oveja pérdida con una solicitud pastoral por el pequeño y más aún por el que se ha extraviado, por el pecador.
Dejar las noventa y nueve para buscar una es una locura, pero así es la locura de Jesús y debe ser la locura de la comunidad. La comunidad no debe dejarse guiar por criterios de eficiencia, sino por el cuidado con el más pequeño, con el insignificante, con el marginado, con el lejano. La comunidad debe buscar la oveja pérdida porque será fuente de gran alegría.
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