Lecturas del Sábado 16 de diciembre. 2ª semana de Adviento

Lectura del libro del Eclesiástico 48,1-4.9-11


En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego,
sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.



Palabra de Dios



Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19


R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,10-13


Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

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El libro del Eclesiástico relee el pasado con una función didáctica para el presente y nos pinta una galería de medallones de los grandes personajes, buenos y malos de la historia bíblica. Entre estos héroes,  recoge la figura del profeta Elías. A Elías se le parangona al fuego por su celo, por su pasión ardiente por la causa del Señor, el Dios de Israel. Su vida, de hecho, la dedicó totalmente al servicio del Dios de Israel, en cuya presencia Elías vivía continuamente.

Además de su ardiente predicación para llevar al pueblo al único Dios, los rasgos trazados por el Sirácida subrayan los milagros de acuerdo con las tradiciones populares de su época. Pero el culmen del elogio de  Elías está en la consideración de su destino singular, visto como una victoria sobre la muerte por obra del amor de Dios. Su figura es acicate para esperar una vida más allá de la muerte, una bienaventuranza plena que espera a los que, como Elías, mueren fieles al amor.

Al motivo de su arrebato al cielo en la tradición judía se asocia el de la espera de su regreso, pre mesiánico. El N.T heredará esta tradición judía del regreso de Elías viendo su cumplimiento en la persona de Juan Bautista.

Después de la transfiguración, Jesús, bajando del monte, mantiene con sus discípulos una conversación que trata de uno de los personajes de la visión, Elías. Refiriéndose a las discusiones rabínicas del papel de Elías, sobre la verdad y el significado de su regreso anunciado por Malaquías, Jesús declara aceptar la tesis de los que afirman la necesidad de una venida de Elías antes del juicio. Por otra parte, Jesús niega cualquier visión fantástica, comúnmente difundida, de un regreso de Elías ya ha  venido, pero no lo han conocido y que la suerte de Elías anuncia la del Hijo del Hombre.

Para llevar a los discípulos a la comprensión de la urgencia de la conversión de la sanación de las relaciones intrapersonales y de la relación con Dios, Jesús identifica expresamente a Elías con el Bautista. Los discípulos comprenden tal identificación no se desprende automáticamente de las Escrituras, sino que se revela a quien, desde la docilidad de la fe, esta dispuesto a acoger la predicación de Juan con su invitación a convertirse y prepararse al encuentro del que viene. Por un momento, los discípulos parecen, pues, comprender, aunque muy pronto caerán de nuevo en la incomprensión, en su obstinada incredulidad.

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