Lecturas del Martes 27 de febrero. 2ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías 1,10.16-20


Oíd la palabra del Señor,
príncipes de Sodoma,
escucha la enseñanza de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra.
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista
vuestras malas acciones.
Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien.
Buscad la justicia,
socorred al oprimido,
proteged el derecho del huérfano,
defended a la viuda.
Venid entonces, y discutiremos
—dice el Señor—.
Aunque vuestros pecados sean como escarlata,
quedarán blancos como nieve;
aunque sean rojos como la púrpura,
quedarán como lana.
Si sabéis obedecer,
comeréis de los frutos de la tierra;
si rehusáis y os rebeláis,
os devorará la espada
—ha hablado la boca del Señor—».



Palabra de Dios



Sal 49,8-9.16bc-17.21.23


R/. Al que sigue buen camino 
le haré ver la salvación de Dios

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.

¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.

Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.


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Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12


En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».



Palabra del Señor

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El libro del profeta Isaías narra el amor fiel de Dios y el pueblo le responde con infidelidad, atrayendo el castigo divino. Pero no hay culpa, por muy grave que sea, que no la venza la misericordia de Dios: se salvará un pequeño resto, raíz de vida nueva.

La lectura nos presenta una enseñanza contra el ritualismo, enmarcada en el esquema literario de una disputa jurídica típica de la tradición deuteronomista. La referencia a  Sodoma y Gomorra hace de gancho con el oráculo precedente, por la infidelidad de sus jefes, el pueblo de Judá y Jerusalén, está en situación de atraer sobre sí un castigo similar al de las dos ciudades tristemente famosas.

Cuando no se hay adhesión a la Ley divina, la oración es ineficaz y el culto inútil, incluso hasta perverso, viene a ser como ofrenda de incienso a los ídolos. Israel, aunque infiel, será siempre el destinatario de la Palabra de Vida y los dones de Dios son irrevocables: los dos imperativos que aparecen, indican la urgencia de un cambio para acoger el perdón que ofrece el Señor. Todavía el pueblo      puede optar por la bendición o por la maldición.

En el Evangelio Jesús se dirige a la gente y los discípulos, que representa a la comunidad cristiana, llamada a reconocer al escriba y fariseo que siempre se anida en el corazón de cada uno. Jesús desenmascara ese mal secreto que siempre nos acecha y nos impide ser realmente sus discípulos.

El puesto de Moisés está ocupado por los maestros de la Ley, después de la destrucción del templo la guía religiosa pasó a ellos, que guiaban diferentes sinagogas. La organización de la sinagoga, reunida para la escucha de la Palabra, ha servido como modelo a la misma Iglesia.

La doctrina para que sea verdadera, debe ser vivida, no sólo proclamada. Si, al hacer lo que se dice, se crece en el amor, entonces está bien. No solo la práctica hace verdadera o falsa la teoría.

Los falsos discípulos son los que dicen y no hacen, las obras corresponden a las palabras. Son obradores de iniquidad,pseudo profetas, no porque digan cosas falsas, sino porque no producen buenos frutos. Son lobos rapaces disfrazados de ovejas, en los cuales el interior está en contradicción con el exterior. Además la buena apariencia impide que se reconozca la realidad y vuelve sordos para la conversión.

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