Lecturas del Miércoles 21 de febrero. 1ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Jonás 3,1-10

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El Señor dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Palabra de Dios




Sal 50,3-4.12-13.18-19



R/. Un corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,29-32

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En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor

El mensaje central del libro de Jonás es la universalidad de la salvación, la misericordia de Dios no se limita al pueblo elegido, sino que se ensancha a todos los hombres.  Por segunda vez el profeta es enviado por el Señor a la capital del reino asirio, Nínive, proverbial por su grandeza, para anunciar la destrucción de la ciudad a causa de la perversión de sus habitantes.

A la primera llamada, Jonás respondió fugándose. Obligado a obedecer por las peripecias que experimentó, ahora comienza a cumplir la misión que se le confió.

Como profeta, Jonás anuncia un oráculo de amenaza y reprobación en nombre del Señor y su predicación llega al corazón de los ninivitas y de su mismo rey, ellos creyeron en Dios y se impusieron una durísima penitencia acompañada con una oración ferviente y una profunda conversión.

El cambio de vida espera que los decretos de Dios no sean irrevocables, sino que al arrepentimiento sincero del hombre siga el arrepentimiento de Dios y el castigo anunciado se cambie en perdón. Un pueblo pagano demuestra así conocer el verdadero rostro de Dios de Israel, un Dios lento a la ira y rico en misericordia, un Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

Mientras la gente se apiñaba en torno a Jesús, el responde a los que para ponerle a prueba le pedían un signo del cielo. Rechaza un signo que sacie la curiosidad y la sed por lo maravilloso y en su respuesta Jesús deja entrever su propia identidad divina: "  Aquí hay uno que es más que Jonás". En concreto declara que Él es el signo del cielo, el Mesías prometido y largamente deseado por Israel, pero ahora no es reconocido porque se presenta de modo muy diferente al esperado por la gente.

El Hijo del hombre es para esta generación una llamada viviente a la conversión, como lo fue Jonás para los ninivitas, como Él, no busca medios espectaculares para afirmarse, sino que ofrece sencillamente la Palabra y la misericordia de Dios. El recuerdo de los habitantes de Nínive y de la reina de Saba subraya la universalidad de la llamada a la salvación. Pero mientras algunos pueblos paganos supieron reconocer como enviados de Dios a hombres que proclamaban la conversión y escuchando su voz encontraron el camino de una conversión radical, la generación malvada entre la cual Jesús ejerce históricamente su ministerio, es ciega y dura de corazón. Por esa razón serán los mismos ninivitas y la reina de Saba quienes la condenen en el día del juicio, porque, cegada por el orgullo, no ha reconocido, bajo las humildes apariencias humanas de Jesús el Cristo.

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