Lecturas del Miércoles de Ceniza
Lectura de la profecía de Joel 2,12-18
El mensaje del profeta Joel se pronunció después del destierro, en el templo de Jerusalén, una plaga de langostas devastó los campos, ocasionando carestía y hambre; como consecuencia, cesó el culto sacrificial del templo. El profeta debe leer los signos de los tiempos, por eso anuncia la proximidad del día del Señor invitando a todo el pueblo al ayuno, a la oración, a la penitencia.
La palabra clave de este fragmento, repetida tres veces en los primeros versículos, es volver (shub en hebreo), verbo clásico de la conversión. El texto también manifiesta la invitación al pueblo, indicando las modalidades de esta conversión, es decir, con el corazón y con los ritos litúrgicos, que serán auténtico y agradables a Dios, si manifiestan la renovación interior. El verbo volver aparece, porque el señor es misericordioso y Dios abre una puerta a la esperanza, porque perdonará una vez más. Un amor sincero a Dios, una fe sólida, una esperanza que se hace oración coral y penitente, a la que ninguno debe sustraerse, con estas promesas el profeta y los sacerdotes podrán pedir al Señor que se muestre celoso con su tierra, compasivo con su heredad.
Pablo como un embajador en nombre de Cristo, es portador de un mensaje de exhortación de parte de Dios. L esencial del anuncio se centra en la palabra reconciliación. Dicha palabra manifiesta la voluntad salvífica del Padre, la obra redentora del Hijo y el poder del Espíritu Santo que sostiene el servicio de los apóstoles. El culmen del fragmento es el que se proclama el juicio de Dios sobre el pecado y su inconmensurable amor por los pecadores, por los que no perdonó a su propio Hijo. Cristo ha asumido como propio el pecado del mundo, expiándolo en su propia carne para que nosotros pudiésemos apropiarnos de su justicia - santidad. El inocente se ha hecho pecado, maldición, para que nosotros lleguemos ser justicia de Dios. Esta extraordinaria gracia de Dios, concedida al mundo mediante la kénosis de Cristo, no debe acogerse en vano. El anuncio apasionado de sus ministros nos hace presente aquí, para nosotros, el tiempo favorable: dejémonos reconciliar con Dios
En el Evangelio Jesús pide a sus discípulo una justicia superior a la de los escribas y fariseos, aun cuando las prácticas exteriores sean las mismas; reclama la vigilancia sobre las intenciones que nos mueven a actuar. En el texto se nombran tres obras buenas, en la que indican, en concreto, en qué consiste la justicia nueva: la limosna, la oración y el ayuno.
A lo largo del texto se repiten como un estribillo la palabra recompensa o salario. Nos enseña que la piedad es una gran ganancia, sino se fija en el aplauso de los hombres ni busca satisfacer la vanidad, sino que busca la complacencia del Padre en una relación íntima y personal y si el salario esperado, no en este mundo, ni del tiempo presente sino para la comunión eterna con Dios, que será nuestra recompensa. de lo contrario, al practicar la justicia nos haríamos hypokri, que significa comediantes y también, en el uso judaico del término impío.
Ahora—oráculo del Señor—,,
convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos,
y convertíos al Señor vuestro Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá
dejando tras de sí la bendición,
ofrenda y libación
para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sion,
proclamad un ayuno santo,
convocad a la asamblea,
reunid a la gente,
santificad a la comunidad,
llamad a los ancianos;
congregad a los muchachos
y a los niños de pecho;
salga el esposo de la alcoba
y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar
lloren los sacerdotes,
servidores del Señor,
y digan:
«Ten compasión de tu pueblo, Señor;
no entregues tu heredad al oprobio
ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
«Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió
el celo de Dios por su tierra
y perdonó a su pueblo.
Palabra de Dios
Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,20–6,2
Hermanos:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Palabra del Señor
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La palabra clave de este fragmento, repetida tres veces en los primeros versículos, es volver (shub en hebreo), verbo clásico de la conversión. El texto también manifiesta la invitación al pueblo, indicando las modalidades de esta conversión, es decir, con el corazón y con los ritos litúrgicos, que serán auténtico y agradables a Dios, si manifiestan la renovación interior. El verbo volver aparece, porque el señor es misericordioso y Dios abre una puerta a la esperanza, porque perdonará una vez más. Un amor sincero a Dios, una fe sólida, una esperanza que se hace oración coral y penitente, a la que ninguno debe sustraerse, con estas promesas el profeta y los sacerdotes podrán pedir al Señor que se muestre celoso con su tierra, compasivo con su heredad.
Pablo como un embajador en nombre de Cristo, es portador de un mensaje de exhortación de parte de Dios. L esencial del anuncio se centra en la palabra reconciliación. Dicha palabra manifiesta la voluntad salvífica del Padre, la obra redentora del Hijo y el poder del Espíritu Santo que sostiene el servicio de los apóstoles. El culmen del fragmento es el que se proclama el juicio de Dios sobre el pecado y su inconmensurable amor por los pecadores, por los que no perdonó a su propio Hijo. Cristo ha asumido como propio el pecado del mundo, expiándolo en su propia carne para que nosotros pudiésemos apropiarnos de su justicia - santidad. El inocente se ha hecho pecado, maldición, para que nosotros lleguemos ser justicia de Dios. Esta extraordinaria gracia de Dios, concedida al mundo mediante la kénosis de Cristo, no debe acogerse en vano. El anuncio apasionado de sus ministros nos hace presente aquí, para nosotros, el tiempo favorable: dejémonos reconciliar con Dios
En el Evangelio Jesús pide a sus discípulo una justicia superior a la de los escribas y fariseos, aun cuando las prácticas exteriores sean las mismas; reclama la vigilancia sobre las intenciones que nos mueven a actuar. En el texto se nombran tres obras buenas, en la que indican, en concreto, en qué consiste la justicia nueva: la limosna, la oración y el ayuno.
A lo largo del texto se repiten como un estribillo la palabra recompensa o salario. Nos enseña que la piedad es una gran ganancia, sino se fija en el aplauso de los hombres ni busca satisfacer la vanidad, sino que busca la complacencia del Padre en una relación íntima y personal y si el salario esperado, no en este mundo, ni del tiempo presente sino para la comunión eterna con Dios, que será nuestra recompensa. de lo contrario, al practicar la justicia nos haríamos hypokri, que significa comediantes y también, en el uso judaico del término impío.
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