Lecturas Lunes 26 de febrero. 2ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel 9,4b-10

¡Ay, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.
Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.

Palabra de Dios



Sal 78,8.9.11.13

R/. Señor, no nos trates 
como merecen nuestros pecados

No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.

Nosotros, pueblo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Palabra del Señor

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La oración de Daniel aparece como explicación de un oráculo de Jeremías sobre la duración del destierro de Babilonia y sobre la restauración de Jerusalén. Los setenta años anunciados por Jeremías se interpretan como un período de setenta semanas de años, una larga cuaresma entre el comienzo del destierro y la nueva consagración del templo de Jerusalén después de la profanación por parte de Antíoco IV.

Daniel se dirige a Dios haciendo una lectura de la historia a la luz de la tradición deuteronomista: a la infidelidad del pueblo sigue indefectiblemente el castigo. ¿ Pero hasta cuando se verá obligado el Señor a corregir tan duramente a Israel?. Sólo Dios puede responder y esta es la razón de la pregunta del profeta, casi como una provocación. Por su parte, como individuo y como portavoz de todo el pueblo, daniel confiesa a Dios grande y terrible, con sincero arrepentimiento, que los sufrimientos son bien merecidos. La confesión no se cierra en desesperación, sino en una espera confiada en el perdón divino, pues Dios de Israel es fiel y benévolo lento a la ira y rico en amor.

Después de la proclamación de las Bienaventuranzas, casi como desarrollo concreto, el evangelista Lucas pone en labios de Jesús el mandamiento del amor universal y la misericordia. Redactar un mandamiento, sus motivaciones y su práctica. La analogía con el discurso de la montaña de Mateo es evidente. Pero se da una peculiaridad en el fragmento de Lucas; habla de la imitación del Padre en términos de misericordia donde Mateo usa la palabra perfección.

Cinco verbos pasivos nos indican que el verdadero protagonista es el Padre: " No seréis juzgados,.. No seréis condenados..., seréis perdonados.., se os dará..., os verterán una medida generosa.  Es un derroche en bondad, un don superlativo, así la misericordia que usa el Padre con nosotros y la usará plenamente.

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