Lecturas de Jueves 15 de marzo. 4ª semana de Cuaresma
Lectura del libro del Éxodo 32,7-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Sal 105,19-20.21-22.23
R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 5,31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
Palabra del Señor
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Dios acaba de establecer su alianza con Israel, confirmándola con una solemne promesa. Moisés todavía está en el monte Sinaí en presencia del Señor, donde recibe las tablas de la Ley, documento base de la alianza. Pero el pueblo ya ha cedido a la tentación de la idolatría, se construye un becerro de oro, obra de manos humanas y se atreve a adorarlo como el Dios que le ha librado de la esclavitud de Egipto.
Dios montó en cólera, sin duda, informó a Moisés de lo acaecido,se ha roto la alianza. Es un momento trágico, Dios está a punto de repudiar a Israel, sorprendido en flagrante adulterio. Aunque Moisés, jefe del pueblo, permaneció fiel. El Señor pondrá a prueba la fidelidad de Moisés. Mientras el Señor amenaza con destruir el pueblo, le propone a Moisés comenzar con él una nueva historia y le promete un futuro rico de esperanza. Moisés no cede a la tentación. Ha recibido la misión de guiar a Israel hacía la tierra prometida y no abandona al pueblo. Como en otro tiempo Abrahán intercede poniéndose como un escudo entre Dios y el pueblo pecador. Con su súplica, trata de dulcificar el rostro del Señor. Su angustiosa oración, en la que recuerda al Señor las promesas hechas a los patriarcas, es tan ardiente que llega al corazón de Dios.
Continúa el discurso apologético de Jesús como replica a las acusaciones de los judíos. A medida que avanza el discurso, se va enconando más y más. cada vez aparece más clara la distinción entre el yo de Jesús y el vosotros de los oyentes hostiles.
Cuatro son los testimonios aducidos por Jesús que deberían llevar a los oyentes a reconocerlo como Mesías, el enviado del Padre, el Hijo de Dios, las palabras de Juan el Bautista, hombre enviado por Dios, las obras de vida que Él mismo ha realizado por mandato de Dios, la voz del Padre y finalmente, las Escrituras. Estos testimonios, tan diversos, tienen dos características comunes: por una parte, como respuesta a la acusación de blasfemia por los judíos contra Jesús, remiten al actuar salvífico de Dios Padre; por otra, no dicen nada verdaderamente nuevo.
Los judíos se encuentran así sometidos a un proceso. Su ceguera procede de una desviación radical interior, los acusadores no buscan la gloria que procede sólo de Dios, revela el riesgo y les pone en guardia, creen obtener vida eterna escudriñando los escritos de Moisés, pero estos escritos son los que les acusan. El intercesor por excelencia tendrá que convertirse en su acusador. El fragmento concluye con uan pregunta que pide a cada uno examinar la autenticidad y sinceridad de la propia fe.
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