Lecturas del Martes 6 de marzo. 3ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel 3,25.34-43


En aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos, y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor;
trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».



Palabra de Dios



Sal 24,4-5ab.6.7bc.8-9


R/. Recuerda, Señor, tu ternura

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,21-35


En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Palabra del Señor

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La clave de la oración de Azarías está en la frase: "Muestra la gloria de tu nombre". Azarías, en la prueba de la persecución, solo teme una cosa: que el nombre de Dios pierda su gloria, es decir, su peso, su poder. Nada más le infunde miedo, ni el ser reducido a un resto, ni la humillación, ni siquiera la profanación del templo y la helenización, con la consiguiente destitución de los jefes religiosos y la abolición del culto oficial. Estos acontecimientos, aunque dolorosos, no perjudican a Israel. El profeta los lee como una purificación providencial: en la prueba, el pueblo manifiesta un corazón contrito y un espíritu humilde agradable al Señor como verdadero sacrificio que vuelve dar gloria a su nombre.

Entonces renace la esperanza. La fidelidad de Dios a las promesas hechas a los patriarcas sigue firme, la grandeza de su misericordia todavía puede derramar la benevolencia y la bendición sobre el pueblo de la alianza. Por ello, la súplica de  Azarías se transforma en salmo penitencial, en himno de alabanza cantando al unísono por los tres jóvenes en el horno.

Estamo en la segunda parte del discurso eclesial, dedicado al perdón de la ofensa personal. Pedro es el interlocutor de Jesús que piensa distanciarse del sombrío horizonte de  la venganza y ultranza y sin límites, manifestando estar dispuesto a perdonar hasta siete veces siete, número muy significativo de su disponibilidad total al perdón. En la respuesta de Jesús, se dilatan hasta el infinito los límites del perdón. Es la nueva mentalidad a que está llamado el cristiano.

Por ser paradójico, Jesús lo va a ilustrar con una parábola estructurada en tres escenas contrapuestas y complementarias: encuentro del siervo perdonado de la deuda con otro siervo deudor  a su vez del primero, nuevo encuentro entre el siervo y el Señor.

Los discípulos deberán aprender a imitar al Padre celestial. La deuda del siervo es enorme, pero el Señor tiene lástima, manifestando su gran magnanimidad con un perdón gratuito. Pero este siervo se encuentra con un colega   que le debe una cifra irrisoria. Esperaríamos que inmediatamente le perdonase la pequeña deuda, pero no sucede así y su reacción es despiadada. la gracia recibida no transformó su corazón. Por eso es digno de juicio y del castigo divino. La conclusión es clara: el perdón del hombre a su hermano condiciona el perdón del Padre.

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