Lecturas del Sábado 17 de marzo. 4ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías 11,18-20


EL Señor me instruyó, y comprendí,
me explicó todas sus intrigas.
Yo, como manso cordero,
era llevado al matadero;
desconocía los planes
que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía,
arranquémoslo de la tierra de los vivos,
que jamás se pronuncie su nombre».
Señor del universo,
que juzgas rectamente,
que examinas las entrañas y el corazón,
deja que yo pueda ver
cómo te vengas de ellos,
pues a ti he confiado mi causa.


Palabra de Dios

Sal 7,2-3.9bc-10.11-12


R/. Señor, Dios. mío, a ti me acojo

Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

Mi escudo es Dios,

que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.


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Lectura del santo evangelio según san Juan 7,40-53


En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».
Otros decían:
«Este es el Mesías».
Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».
Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Y se volvieron cada uno a su casa.

Palabra del Señor

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El texto es la primera confesiones de Jeremías, son ráfagas de luz que nos permiten adentrarnos en el mundo interior del profeta a través de las persecuciones personales de su misión, son un testimonio preciosos, único en la Biblia. Por voluntad del Señor, Jeremías descubre la conjura que sus paisanos de Anatol han urdido contra él para quitarlo de en medio. Es difícil precisar las causas históricas, pero esto no impide captar el mensaje fundamental. En la historia de la salvación, las vicisitudes de la vida del profeta son de capital importancia por el modo con que tuvo que vivirlas.

Jeremías víctima inocente, pensando en el peligro que acaba de pasar, se compara con un cordero manso llevado al matadero. Esta imagen, presente en el cuarto canto del Siervo sufriente de Yahvé, se utilizará ampliamente para describir al Mesías Sufriente que expía en silencio el pecado del mundo. Atormentado en el corazón y la mente, el profeta sufre y se atreve a elevar una oración de venganza; es la ley del talión. Jeremías vive su pasión como hombre del Antiguo Testamento; será Jesús, lo que el profeta figuraba, quien morirá inocente, poniéndose en las manos del Padre él mismo y poniendo a sus adversarios, que le crucificaron, para que les perdone.

En el Evangelio la gente discute sobre un hombre de los que todos hablan, preguntándose sino será el Mesías . Su palabra de autoridad, que fascina incluso a los guardias enviados para arrestarlo, no podía dejar lugar a la duda. Pero sin embargo, se esgrimían dos fuertes argumentos en contra. En primer lugar, Jesús viene de Galilea y la Escritura dice que nacería en Belén. Pero el hecho de que los jefes del pueblo y los fariseos no han creído en Él. Frente a la agitación general, los que ejercen el poder y la ciencia responden con sarcasmo y desprecio, síntomas inequívocos de una reacción desmesurada dictada por el miedo e perder prestigio. Solo se distingue la valiente voz de Nicodemo, que indica que la misma Ley no juzga a nadie antes de haberle escuchado. También se le tacha de ignorancia. Bruscamente concluye Juan: " Cada uno se marcho a su casa", algunos llevando en el corazón el deseo de conocer más a Jesús, otros, con un rechazo más enconado. Pero la Palabra no calla, todavía no había llegado la hora.

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