Lecturas del Domingo 2º de Pascua - Ciclo B
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4,32-35
El texto de loa Hechos de los apóstoles presenta el segundo compendio de la vida de la iglesia naciente. Pone el acento en la unidad fraterna. El texto afirma que todos pensaban y sentían lo mismo, el secreto de esta comunión es la plena disponibilidad, hecha de la caridad y pobreza evangélicas, que impulsa a los miembros a poner al servicio del bien común lo que antes poseían en privado.
El grupo de los apóstoles está unido y se muestra compacto en la consignación del primer verdadero tesoro de la iglesia: el testimonio de la resurrección de Jesús. Los creyentes están unido en la ayuda a las necesidades de los hermanos y manifiestan también la plena comunión en el modo de llevar a cabo la beneficencia. Se depositan a los pies de los apóstoles todo lo que deciden dar espontáneamente. Se cumple así la promesa de que "No habrá ningún necesitado entre vosotros", porque los creyentes obedecen el nuevo mandamiento de Jesús. Y crece la benevolencia de todos hacía la comunidad cristiana.
Fe y caridad, amor a Dios y al prójimo son los elementos esenciales que caracterizan la vida del cristiano, Juan no se cansa de repetir esta sencilla verdad, ahondando en ella de un modo siempre nuevo.
La conclusión de la primera carta de San Juan recuerda el renacimiento bautismal y sus implicaciones: " Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. La misma fe que nos hace hijos de Dios. La fe nos hace hijos de Dios, nos hace hermanos, porque todos somos hijos del mismo Padre y estamos unidos por el vínculo del amor. No se trata de sentimientos y emociones, sino de adhesión a su voluntad, de cumplir sus mandamientos, que no son pesados, porque son peso de amor, sugerido por los delicados matices de la caridad hacía los hermanos.
La vida filial bautismal, vence al mundo cuando es vivida de manera consciente día tras día, puesto que participa de la victoria única y definitiva realizada por Cristo que con su muerte y resurrección nos unimos en la fe.
Jesús no vino solo con el agua del bautismo que lo manifestó a Israel en el Jordán, sino también con la sangre de la cruz, por medio de la cual atestiguó de modo cabal su amor al Padre y a la humanidad, llevando a cabo nuestra redención. No ha dejado a su iglesia solo el agua bautismal, sino también l sacramento de su cuerpo inmolado y de su sangre derramada, para que, acercándonos a la gracia del bautismo y de la eucaristía, podamos crecer en la comunión con Dios y con los hermanos, mediante el don del Espíritu Santo que, tras descender sobre los apóstoles, guía a la iglesia hacía la verdad completa, dando testimonio de las inconmensurables dimensiones de la salvación.
Jesús resucitado pasa a través de las puertas cerradas y les dirige el saludo de la paz,. Como había sucedido antes con María Magdalena, no son las apariencias, sino la voz lo que le da a conocer. Lo que dice Jesús acaece, cada palabra suya se vuelve acontecimiento, en consecuencia, su paz se comunica a los apóstoles. Tal como lo había prometido, Jesús no deja huérfanos a sus discípulos,sino que les entrega el Espíritu Paráclito, gracias al cual podrán comprender todo lo que les había enseñado y proseguir su misión en el mundo, cooperando con él en la obra de la salvación.
Hasta Tomás, al oír la voz de Jesús, se abre para recibir el don de la fe, e iluminado por el Espíritu, puede renunciar ahora a su exigencia de ver y tocar de manera sensible. Aferrado en lo íntimo por la voz del Maestro, se postra de inmediato en actitud de adoración y realiza una solemne proclamación de fe: "Señor mio y Dios mio"
Jesús estará siempre junto a sus apóstoles, junto a la iglesia, aunque de otro modo, a través de la acción del Espíritu Santo. Esto nos ofrece como fruto excelente la paz, fruto madura de la salvación y distintivo principal de los discípulos de Cristo. Por eso debemos abrirnos continuamente a este don, poniéndonos a disposición total de Dios.
Si perseguimos fines egoístas, deberemos rectificar nuestra voluntad, confiándola a la acción del Espíritu Santo, para que nos haga capaces de creer y de amar con autenticidad. Estamos llamados a participar de la misma vida de Dios, es decir, a ser santos. La santidad consiste precisamente en dejar que el Espíritu Santo que el Resucitado nos ha dado. Por eso, vivir el misterio Pascual es una aventura maravillosa.
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios
Sal 117,2-4.16ab-18.22-24
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5,1-6
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
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El grupo de los apóstoles está unido y se muestra compacto en la consignación del primer verdadero tesoro de la iglesia: el testimonio de la resurrección de Jesús. Los creyentes están unido en la ayuda a las necesidades de los hermanos y manifiestan también la plena comunión en el modo de llevar a cabo la beneficencia. Se depositan a los pies de los apóstoles todo lo que deciden dar espontáneamente. Se cumple así la promesa de que "No habrá ningún necesitado entre vosotros", porque los creyentes obedecen el nuevo mandamiento de Jesús. Y crece la benevolencia de todos hacía la comunidad cristiana.
Fe y caridad, amor a Dios y al prójimo son los elementos esenciales que caracterizan la vida del cristiano, Juan no se cansa de repetir esta sencilla verdad, ahondando en ella de un modo siempre nuevo.
La conclusión de la primera carta de San Juan recuerda el renacimiento bautismal y sus implicaciones: " Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. La misma fe que nos hace hijos de Dios. La fe nos hace hijos de Dios, nos hace hermanos, porque todos somos hijos del mismo Padre y estamos unidos por el vínculo del amor. No se trata de sentimientos y emociones, sino de adhesión a su voluntad, de cumplir sus mandamientos, que no son pesados, porque son peso de amor, sugerido por los delicados matices de la caridad hacía los hermanos.
La vida filial bautismal, vence al mundo cuando es vivida de manera consciente día tras día, puesto que participa de la victoria única y definitiva realizada por Cristo que con su muerte y resurrección nos unimos en la fe.
Jesús no vino solo con el agua del bautismo que lo manifestó a Israel en el Jordán, sino también con la sangre de la cruz, por medio de la cual atestiguó de modo cabal su amor al Padre y a la humanidad, llevando a cabo nuestra redención. No ha dejado a su iglesia solo el agua bautismal, sino también l sacramento de su cuerpo inmolado y de su sangre derramada, para que, acercándonos a la gracia del bautismo y de la eucaristía, podamos crecer en la comunión con Dios y con los hermanos, mediante el don del Espíritu Santo que, tras descender sobre los apóstoles, guía a la iglesia hacía la verdad completa, dando testimonio de las inconmensurables dimensiones de la salvación.
Jesús resucitado pasa a través de las puertas cerradas y les dirige el saludo de la paz,. Como había sucedido antes con María Magdalena, no son las apariencias, sino la voz lo que le da a conocer. Lo que dice Jesús acaece, cada palabra suya se vuelve acontecimiento, en consecuencia, su paz se comunica a los apóstoles. Tal como lo había prometido, Jesús no deja huérfanos a sus discípulos,sino que les entrega el Espíritu Paráclito, gracias al cual podrán comprender todo lo que les había enseñado y proseguir su misión en el mundo, cooperando con él en la obra de la salvación.
Hasta Tomás, al oír la voz de Jesús, se abre para recibir el don de la fe, e iluminado por el Espíritu, puede renunciar ahora a su exigencia de ver y tocar de manera sensible. Aferrado en lo íntimo por la voz del Maestro, se postra de inmediato en actitud de adoración y realiza una solemne proclamación de fe: "Señor mio y Dios mio"
Jesús estará siempre junto a sus apóstoles, junto a la iglesia, aunque de otro modo, a través de la acción del Espíritu Santo. Esto nos ofrece como fruto excelente la paz, fruto madura de la salvación y distintivo principal de los discípulos de Cristo. Por eso debemos abrirnos continuamente a este don, poniéndonos a disposición total de Dios.
Si perseguimos fines egoístas, deberemos rectificar nuestra voluntad, confiándola a la acción del Espíritu Santo, para que nos haga capaces de creer y de amar con autenticidad. Estamos llamados a participar de la misma vida de Dios, es decir, a ser santos. La santidad consiste precisamente en dejar que el Espíritu Santo que el Resucitado nos ha dado. Por eso, vivir el misterio Pascual es una aventura maravillosa.
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