Lecturas del Lunes 21 de mayo. 7ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol Santiago 3,13-18


¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.



Palabra de Dios



Sal 18,8.9.10.15


R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,14-29


En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. 
Él les preguntó: «¿De qué discutís?»
Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.»
Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»
Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»
Entonces el padre del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie. 
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»

Palabra del Señor

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La carta de Santiago está dirigida a los cristianos procedentes de la Sinagoga. Sus destinatarios son hermanos que se reúnen en asamblea constituyendo iglesias. En éstas serán muchos los que llegaban a ser maestros, tras haberlos amonestados para que dominen la lengua, plantea Santiago esta pregunta: ¿ Hay entre vosotros algún sabio y experimentado?.  Aquí se contrapone dos tipos de sabiduría, la arriba y la terrena, una conduce a la comunión y la otra a la discordia.

La comunión viene inspirada siempre de arriba, da un buen testimonio y permite vivir en la dulduza y en la paz. La discordia, en cambio, tiene su raíz en el corazón del hombre y hace que crezcan los sentimientos de envidia, de rivalidad, alimentados por la soberbia. Es una sabiduría terrena, mala, que divide, sugerida por el demonio, e invita a realizar toda clase de acciones negativas, veladas por un bien aparente. La sabiduría que viene de arriba, obra siempre el bien y es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. La paz y la concordia de una comunidad siembran una semilla que dará fruto en el campo de la justicia divina.

Jesús baja del monte donde se había transfigurado y vuelve con el resto de sus discípulos. Los encuentra rodeados de una muchedumbre que se queda sorprendida con su inesperada llegada. Dejando aparte toda discusión, todos se apresuran a saludar al Maestro. Jesús pregunta el motivo de la reunión de los discípulos, gente sencilla y maestros de la Ley y tras cierta vacilación, es el padre de un muchacho endemoniado quien toma la palabra. Cuenta el estado de salud en el que se encuentra su hijo y afirma que los discípulos no han podido liberarlos.

Jesús se indigna con todos, porque constata que su predicación y los milagros no han consolidado ni la fe de los discípulos ni la fe de la gente. Con todo, y aunque con una nota de rabia y de cansancio, Jesús no abandona a esta gente y le ofrece una vez más su ayuda. El padre del muchacho interviene de nuevo y pone al descubierto la endeblez y la inconsistencia de su fe: "Si algo puedes". Esta petición sorprende al Maestro y responde de inmediato: "Todo es posible para el que tiene fe". Al decir Creo, el padre del muchacho afirma la impotencia del hombre y la gran misericordia de Dios.   

Jesús realiza el milagro, libera al muchacho del espíritu mudo y deja pasar un breve intervalo de tiempo, un espacio para que se manifiesten la grandeza y el poder del amor. No, el muchacho no está muerto,   está completamente libre.

Cuando los discípulos le preguntan a Jesús la razón de su impotencia, se refiere éste a la oración, es decir, al reconocimiento total y humilde de que todo viene de Dios y de que contar únicamente con nuestros propios medios no conduce a ninguna parte.

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