Lecturas del Martes 8 de mayo. 6ª semana de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 16,22-34


En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que les arrancaran y que los azotaran con varas; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo.
A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo:
«No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí».
El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó fuera y les preguntó:
«Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
Le contestaron:
«Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».
Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.



Palabra de Dios



Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8


R/. Señor, tu derecha me salva

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre
por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Juan 16,5-11


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

Palabra del Señor

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Pablo y Silas están en la cárcel por haber expulsado el espíritu de adivinación de una esclava: el espíritu salio de ella al instante, pero sus amos al ver que habían desaparecido sus expectativas de lucro, echaron mano a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades, acusándoles de turbar el orden público.

Los estrategas de Filipos, sin haber demasiadas averiguaciones, ordenan que azoten con varas a los acusados y encargan al carcelero que los vigile con cuidado. Por eso, al día siguiente, cuando los magistrados querían liberar a los prisioneros, Pablo protesta de manera vivaz y haciéndose fuerte en su ciudadanía romana, les exige explicaciones por su acción ilegal.

El testimonio sereno de los prisioneros, su lealtad, la serie de acontecimientos extraordinarios, conmueven al carcelero y le hacen plantear la pregunta. ¿Qué debo hacer para salvarme?

La respuesta no consiste  en una serie de preceptos, sino en la presentación de una persona: "Si crees en el Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia".

El tema central del Evangelio   es el Espíritu Santo, testigo de Jesús y acusador del mundo. Hay tristeza en los discípulos, porque Jesús les ha hablado de las persecuciones que debían padecer y esto los ha turbado. Las palabras dirigidas por Jesús a sus discípulos, sacan a la luz su cierre. Los discípulos atemorizados por el inminente futuro de sufrimiento que les espera, son incapaces de confiarse al que es el único que puede hacerles superar toda tristeza y angustia.

Jesús reprocha el hecho de que ninguno le pregunte qué significa su partida al Padre y su próxima pasión y muerte, de las que ya les ha hablado otras veces. Si hubieran comprendido el sentido de su misión de sufrimiento redentor, se habrian tranquilizado con el pensamiento de que su ascenso al Padre tendría como consecuencia la venida del Espíritu Santo, quien reforzará su convicción en torno a la victoria de su fe y les dará la comprensión plena de la verdad del Evangelio.

La tarea del Espíritu Santo es dar testimonio contra el mundo, que está en pecado por haber rechazado a Cristo. Él como abogado en un proceso, revelará a los creyentes a lo largo del desarrollo de la historia, el error del mundo. Lo pondrá en condición de acusado por su pecado de incredulidad, probará al mundo la justicia de Cristo.

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