Lecturas del Viernes 1 de junio. 8ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 4,7-13
La acreditación de la verdadera gracia de Dios, en la que el apóstol pide que permanezcamos firmes, culmina en la petición de permanecer en Cristo. Con su resurrección ha entrado la historia en su fase última, está encaminada a su cumplimiento. Esta condición desemboca en un nuevo modo de existir que se refleja en todas las expresiones de la existencia. Moderación, oración, caridad, hospitalidad reciproca, valoración de los carismas para la construcción del pueblo, la glorificación del Padre en Jesús, constituyen expresiones armónicas de esta vida regenerada. Ésta es, al mismo tiempo filial, fraterna, partícipe de los sufrimientos de Cristo y está entretejida con la esperanza de la revelación de su gloria. El fundamento de todo es la moderación de los deseos, que enmarca a la rectitud del vivir y del obrar. Los deseos, abandonados a sí mismos, obstaculizan la oración y nos impiden dedicarnos a la misma.
La oración a su vez, alimenta la caridad y cuando ésta es entendida como recíproca, sincera y cordial, constituye el antídoto contra la malicia, fraude, la hipocresía, la envidia, la maledicencia, esto es, contra los pecado que acechan la paz comunitaria. El amor a los hermanos y la fraternidad son los ejes principales en la visión del apóstol.
La caridad se manifiesta en el estilo de la acogida, cuando ésta reina, disipa el clima del chismorreo y de murmuración, de sospecha, de juicio y de falta de confianza que corroe como la carcoma las relaciones comunitarias. La solicitud por los débiles en la fe es una clara prerrogativa ulterior de comunidades vivas, potenciadas por estilos de vida en los que la personas se abren unas a otras y valoran la multiforme gracia de Dios de la que están dotadas.
La liturgia, lee de manera seguida tres hechos, la higuera, los profanadores expulsados del templo, la exhortación a la fe, nos invita a captar su conexión, Jesús tiene hambre y busca algún fruto en la higuera, pero no lo encuentra. El tiempo de la fe es salvífico, no cronológico, Jesús revela que el Padre, en Él, tiene hambre, tiene sed, (la sed de la cruz), no de alimento o de bebida, sino de amor, de justicia, de rectitud, de respeto a su morada, de que se deje de profanar ese templo santo que somos nosotros..
Para saciar esta hambre y esta sed, es bueno todo tiempo y todo lugar. Dios tiene sed de nuestra fe, de nuestra confianza sincera, no calculadora, de nuestra misericordia que perdona y cultiva esperanza
El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar. Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios. El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Queridos hermanos, no os extrañéis de ese fuego abrasador que os pone a prueba, como si os sucediera algo extraordinario. Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo.
Palabra de Dios
Sal 95,10.11-12.13
R/. Llega el Señor a regir la tierra
Decid a los pueblos: El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 11,11-26
Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie de ti.»
Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: «¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos." Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.»
Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.»
Jesús contestó: «Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tirate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.»
Palabra del Señor
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La oración a su vez, alimenta la caridad y cuando ésta es entendida como recíproca, sincera y cordial, constituye el antídoto contra la malicia, fraude, la hipocresía, la envidia, la maledicencia, esto es, contra los pecado que acechan la paz comunitaria. El amor a los hermanos y la fraternidad son los ejes principales en la visión del apóstol.
La caridad se manifiesta en el estilo de la acogida, cuando ésta reina, disipa el clima del chismorreo y de murmuración, de sospecha, de juicio y de falta de confianza que corroe como la carcoma las relaciones comunitarias. La solicitud por los débiles en la fe es una clara prerrogativa ulterior de comunidades vivas, potenciadas por estilos de vida en los que la personas se abren unas a otras y valoran la multiforme gracia de Dios de la que están dotadas.
La liturgia, lee de manera seguida tres hechos, la higuera, los profanadores expulsados del templo, la exhortación a la fe, nos invita a captar su conexión, Jesús tiene hambre y busca algún fruto en la higuera, pero no lo encuentra. El tiempo de la fe es salvífico, no cronológico, Jesús revela que el Padre, en Él, tiene hambre, tiene sed, (la sed de la cruz), no de alimento o de bebida, sino de amor, de justicia, de rectitud, de respeto a su morada, de que se deje de profanar ese templo santo que somos nosotros..
Para saciar esta hambre y esta sed, es bueno todo tiempo y todo lugar. Dios tiene sed de nuestra fe, de nuestra confianza sincera, no calculadora, de nuestra misericordia que perdona y cultiva esperanza
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