Lecturas de Lunes 18 de junio. 11ª semana del Tiempo Ordinario


Lectura del primer libro de los Reyes 21,1-16

Por aquel tiempo, Nabot, el de Yezrael, tenía una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaria.
Ajab le propuso: «Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero.»
Nabot respondió: «¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!»
Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de: «No te cederé la heredad de mis padres.»
Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento.
Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo: «¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?»
Él contestó: «Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: "Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra." Y me dice: "No te doy mi viña."»
Entonces Jezabel dijo: «¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!»
Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. Las cartas decían: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. Sentad en frente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey." Lo sacáis afuera y lo apedreáis hasta que muera.»
Los paisanos de Nabot, los ancianos y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que habían recibido. 
Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey.»
Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió.
Entonces informaron a Jezabel: «Nabot ha muerto apedreado.»
En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab: «Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto.»
En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael.

Palabra de Dios



Sal 5,2-3.5-6.7

R/. Atiende a mis gemidos, Señor

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío. R/.

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario
y traicionero lo aborrece el SeñorR/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,38-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.»

Palabra del Señor

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El rey Ajab no sólo confía más en los manejos políticos que en la protección divina, sino que mancha también con un doble y grave crimen por instigación de su mujer, Jezabel, ávida de extender las posesiones de la casa real. El hurto y el homicidio perpetrado a espalda de Nabot, el campesino israelita atacado en su propia tierra, indican la degradación moral de la monarquía, a pesar del montaje que parece conferir legalidad a lo obrado por el rey: proclamación del ayuno y convocación de la comunidad, como se acostumbraba a hacer en estado de catástrofe nacional. La maldición del rey, en no menor medida que la de Dios, implicaba la lapidación siempre que estuviera por dos testigos que aquí resultan falsos.

La quinta antítesis consiste en la así llamada ley del talión, atestiguada en toda la antigüedad. Se basa esta ley en el principio de la retribución y en la exigencia de la reparación, poniendo un freno con ello a la retorsión. Nuestro señor, al abolir esta reciprocidad, corta de raíz el pecado. En la ley está la pena; en el Evangelio, la gracia. Allí se castiga la culpa, aquí en cambio, se desarraiga la fuente misma del pecado. Por eso nos enseña Jesús a ser tolerantes, a no oponernos con espíritu de venganza e intolerancia a quien nos pone en una situación de prueba, sabiendo que de ese modo se corta la espiral de la violencia y de la prepotencia. Incluso cuando anda de por medio la integridad de nuestra propia persona y de nuestros propios bienes, empezando por el tiempo. La referencia al manto sirve para indicar la ropa con que la gente se protegía de la intemperie y se cubría en las horas de descanso. Los mil pasos era la distancia que se permitía recorrer en sábado.

El antiguo precepto ojo por ojo, diente por diente, ponía ya un límite a la propagación de la venganza. Ahora bien, Cristo pide un comportamiento que extirpa su misma raíz. Se trata del principio de la no violencia,que neutraliza la reacción en cadena a provocar un mal cada vez mayor.

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