Lecturas de Lunes 25 de junio. 12ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del segundo libro de los Reyes 17,5-8.13-15a.18
En aquellos días, Salmanasar, rey de Asiria, invadió el país y asedió a Samaria durante tres años. El año noveno de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaria, deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, junto al Jabor, río de Gozán, y en las poblaciones de Media. Eso sucedió porque, sirviendo a otros dioses, los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, que los había sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto; procedieron según las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante ellos y que introdujeron los reyes nombrados por ellos mismos.
El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas y videntes: «Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.»
Pero no hicieron caso, sino que se pusieron tercos, como sus padres, que no confiaron en el Señor, su Dios. Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.
Palabra de Dios
Sal 59,3.4-5.12-13
R/. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda
Oh Dios, nos rechazaste
y rompiste nuestras filas;
estabas airado,
pero restáuranos. R/.
Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo. R/.
Tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas.
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor
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Tras la muerte de Eliseo, los reinos del Norte y del sur conocieron una sucesión de acontecimientos alternos, con un ritmo creciente de dificultades que culminaron con la deportación en Babilonia. La toma de Samaría, capital de Israel, por parte del rey de Asiria, después de tres años de asedio, suscita inmediatamente en el autor sagrado una reflexión sapiencial. El texto litúrgico ha sido resumido por razone de brevedad, pero muestra bien la gravedad del cisma religioso y el sincretismo que revolvieron Israel como una turbina. La alianza es un hecho bilateral a la infidelidad del pueblo no puede dejar de corresponder el rechazo,
En el año noveno de Oseas, Salmanasar V puso asedio a Samaría, que se había mostrado como vasalla indigna de confianza, preparando la conquista de la capital, que fue llevada a cabo por su sucesor Sargón II.
Según San Agustín, todo el sermón del monte es un desarrollo de las bienaventuranzas. Este dato aparece, de modo particular, en la invitación a no juzgar. El juicio se entiende aquí en sentido fuerte, como condena, e incluye, por parte del hombre, la asunción de un papel que solo compete a Dios. Por otra parte, Cristo no nos prohíbe juzgar, sino que nos enseña cómo hacerlo. En efecto, Jesús nos enseña que la medida del juicio divino se conformará con la que hayamos usado en nuestros juicios humanos. En la antigüedad, la medida con que se media la cesión de un bien era la misma con la que se aseguraba su restitución. Más tarde, los rabinos enseñaban que Dios se servía de un doble criterio para juzgar: la justicia y la bondad.
Aquel que juzga antes de la venida de Dios, afirma Anastasio Sinaíta, es un anticristo, porque se apodera de lo que pertenece a Cristo.
La invitación a no juzgar se repite como un motivo martilleante en el N.T. Cristo mismo, según el testimonio que dio en su comportamiento con la adúltera y con los que le crucificaron, se presenta no como alguien que viene a juzgar, sino a salvar. San Pablo, nos pone en guardia contra el riesgo que comporta el juicio: " juzgando a otros tú mismo te condena"( Rm 2, 1ss). En consecuencia, nos invita a remitirnos al juicio de Dios, que tendrá lugar al final de la vida.
Palabra del Señor
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Tras la muerte de Eliseo, los reinos del Norte y del sur conocieron una sucesión de acontecimientos alternos, con un ritmo creciente de dificultades que culminaron con la deportación en Babilonia. La toma de Samaría, capital de Israel, por parte del rey de Asiria, después de tres años de asedio, suscita inmediatamente en el autor sagrado una reflexión sapiencial. El texto litúrgico ha sido resumido por razone de brevedad, pero muestra bien la gravedad del cisma religioso y el sincretismo que revolvieron Israel como una turbina. La alianza es un hecho bilateral a la infidelidad del pueblo no puede dejar de corresponder el rechazo,
En el año noveno de Oseas, Salmanasar V puso asedio a Samaría, que se había mostrado como vasalla indigna de confianza, preparando la conquista de la capital, que fue llevada a cabo por su sucesor Sargón II.
Según San Agustín, todo el sermón del monte es un desarrollo de las bienaventuranzas. Este dato aparece, de modo particular, en la invitación a no juzgar. El juicio se entiende aquí en sentido fuerte, como condena, e incluye, por parte del hombre, la asunción de un papel que solo compete a Dios. Por otra parte, Cristo no nos prohíbe juzgar, sino que nos enseña cómo hacerlo. En efecto, Jesús nos enseña que la medida del juicio divino se conformará con la que hayamos usado en nuestros juicios humanos. En la antigüedad, la medida con que se media la cesión de un bien era la misma con la que se aseguraba su restitución. Más tarde, los rabinos enseñaban que Dios se servía de un doble criterio para juzgar: la justicia y la bondad.
Aquel que juzga antes de la venida de Dios, afirma Anastasio Sinaíta, es un anticristo, porque se apodera de lo que pertenece a Cristo.
La invitación a no juzgar se repite como un motivo martilleante en el N.T. Cristo mismo, según el testimonio que dio en su comportamiento con la adúltera y con los que le crucificaron, se presenta no como alguien que viene a juzgar, sino a salvar. San Pablo, nos pone en guardia contra el riesgo que comporta el juicio: " juzgando a otros tú mismo te condena"( Rm 2, 1ss). En consecuencia, nos invita a remitirnos al juicio de Dios, que tendrá lugar al final de la vida.
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