Lecturas del Domingo 14º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Lectura de la profecía de Ezequiel 2,2-5
En la primera lectura se narra la vocación ejemplar de un profeta, de Ezequiel, era hijo de Buzí, sacerdote por nacimiento, pero la voz de Dios le llama aquí hijo de Adam; ya no se llama sacerdote, sino simplemente hombre, es decir, hecho de tierra, frágil, mortal. Sobre este hombre se derrama el Espíritu de Dios, que viene a poner de pie al que estaba postrado en tierra confiriéndole el poder divino para proclamar la Palabra de manera eficaz. A la acción de Dios corresponde, por parte de Ezequiel, permanecer a la escucha: a la Palabra le corresponde la escucha.
La misión del profeta aparece como algo extremadamente difícil, como algo que cuesta, es una misión que tiene que ver con el endurecimiento del corazón, con la obstinación de unos hijos que se han rebelado contra su Padre, una rebelión que se manifiesta en el no escuchar. Ni siquiera la Palabra y el poder del Espíritu pueden constreñir la libertad del hombre para acoger la revelación de Dios. El profeta se levanta entonces, solitario, como signo de contradicción como piedra de tropiezo para los que corren hacía su propia ruina.
Pablo les recuerda a sus amados corintios, la sublimidad de las revelaciones recibidas, a fin de demostrar que su misión procede verdaderamente de Dios, Pablo se muestra ahora con toda su humana debilidad, más aún, presume de ella, del mismo modo que en otra ocasión había presumido de la cruz de Cristo. Al final de la carta tenemos la demostración de que Pablo entiende su propia debilidad, siguiendo el modelo del la debilidad del Señor.
Del mismo modo que la cruz produce escándalo, también la fragilidad humana del apóstol, puede provocar una reacción de desconfianza y de miedo en los corintios, por eso es precisamente el signo inconfundible de que su misión apostólica es de Dios, dado que lleva consigo la marca inconfundible de la cruz.
El Evangelio narra el rechazo de Israel respecto a la revelación de Dios en Jesús. Aquí no se entiende propiamente Israel, el nombre de un pueblo, sino los que son más íntimos de Jesús, la gente de su tierra, de su casa.
La escena se desarrolla en el camino de regreso de la casa de Jairo, en el pueblo de Nazaret, a donde sabemos que había llegado la noticia de los prodigios realizados por Él en toda Galilea.
La primera reacción. después de haber escuchado su Palabra autorizada, es la de admiración, una señal del evangelista para indicar el carácter de revelación de la predicación de Jesús. Las cinco preguntas que siguen indican, sin embargo, la duda de sus hermanos y conocidos, el problema tiene que ver, con el origen de Jesús, lo que equivale a decir que el conocimiento directo de su ambiente familiar les impide reconocer en Él al enviado de Dios, Jesús sigue siendo para ellos únicamente el carpintero del pueblo, el hijo de María. La imposibilidad de hacer milagros en la que se encuentra Jesús pretende significar que la incredulidad, en cuanto rechazo de la oferta salvífica de Dios, impide la manifestación de cualquier acontecimiento de salvación. Frente a ese rechazo, Jesús estaba sorprendido y toma sus distancias respecto a ellos, y no disimula, por su falta de fe, para mostrar el contrate radical entre el plano de la salvación de Dios y la incredulidad de los hombres.
Lo que provoca el escándalo es la pretensión del hombre- Jesús de situarse como lugar de la revelación de Dios, el escándalo que alcanzará su punto más elevado en la muerte del Hijo de Dios en la cruz.
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»
Palabra de Dios
Sal 122
R/. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,7b-10
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
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La misión del profeta aparece como algo extremadamente difícil, como algo que cuesta, es una misión que tiene que ver con el endurecimiento del corazón, con la obstinación de unos hijos que se han rebelado contra su Padre, una rebelión que se manifiesta en el no escuchar. Ni siquiera la Palabra y el poder del Espíritu pueden constreñir la libertad del hombre para acoger la revelación de Dios. El profeta se levanta entonces, solitario, como signo de contradicción como piedra de tropiezo para los que corren hacía su propia ruina.
Pablo les recuerda a sus amados corintios, la sublimidad de las revelaciones recibidas, a fin de demostrar que su misión procede verdaderamente de Dios, Pablo se muestra ahora con toda su humana debilidad, más aún, presume de ella, del mismo modo que en otra ocasión había presumido de la cruz de Cristo. Al final de la carta tenemos la demostración de que Pablo entiende su propia debilidad, siguiendo el modelo del la debilidad del Señor.
Del mismo modo que la cruz produce escándalo, también la fragilidad humana del apóstol, puede provocar una reacción de desconfianza y de miedo en los corintios, por eso es precisamente el signo inconfundible de que su misión apostólica es de Dios, dado que lleva consigo la marca inconfundible de la cruz.
El Evangelio narra el rechazo de Israel respecto a la revelación de Dios en Jesús. Aquí no se entiende propiamente Israel, el nombre de un pueblo, sino los que son más íntimos de Jesús, la gente de su tierra, de su casa.
La escena se desarrolla en el camino de regreso de la casa de Jairo, en el pueblo de Nazaret, a donde sabemos que había llegado la noticia de los prodigios realizados por Él en toda Galilea.
La primera reacción. después de haber escuchado su Palabra autorizada, es la de admiración, una señal del evangelista para indicar el carácter de revelación de la predicación de Jesús. Las cinco preguntas que siguen indican, sin embargo, la duda de sus hermanos y conocidos, el problema tiene que ver, con el origen de Jesús, lo que equivale a decir que el conocimiento directo de su ambiente familiar les impide reconocer en Él al enviado de Dios, Jesús sigue siendo para ellos únicamente el carpintero del pueblo, el hijo de María. La imposibilidad de hacer milagros en la que se encuentra Jesús pretende significar que la incredulidad, en cuanto rechazo de la oferta salvífica de Dios, impide la manifestación de cualquier acontecimiento de salvación. Frente a ese rechazo, Jesús estaba sorprendido y toma sus distancias respecto a ellos, y no disimula, por su falta de fe, para mostrar el contrate radical entre el plano de la salvación de Dios y la incredulidad de los hombres.
Lo que provoca el escándalo es la pretensión del hombre- Jesús de situarse como lugar de la revelación de Dios, el escándalo que alcanzará su punto más elevado en la muerte del Hijo de Dios en la cruz.
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