Lecturas del Viernes 15 de junio. 10ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del primer libro de los Reyes 19,9a.11-16
A pesar del gran prodigio que había realizado, Elías sigue estando amenazado de muerte por Jezabel y de ahí que se aleje por el desierto al sur de Judá, deseándose la muerte por inanición. Pero el ángel del Señor le hace encontrar dos veces una hogaza de pan y una jarra de agua, y le dice que se alimente en vista al largo camino que le llevaría al Horeb, es decir, al monte Sinaí, lugar tradicional de la revelaciones divinas. Una vez llegado Elías en la gruta, para pasar allí la noche.
Elías manifiesta la angustia que siente frente a la perversión de sub pueblo, se ha quedado solo en la defensa de la religión de los padres. Pero Dios confirma su vocación por medio de una teofanía que se sitúe en la línea de las clásicas, que implicaban una serie de fenómenos atmosféricos y telúricos excepcionales, sino que Dios se manifiesta en el tenue murmullo del silencio, como para volver a llevar a Elías a su propia interioridad, para que encuentre en la gruta del corazón, al señor en el que habría de encontrar la fuerza para reemprender el camino. El profeta se cubre el rostro en señal de respeto y con la conciencia de que nadie puede ver el rostro de Dios y seguir con vida.
La experiencia de Dios está destinada a que Elías reemprenda su propia misión. Elías ya no estará solo, le esperan siete mil hombre, aquellos cuyas rodillas no se han doblado ante Baal no lo han besado, y cuyos labios por otra parte, deberá ocuparse de realizar algunas cosas importantes, la unción del rey de Damasco, la de Jehú, rey de Israel, que ordenará la muerte de Jezabel y de toda la familia real, así como la envestidura profética de Eliseo.
En aquellos días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche.
El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le decía: «¿Qué haces, aquí, Elías?»
Respondió: «Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.»
El Señor dijo: «Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco y, cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén.»
Palabra de Dios
Sal 26,7-8a.8b-9abc.13-14
R/. Tu rostro buscaré, Señor
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro.» R/.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»
Palabra del Señor
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Elías manifiesta la angustia que siente frente a la perversión de sub pueblo, se ha quedado solo en la defensa de la religión de los padres. Pero Dios confirma su vocación por medio de una teofanía que se sitúe en la línea de las clásicas, que implicaban una serie de fenómenos atmosféricos y telúricos excepcionales, sino que Dios se manifiesta en el tenue murmullo del silencio, como para volver a llevar a Elías a su propia interioridad, para que encuentre en la gruta del corazón, al señor en el que habría de encontrar la fuerza para reemprender el camino. El profeta se cubre el rostro en señal de respeto y con la conciencia de que nadie puede ver el rostro de Dios y seguir con vida.
La experiencia de Dios está destinada a que Elías reemprenda su propia misión. Elías ya no estará solo, le esperan siete mil hombre, aquellos cuyas rodillas no se han doblado ante Baal no lo han besado, y cuyos labios por otra parte, deberá ocuparse de realizar algunas cosas importantes, la unción del rey de Damasco, la de Jehú, rey de Israel, que ordenará la muerte de Jezabel y de toda la familia real, así como la envestidura profética de Eliseo.
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