Lecturas del Miércoles 1 de agosto. 17ª semana del Tiempo Ordinario.
Lectura del profeta Jeremías 15,10.16-21
Ay de mí, ¡madre mía!, ¿por qué me diste a luz? Soy hombre que trae líos y contiendas a todo el país. No les debo dinero, ni me deben; ¡pero todos me maldicen! Cuando me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh Yavé Sabaot! Yo no me sentaba con otros para bromear, sino que, apenas tu mano me tomaba, yo me sentaba aparte, pues me habías llenado de tu propio enojo. ¿Por qué mi dolor no tiene fin y no hay remedio para mi herida? ¿Por qué tú, mi manantial, me dejas de repente sin agua?
Entonces Yavé me dijo: «Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán que volver a ti, pero tú no volverás a ellos. Haré que tú seas como una fortaleza y una pared de bronce frente a ellos; y si te declaran la guerra, no te vencerán, pues yo estoy contigo para librarte y salvarte. Te protegeré contra los malvados y te arrancaré de las manos de los violentos.»
Palabra de Dios
Sal 58,2-18
R/. Dios es mi refugio en el peligro
Líbrame de mi enemigo, Dios mío,
protégeme de mis agresores;
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios. R/.
Mira que me están acechando
y me acosan los poderosos.
Sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
sin culpa mía, avanzan para acometerme. R/.
Estoy velando contigo, fuerza mía,
porque tú, oh Dios, eres mi alcázar;
que tu favor se adelante, oh Dios,
y me haga ver la derrota del enemigo. R/.
Yo cantaré tu fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia:
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro. R/.
Y tañeré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, oh Dios, eres mi alcázar. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,44-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»
Palabra del Señor
COMENTARIOS
El Señor le confirma al profeta su arduo mandato, pidiéndole de nuevo su entera disponibilidad, renovándose la promesa del éxito final de su misión, garantizado por su misma presencia. La Palabra que le había seducido en un tiempo deberá encarnarse aún más en Jeremías. Fiel a ella, el profeta recibirá la fuerza necesaria para resistir a todos los adversarios.
La parábola del tesoro encontrado por casualidad en el campo y de la perla largo tiempo buscada y por fin encontrada ponen el acento en la alegría de quien ha comprendido el valor del Reino de Dios. Se trata de una alegría tan penetrante y profunda que hace posible la venta de cualquier otro bien para comprar el campo donde está escondido el tesoro o adquirir la perla preciosa. Acoger la Palabra de Jesús y tener acceso al misterio del Reino de Dios no es, por tanto, únicamente una experiencia de contraste y de paciente tenacidad, como sugerían las parábolas del sembrador y de la cizaña, sino que es también y sobre todo uan experiencia de alegría.
Las parábolas plantean la exigencia del radicalismo en la opción por el Reino, no es posible llegar a soluciones de compromiso, es preciso darlo todo si queremos gozar del amor de Dios. El hombre experimenta esto como don inesperado y como fruto del empeño: Dios se ofrece en virtud de su libre iniciativa, más allá de cualquier posible mérito del hombre. Haciéndose buscar, dilata en él el espacio del deseo.
Comentarios
Publicar un comentario