Lecturas del Sábado 14 de julio. 14ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro de Isaías 6,1-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: «Aquí estoy, mándame.»
Palabra de Dios
Sal 92
R/. El Señor reina, vestido de majestad
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,24-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
Palabra del Señor
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La triple repetición del Santo, santo, santo intenta expresar la infinita santidad de Dios, su trascendencia, su absoluta diferencia respecto a aquello que, por ser terreno, se corrompe o solo es limitado. El sentido de la presencia de Dios lo proporciona tanto el temblor de las puertas del templo como el humo, semejante, en la función de significar la gloria de Dios, a la nube que cubría el tabernáculo durante el tiempo que permaneció Israel en el desierto. En este punto queda Isaías como turbado, abrumado por el sentido de su indignidad, ligada a su pecado y al del pueblo, frente a la infinita pureza y santidad de Dios.
El Señor se dirige a la asamblea de los serafines, que son consultados sobre el gobierno del mundo, sin embargo, de manera indirecta, la voz del Señor interpela y llama a Isaías para que, investido por la gloria y la santidad de Dios, vaya a profetizar en su nombre, es la plena disponibilidad de quien se deja invadir por un Dios que salva.
En el Evangelio, Jesús en su discurso introduce el tema de no tener miedo, que aparece en la Sagrada Escritura 366 veces. El texto repite de manera imperativa a no tener miedo y anima a los discípulos para que tengan audacia en el anuncio.
Los argumentos de Jesús a no tener miedo, se une a dos imágenes tiernas, la de los pájaros, que aunque tienen un precio irrisorio, son objeto del amor providente de Dios Padre y la de los cabellos de nuestra cabeza, contados todos ellos. El Señor nos dice que es preciso que no dejemos.que el miedo ocupe lugar alguno en nosotros y decidamos en cambio, a llevar una vida plena.
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