Lecturas del Viernes 20 de julio. 15ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro de Isaías 38,1-6.21-22.7-8


En aquellos días, Ezequías cayó enfermo de muerte, y vino a visitarlo el profeta Isaías, hijo de Amós, y le dijo: «Así dice el Señor: "Haz testamento, porque vas a morir sin remedio y no vivirás."» Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor: «Señor, acuérdate que he procedido de acuerdo contigo, con corazón sincero e íntegro, y que he hecho lo que te agrada.» Y Ezequías lloró con largo llanto. 
Y vino la palabra del Señor a Isaías: «Ve y dile a Ezequías: Así dice el Señor, Dios de David, tu padre: "He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, añado a tus días otros quince años. Te libraré de las manos del rey de Asiria, a ti y a esta ciudad, y la protegeré."» 
Isaías dijo: «Que traigan un emplasto de higos y lo apliquen a la herida, para que se cure.» 
Ezequías dijo: «¿Cuál es la prueba de que subiré a la casa del Señor?» 
Isaías respondió: «Ésta es la señal del Señor, de que cumplirá el Señor la palabra dada: "En el reloj de sol de Acaz haré que la sombra suba los diez grados que ha bajado."» Y desandó el sol en el reloj los diez grados que había avanzado.



Palabra de Dios



Is 38


R/. Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía

Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.» R/.

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.» R/.

«Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.» R/.

Los que Dios protege viven,
y entre ellos vivirá mi espíritu;
me has curado, me has hecho revivir. R/.



Imagen relacionada
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,1-8


Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» 
Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor

En el libro de Isaías se narran hechos que se remontan a los últimos años del siglo VIII a. de C, durante el reinado de Ezequías y están documentados desde el punto de vista histórico, tanto  por el segundo libro de los Reyes como por textos asirios. El pasaje se sitúa en el contexto precedente al asedio que el rey asirio Senaquerib puso a Jerusalén, unos quince años antes de la muerte del rey Ezequías. El relato de la gravísima enfermedad que aqueja al rey y de su curación milagrosa, mediante la intervención de Isaías, pone de relieve la actitud de confianza de Ezequías con Dios y con el profeta, que es reconocido por lo que es, portavoz de Yahvé. Por otra parte, emerge el prestigio de Isaías y se exalta el poder que le viene de su fidelidad al mandato profético.

Ezequías reacciona al anuncio   de su muerte inminente con una oración que, siguiendo el estilo de los salmos de súplica, apela a la misericordia de Dios. A él le presenta    el rey    su propia vida, una vida vivida con rectitud, rica en buenas obras; por consiguiente siguiendo la doctrina de la retribución. La bondad y la oración del rey queda demostrada por el hecho de que es escuchada. Esa escucha se le hace saber por medio del profeta, Ezequías se curará y Jerusalén será liberada.

El pasaje del Evangelio cuenta una controversia entre Jesús y los fariseos, respecto a la observancia del precepto sabático. La ley mosaica prescribía abstenerse de todo trabajo el día sábado, aunque fuera urgente, como las labores del campo en tiempo de aradura y de cosecha.

La antigua institución del sábado como día de reposo dedicado a Dios, que descansó el día séptimo de todo lo que había hecho, había tomado una gran importancia durante el exilio de Babilonia y en el período posterior, convirtiéndose, por tanto, en una ley férrea en el judaísmo hasta los tiempos de Jesús. El precepto del sábado, vivido al principio como día de alegría para todos, en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto y como anticipación del reposo escatológico, en el que toda criatura participará del reposo del mismo Dios, el precepto del sábado, decíamos, se había transformado en una observancia opresora y vinculante de lo que estaba permitido y lo que estaba prohibido,  una observancia en torno a la cual divergían las diferentes escuelas rabínicas.

Jesús tiene una autoridad superior a la de Moisés, en virtud de su relación con Dios a quien se quiere honrar observando el precepto del sábado. Él solo puede establecer lo que es lícito y lo que no lo es. Jesús, revelador del amor del Padre, vuelve a situar al hombre en el centro del verdadero culto: rendir honor a Dios no pueden ser separado del estar atento al hombre, a quien Dios ha creado y ama. Por lo tanto, no puede haber conflicto entre la Ley y la exigencia del amor. La historia de Israel dado su carácter sagrado de los panes de la ofrenda  no impidió a david y a sus hambrientos hombres alimentarse con ellos.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Lecturas del San Mateo, apóstol y evangelista

Lectura del Jueves de la Octava de Pascua

Lecturas del Lunes de la III Semana de Pascua