Lecturas del Martes 14 de agosto. 19ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la profecía de Ezequiel 2,8–3,4


Así dice el Señor: «Tú, hijo de Adán, oye lo que te digo: ¡No seas rebelde, como la casa rebelde! Abre la boca y come lo que te doy.» 
Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Y me dijo: «Hijo de Adán, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel.» 
Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome: «Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy.» Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel. 
Y me dijo: «Hijo de Adán, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras.» 



Palabra de Dios



Sal 118,14.24.72.103.111.131


R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

Mi alegría es el camino de tus preceptos, 
más que todas las riquezas. R/.

Tus preceptos son mi delicia, 
tus decretos son mis consejeros. R/.

Más estimo yo los preceptos de tu boca 
que miles de monedas de oro y plata. R/.

¡Qué dulce al paladar tu promesa: 
más que miel en la boca! R/.

Tus preceptos son mi herencia perpetua, 
la alegría de mi corazón. R/.

Abro la boca y respiro, 
ansiando tus mandamientos. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,1-5.10.12-14


En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?» 
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.» 

Palabra del Señor

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La visión del libro pertenece al primer cuaderno de las profecías de Ezequiel, donde relata la llamada a la misión profética. A Ezequiel se le llama repetidamente hijo de hombre. Este título está cargado de sentido de la trascendencia divina, una trascendencia que siente Ezequiel con una extrema agudeza. El profeta es una nulidad, como todos los hombres, es uno de tantos, frágil, caduco; el carisma profético le ha sido dado porque Dios lo ha querido así por un don gratuito. Jesús hará suyo ese título para indicar al mismo tiempo su modo de ser con nosotros y su modo de ser ante el Padre.

La vocación de Ezequiel, como la de los grandes profetas, se sitúa en una acción simbólica. Se trata siempre de mostrar que la   Palabra de Dios se encuentra en labios de un hombre. Un ángel purificó los labios a Isaías, Dios mismo introdujo sus palabras en la garganta de Jeremías, pero Ezequiel vive en una época marcada por la civilización escrita, no recibe de Dios una Palabra, sino un libro. Ezequiel come, digiere y asimila la voluntad divina. Ésta no se manifestará más que a través de su visión de las cosas, no habrá Palabra de Dios sino donde haya al mismo tiempo palabra de hombre. Ezequiel debe alimentarse de la Palabra de Dios. S´lo de este modo es posible comunicar a los otros el pensamiento de Dios, dicho con mayor precisión, hablar de Él.

Con Ezequiel se da un paso adelante en el profetismo: no ha sido llamado a repetir la Palabra de Dios, sino a volver a proponer lo que ha recibido de Él. Podríamos decir, a repensar y a  traducir a su propia palabra la Palabra de Dios, puesto que Dios quiere que su mensaje llegue a los hombres en su lenguaje común, como palabra que un hombre dirige a otros. Dios no dispone de un super lenguaje reservado a unos pocos iniciados, sino que se inserta en el lenguaje del hombre y en las comunicaciones que este lenguaje establece entre los hombres.

El anuncio de Ezequiel está llamado a llevar de parte de Dios no sólo es amplísimo, sino que es bastante doloroso;  lamentaciones, gemidos y amenazas. Acaba con las últimas ilusiones de los que aún confiaban en que Jerusalén, aunque debilitada por las primeras derrotas y deportaciones, habría de resistir al invasor caldeo. Más allá de la cólera de Dios, se manifiesta su inmensa misericordia. Por terrible que sea, se trata, en último extremo, de una fuente de auténtica esperanza.

En el Evangelio nos encontramo con el discurso sobre la vida comunitaria cristiana, Jesús traza la características fundamentales de la misma. Los discípulos dan muestra de participar en la mentalidad corriente, la del hombre que ve en la sociedad un continuo progresar, imponerse, codiciar los puestos preeminente. En este contexto plantean a Jesús la pregunta: ¿ Quién es el más importante?. Jesús muestra lo que tiene más valor ante Dios y con ello enseña el nuevo camino de convivencia comunitaria.   Lo hace al modo de los antiguos profetas llevando a cabo el primer gesto, pone a un niño en el centro y después revela su sentido.

Jesús pone en el centro no a una persona considerada como importante, sino a un niño. El niño es lo desprovisto y olvidado por los mayores. alguien necesitado de todo, pobre, de humilde condición.

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