Lecturas del Jueves 6 de septiembre. 22ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3,18-23
Pablo retoma la reflexión sobre el binomio sabiduría- necedad y la completa con dos referencias veterotestamentarias, su atención se había concentrado en la necedad de la predicación y en la necedad de la cruz, así como la necedad de la fe. Ahora se dilata el discurso y se aplica a la vida cristiana. Vivir en Cristo, en su conjunto, incluye el compromiso de asumir la novedad de vida que Cristo ha predicado y que anuncia su cruz, aun cuando esta opción parezca paradójica y escandalosa al mundo en que vivimos.
El mensaje de Pablo es claro e inequívoco, los primeros y últimos destinatarios del mensaje salvífico no son los ministros, sino todos los que acogen el mensaje de la predicación. Pablo dice que todos nosotros pertenecemos a Cristo por medio de la fe. Ser cristiano significa tener una relación especial con Él, en virtud de la llamada recibida, de la Palabra escuchada, del don de la gracia acogida.
El centro de la comunidad cristiana que vive su fe es la Palabra de Dios, Jesús es la Palabra revelada y la predicación apostólica al mismo tiempo y a la vez está llamada a la evangelización y a catequizar.
El seguimiento a Jesús implica un radicalismo, no solo en la opción personal, sino en la decisión de separarse de todo lo que de un modo u otro pueda disminuir la fuerza de la adhesión a Jesús.
Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Palabra de Dios
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
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El mensaje de Pablo es claro e inequívoco, los primeros y últimos destinatarios del mensaje salvífico no son los ministros, sino todos los que acogen el mensaje de la predicación. Pablo dice que todos nosotros pertenecemos a Cristo por medio de la fe. Ser cristiano significa tener una relación especial con Él, en virtud de la llamada recibida, de la Palabra escuchada, del don de la gracia acogida.
El centro de la comunidad cristiana que vive su fe es la Palabra de Dios, Jesús es la Palabra revelada y la predicación apostólica al mismo tiempo y a la vez está llamada a la evangelización y a catequizar.
El seguimiento a Jesús implica un radicalismo, no solo en la opción personal, sino en la decisión de separarse de todo lo que de un modo u otro pueda disminuir la fuerza de la adhesión a Jesús.
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